martes, 26 de marzo de 2013


EL CÓDICE CALIXTINO 



Adrián Herrero Casla


Charla del 20 de marzo del 2013, sobre el Códice Calixtino. Un manuscrito iluminado de mediados del siglo XII, con gran importancia en la peregrinación a Compostela, que hace unos años, al margen de su valor artístico y cultural, estuvo en los medios de comunicación por su robo de la Catedral Compostelana.   


Aunque también es conocido como Liber Sancti Jacobi o Libro del Apóstol Santiago, en realidad, el Liber y el Códice, son dos documentos diferentes. El Liber es el libro principal, del cual se hicieron varias copias manuscritas. La primera y más importante, con deslumbrantes miniaturas e iniciales coloreadas, obras de extraordinario valor tanto cultural como artístico, es el códice, o libro, del que vamos a hablar. En la primera página, dibujado en la panza de la letra inicial “C”, aparece el Papa Calixto II sentado en el solio pontificio, redactando el Códice. Por ello, en atención a su persona, se conoce como Códice Calixtino, quien, además de haber sido su principal valedor, redactó algunas de sus páginas. Otras copias se encuentran en la Biblioteca Real, en el Vaticano y en el British Museo.



Está dividido en 5 libros, una introducción o prólogo, del Papa del momento de su publicación, Calixto II, y dos apéndices. Todo su contenido: liturgia, literatura y música está relacionado con el Apóstol Santiago, primer  predicador, según la tradición, de la palabra de Jesucristo en Hispania, cuyas reliquias, como todos sabéis,  se encuentra en la Catedral de Compostela.  
Tiene un total de 225 folios de pergamino de 295 x 214 m/m, escritos por ambas caras, y salvo excepciones, en una sola columna con 34 líneas por página. El número de páginas escritas es de 442, y se dice que los 27 cuadernos de que está formado fueron copiados, al menos, por cuatro personas diferentes. En el año 1609 el libro IV, donde se narran las hazañas del emperador Carlomagno en España, conocido también por la “Crónica de Turpin”, fue separado del manuscrito original, aunque, posteriormente, en una nueva restauración y encuadernación, del año 1966, se incorporó, nuevamente, al códice. 

Las anotaciones marginales de los canónigos de la Catedral Compostelana demuestran que fue muy usado, al menos hasta el siglo XVI, cayendo luego en el olvido por un largo periodo de tiempo. Posteriormente, en el XIX, algunos estudiosos volvieron a interesarse por él y se puso de actualidad; tanto por parte de los canónigos de la catedral como por historiadores y eruditos. Como de todos es conocido, el día 5 de julio del año 2011, los archiveros de la catedral lo echaron en falta. Autor del robo, un antiguo electricista del recinto sagrado que además, poco a poco, había ido sustrayendo otras obras de arte y documentos. Gracias a Dios, la policía, un año después, el 4 de julio del 2012, lo recuperó sin ningún deterioro. Este documento, con 800 años de historia, se encontraba, junto con el restos de las obras robadas, en un elementan garaje, sin ningún tipo de protección y cuidado. Hoy su protección es máxima en cámara acorazada con la temperatura y humedad apropiadas.De los cinco libros, el primero está dedicado a  la liturgia jacobea; el segundo relata los milagros del Apóstol Santiago; el tercero se refiere a la muerte y traslación del cuerpo del Apóstol a Galicia; el cuarto habla de las hazañas y conquistas de Carlomagno en España; y el quinto se puede considerar como una guía para peregrinos. Además del prólogo-carta de introducción y de los cinco libros, tiene dos apéndices, el primero con obras polifónicas y el segundo, escrito con posterioridad, con diversos temas.





El prólogo, escrito en forma de carta por el Papa Calixto II, además de hacer hincapié en los testimonios referentes a los milagros del Apóstol, dedica la obra a: “la muy santa asamblea de la basílica de Cluny y a Diego Gelmirez, arzobispo de Compostela”. Dos estamentos de gran importancia en la vida religiosa y política de Europa, en aquel momento. Por un lado, la orden benedictina de Cluny que dominaba entonces toda la cristiandad a través de sus monasterios repartidos por el mundo entero, y por el otro, Diego Gelmirez dueño y señor de Compostela y Galicia. No olvidemos que el Papa Calixto II, quien hace la dedicatoria, era de origen borgoñés, hermano del conde de Galicia, cuyo hijo independizó Portugal, y del marido de la reina doña Urraca, hija de Alfonso VI, y, por lo tanto tío, del rey-emperador, Alfonso VII, quien reinaba entonces en Castilla y León. Hay que destacar que también, este Papa, fue quien instituyó en el año 1122 el Jubileo o Año Santo Compostelano, que tanta importancia tuvo y tiene, en la peregrinación jacobea. Su adelanto fue tal que Roma no tendría año jubilar hasta unos siglos después, hasta el año 1500.   


¿Pero qué es lo que contiene cada uno de los libros?


El libro I. Sobre liturgias. El más amplio del códice, con 31 capítulos contiene, siempre en referencia a Santiago, 17 sermones para sus fiestas, 2 relatos de su martirio, 2 oficios, diversas instrucciones para las Misas, una Misa para la fiesta de los milagros y otra para el día de la traslación de su cuerpo a Galicia, 30 de diciembre. También marca las fechas para honrar a Santiago: 25 de marzo la de su martirio, que coincide con la fiesta de la Anunciación de María de su maternidad; 25 de julio la del traslado de su cuerpo a Galicia; y 30 de diciembre la de su sepultura en tierras gallegas. Antiguamente, en la cristiandad, había dos fechas diferentes para honrar a Santiago: en el rito Mozárabe o Visigodo, propio de España, el 30 de diciembre, y en el Romano el 25 de julio. Unificados los dos ritos a principio del siglo XII, el 25 de julio quedó como fiesta mayor de Santiago y el 30 de diciembre como conmemoración del traslado de su cuerpo a Galicia. 

      

El libro II. Contiene los milagros atribuidos al Apóstol Santiago. Con 22 capítulos. Uno por cada milagro, algunos escritos por el propio papa Calixto II. Tomaremos como referencia el número II, que recoge el espíritu de penitencia y perdón de los pecados que en aquellos tiempos tenía la peregrinación compostelana, y que puede que, para algunos, hoy aún se mantenga. Lleva por título: “Del hombre a quien le fue borrada la nota de un pecado por disposición divina sobre el altar de Santiago”. Dice así:
"En tiempos del bienaventurado Teodomiro, obispo de Compostela, hubo un italiano que apenas se atrevió a confesar a su sacerdote y párroco cierta gran fechoría que una vez había cometido. Oída ésta, el párroco, aterrado de tan grave culpa, no se atreve a imponerle penitencia; pero movido a compasión envía al pecador, por tal motivo, al sepulcro de Santiago con una esquela donde estaba escrito su pecado, ordenándole que implorase de todo corazón los auxilios del santo Apóstol y se sometiese al juicio del obispo de la apostólica basílica. Sin tardanza, pues, el pecador acudió a Santiago en Galicia, y sobre su venerable antealtar, arrepintiéndose de haber cometido falta tan grande y pidiendo perdón a Dios y al Apóstol con sollozos y lágrimas, el día de Santiago, o sea el veinticinco de julio, a primera hora, puso el manuscrito con su acusación”. 
Continúa la narración contando que en el altar, una vez enterado de su procedencia, “el santo obispo abrió la esquela y, como si jamás hubiese sido escrita, nada halló en ella”. Entendiendo que el perdón había venido de Dios por intercesión de Santiago, le mandó a su tierra, absuelto de sus pecados, sin otra penitencia que ayunar los viernes.
Como se puede ver, una buena lección para aquellos años de teocracia, donde salvar el alma era la principal preocupación del cristiano, al tiempo de apuntar la intervención de Santiago en el perdón de las culpas. Cosa que tiene su máximo exponente, en los años jubilares o de la Gran Perdonanza, para todos los peregrinos que acudan a Compostela. No sé si esta es la razón de que en los Años Santos el número de peregrinos aumenta considerablemente.  

El libro III. Relata la traslación del cuerpo del Apóstol desde Palestina y del descubrimiento de su tumba. Está formado por 4 capítulos en los que se cuenta como el cuerpo de Santiago rescatado por sus discípulos de las manos de sus martirizadores y embarcado en una nave en el puerto de Haifa, una nave de piedra sin velas ni timón, llegó milagrosamente, en una singladura de 7 días, a las costas gallegas. Relata también las peripecias y problemas de sus discípulos para encontrar un lugar digno donde depositar su cuerpo, y del milagro del descubrimiento de su tumba, gracias a las visiones del monje Pelagio, que vio durante varias noches una nube de estrellas caer sobre un lugar que luego se llamaría Compostela, “Campo de Estrellas”. Según la versión popular. Cosa que ocurrió ocho o nueve siglos después de su enterramiento.  



El libro IV. Describe las conquistas y andanzas del Emperador Carlomagno en España. Llamado también, “Crónica del Arzobispo Turpín”, o “Pseudo Turpín”, es el libro más largo del códice, después del de la liturgia, con por 26 capítulos. Fue redactado por un clérigo francés, aunque atribuido a Turpín antiguo monje y tesorero de Saint Dennis que llegó a ser arzobispo de Reims, posiblemente para dar mayor valor histórico al relato. En él se narran, poniendo de manifiesto como algo histórico una mera leyenda para mayor gloria de Francia y del Emperador Carlomagno, las legendarias hazañas de éste en la España musulmana, la batalla de Roncesvalles y la muerte del héroe Roldán. Al tiempo de propagar el culto a Santiago. Una incursión por España durante unos 14 años, embellecida, distorsionada y exagerada con unos temas y en un estilo más propio de las novelas de caballería que de la historia. Tal es así que desde el año 1609 al 1966 estuvo separada del manuscrito principal. 


Esto cuenta la crónica sobre la llamada del Apóstol Santiago a Carlomagno para viniera a Hispania, a liberarla del poder musulmán: 
…Y enseguida vio en el cielo un camino de estrellas que empezaba en el mar de Frisia y, extendiéndose por Alemania e Italia, entre Galia y Aquitania, pasaba directamente a Gascuña, Vasconia e Hispania hasta Galicia, en donde se ocultaba, entonces desconocido, el cuerpo de Santiago. 
Y como Carlomagno lo mirase algunas noches, comenzó a pensar con gran frecuencia qué significaría. Y mientras con gran interés pensaba en esto, un caballero de apariencia espléndida y mucho más hermoso de los que decirse puede, se le apareció en un sueño durante la noche diciéndole: 
…El Camino de estrellas que viste en el cielo significa que desde estas tierras hasta Galicia has de ir con un gran ejército a combatir a las pérfidas gentes paganas y a liberar mi camino y mi tierra, y a visitar mi basílica y mi sarcófago. Y después de ti irán allí peregrinando todos los pueblos, de mar a mar, pidiendo perdón por sus pecados y pregonando las alabanzas del Señor, sus virtudes y maravillas que obró, y en verdad irán desde tus tiempos hasta el fin de la presente edad…



De los hechos narrados en la crónica algunas historias aún se siguen recordando. Siempre con el estilo de novela de caballería. Una de ellas habla de que cerca de Nájera, en el alto de San Antón habitaba un forzudo caballero musulmán de nombre Fegarrut que retaba y vencía  a cuanto caballero cristiano del séquito de Carlomagno luchara contra él. También lo hizo Roldán, el más querido y preclaro caballero del Emperador, sin que después de varios días de lucha hubiera vencedor. La camaradería y el buen hacer entre caballeros derivó en confidencias y Fegarrut dio a conocer a Roldán donde estaba su punto vulnerable: en el ombligo. Y llegó el día del combate final, planteado como un Juicio de Dios ante dos religiones antagónicas, el Islam y el Cristianismo, para dilucidar cuál de las dos era la verdadera. Por descontado que el vencedor fue Roldán, con la ayuda de Dios más el conocimiento de la debilidad del contrincante.

Aparte de lo que la crónica comenta, la verdad histórica es que Carlomagno vino a España, acaso llamado por los reinos musulmanes del norte de la península, descontentos con el poder de Córdoba, para conquistar Zaragoza, sin conseguirlo. De allí, en su retirada, pasó por Pamplona que arrasó. A su regreso por Roncesvalles, el día 15 de agosto del año 778, la retaguardia de sus tropas fue atacada por los navarros y vascones, posiblemente en represalia a su desgraciada actuación en Pamplona, infligiéndole una fuerte derrota. Algunos autores apuntan que fue una simple escaramuza, mientras en la crónica de Turpín se relata con una épica batalla con participación de huestes de vascones, navarros y sarracenos. También cuenta la crónica que las murallas de Pamplona se desplomaron por decisión divina y no por la acción de los que la asediaban. 



Según la Crónica, en Roncesvalles murió Roldán y los 12 pares de Francia. De hecho hoy, allí existe un monumento a la memoria de Roldán y un edificio del siglo XII, conocido como el Silo de Carlomagno donde se supone están enterrados los 12 pares de Francia. Como podéis ver, muchas cosas del camino de Santiago se mueven entre la tradición, la leyenda y la historia. Carlomagno nació entre los años 742 y 748 y murió en el 814, cuando todavía no se había descubierto la tumba de Santiago, que como primer año se cita el 820.          




El libro V. Guía para peregrinos. Está formado por 11 capítulos y considerado como la primera guía del Camino, y con este fin, según parece, fue redactado por el clérigo Francés Aymerich Picaud. Si no fuera por ciertas exageraciones y chauvinismo, incluso, a pesar de ello, es un buen retrato de las tierras y de las gentes del Camino, tanto de España como de Francia, en aquella época. Excepto en el capítulo que habla de los santos a los que hay que visitar, hoy, en general, con poco interés, el resto nada tiene de religioso. Podemos decir que es un espejo del siglo XII dividido en los siguientes capítulos:  


En el capítulo I- “De los itinerarios hacia Santiago”, se destacan las cuatro rutas o vías que cruzan Francia, uniéndose tres de ellas al norte de Roncesvalles. La cuarta, la más oriental, atraviesa los pirineos por el Somport, Huesca, para unirse con las anteriores en Puente la Reina y juntas llegar a Santiago. Rutas o caminos que se mantienen en nuestros días. 


En el capítulo II, “Las jornadas del Camino de Santiago”. Para el autor, en territorio español, 13, indicando los lugares donde pernoctó. Número, claramente insuficientes. Una proeza solamente realizable con buenas caballerías. Hoy un peregrino de a pie y ducho en el caminar no emplea menos de 25 etapas. Siempre habrá algún exagerado que lo haga en menos. 

En el capítulo III-Los nombres de las villas del Camino. Enumera las villas o pueblos a pie del camino, más o menos las actuales, indicando en algunas, someramente, sus excelencias o defectos. Dice que lo hace para que los peregrinos se provean de lo necesario, incluido el dinero, que van a necesitar mientras peregrinan.

  
En el capítulo IV-Los tres hospitales más importantes del mundo. Para él son: el Hospital de Jerusalén, el de Mont Joux y el de Santa Cristina en el Somport. No conozco los dos primeros pero del tercero sólo queda las ruinas de sus cimientos que hoy se pueden contemplar, aunque no hace unos muchos años las zarzas lo cubrían todo.   

En el capitulo V-Nombres de algunos restauradores del Camino, enumera, sin que explique el motivo, sólo los del tramo desde Rabanal hasta Portomarín. Primero  los gobernantes del momento: Diego Gelmirez arzobispo de Santiago, el emperador Alfonso VII y el Papa Calixto II, luego los varios arquitectos y constructores que trabajaron en él, tanto en templos como en calzadas y puentes.  


En el capítulo VI-Ríos Buenos y malos en el Camino. Hace un relato exhaustivo de todos los ríos incluso de los de pequeño caudal, describiendo la calidad de sus aguas y de sus peces. Los pequeños, en general, según él, mortíferos. Esto dice de algunos: 

Por Estella pasa el Ega, de agua dulce sana y extraordinaria. Por la villa de Los Arcos discurre una corriente de agua mortífera, y después de Los Arcos, junto al primer hospital, pasa una corriente de agua mortífera para las caballerías y los hombres que la beben (…)  Por Logroño pasa un río enorme llamado Ebro, de agua sana y rico en peces. Todos los ríos entre Estella y Logroño son malsanos para beber las personas y animales, y sus peces son nocivos. Si en España y Galicia comes alguna vez el pescado vulgarmente llamado Barbo, o te mueres o te pones malo (…) Tanto el pescado como la carne de vaca y de cerdo en España y Galicia, producen enfermedades a los extranjeros”. Lo que no dice, es que en aquellos tiempos, también esos extranjeros venían al Hospital de Castrojeriz a curarse el mal llamado “Fuego de San Antón”. Una dolencia que después se supo era producida por el cornezuelo del centeno. Aquí se curaban, principalmente, comiendo pan de trigo.       
Hablando de los ríos comienza la inquina contra los navarros. Esto dice de uno de sus ríos: “Por el lugar llamado Lorca. Por la zona oriental, discurre el río llamado Salado: ¡cuidado con beber ni tú ni tu caballo, pues es un río mortífero! Camino de Santiago, sentados a su orilla, encontramos a dos navarros afilando sus cuchillos con los que solían desollar las caballerías de los peregrinos que bebían aquel agua y moría. Les preguntamos y nos respondieron mintiendo, que aquel agua era potable, por lo que dimos a beber a nuestros caballos, de los que al punto murieron dos, que los navarros desollaron allí mismo



En el capítulo VII- Nombres de las regiones y características de las gentes del Camino. Se une la parte más larga con la más jugosa del libro V, donde poco tiene desperdicio. Dedica gran atención a los navarros, hablando mal, yo diría muy mal de ellos, como ya apuntó con anterioridad. No se sabe porqué ocupa más atención a los navarros que a castellanos y gallegos. Incluso, también, mayor que a las gentes del territorio galo. De la parte francesa, aunque cuenta poco, habla, sin embargo de una circunstancia muy  importante de la peregrinación de aquellos días: el paso de los ríos. Esto dice sobre ello:  

 “A la salida de este territorio, se refiere a Gascuña, en el Camino de Santiago, pasan dos ríos junto a la villa de San Juan (…) y no pueden cruzarse más que en barca. Los barqueros merecen la más absoluta condena, pues aunque son ríos estrechos, por cada persona que pasan, sea rico o pobre, cobran de tarifa una moneda, y cuatro que reclaman violenta y abusivamente por las caballerías. Además tienen una barca pequeña, construida de un tronco de árbol, en la que apenas caben los caballos; una vez montados, hay que andar con cuidado para no caerse al agua. 
En consecuencia, será mejor que lleves el caballo fuera de la barca, por la corriente del río, arrastrándole por el freno. Por eso, monta en la barca con pocos, pues si se cargan en exceso, pronto zozobrará. Además. Muchas veces los barqueros suben tal masa de peregrinos, tras cobrarles el billete, que la nave vuelca, y los peregrinos se ahogan en las aguas, de los que se alegran macabramente, porque así se apoderan de los despojos de los náufragos”.         
De los navarros, entre otras cosas dice: Hay algunos párrafos un poco escabrosos pero ahí están. Espero que nadie se escandalice. 
Pasado el valle viene la tierra de los navarros, rica en pan, vino, leche y ganados. Los navarros se visten con ropas negras y cortas hasta las rodillas como los escoceses y usan un tipo de calzado llamados abarcas, hechas de cuero con el pelo sin curtir, atadas al pie con correas y que sólo envuelven las plantas de los pies dejando al descubierto el resto. Gastan en cambio unos mantos negros de lana que les llega hasta los codos, con orlas, parecidos a un capote, y a los que llama sayas.   Como se ve, visten mal, lo mismo que comen y beben también mal, pues en casa de un navarro se tiene la costumbre de comer toda la familia, lo mismo el criado que el amo, la sirviente que la señora, mezclando todos los platos en una sola cazuela, y nada de cucharas, sino con las propias manos y beben todos del mismo jarro. Y oyéndoles hablar, te recuerdan los ladridos de los perros, por lo bárbaro de su lengua”. 
Son un pueblo bárbaro, diferente a los demás en sus costumbres y naturaleza, colmados de maldades, de color negro, aspecto innoble, malvados, perversos, pérfidos, lujuriosos, borrachos, agresivos, feroces y salvajes, desalmados y réprobos, impíos y rudos, crueles y pendencieros, desprovistos de cualquier virtud y enseñados a toda clase de vicios e iniquidades, parejos en maldad a los Getas y a los sarracenos y enemigos mortales de nuestra nación gala. Por una simple moneda, un navarro o un vasco liquida, como pueda, a un francés. En algunas comarcas, en Vizcaya o en Álava por ejemplo, los navarros, mientras se calientan, se enseñan sus partes, el hombre a la mujer y la mujer al hombre. Además, los navarros fornican incestuosamente al ganado. Y cuentan también que el navarro coloca en las ancas de su mula o su yegua una protección, para que nos las pueda acceder más que él. Además da lujuriosos besos a la vulva de su mujer y de su mula. Por todo ello, las personas con formación no pueden por menos de reprobar a los navarros. 
Sin embargo, se les considera valientes en el campo de batalla, esforzados en el asalto, cumplidores en el pago de diezmos y perseverantes en sus ofrendas al altar. El navarro cuando va  la iglesia, ofrece a Dios pan, vino, trigo o cualquier ofrenda. Donde quiera que vaya un navarro o un vasco cuelga del cuello un cuerno como un cazador, y acostumbra a llevar dos o tres jabalinas que ellos llaman acuonas. Cuando entra o vuelve a casa silba como un milano. Y cuando emboscado para asaltar a su presa, quiere llamar sigilosamente a sus compañeros, canta como el búho o aúlla como un lobo”.  
Del resto de España poco dice. Se limita a lo que sigue, sin que falte el toque chauvinista, tan propio del autor: 
Pasados los Montes de Oca, en dirección a Burgos, continúa el territorio español de Castilla y Campos. Es una tierra llena de tesoros, de oro, plata, rica en paños y vigorosos caballos, abundante en pan, vino, carne, pescado, leche y miel. Sin embargo, carece de arbolado y está llena de hombres malos y viciosos. 
Viene luego la tierra de los gallegos, pasados los confines de León y los puertos de los montes Irago y Cebrero. Es una tierra frondosa, con ríos y prados de extraordinarios vergeles, buenos frutos y clarísimas fuentes; pero escasa de ciudades, villas y tierras de labor. Es escasa en pan de trigo y vino, pero abundante en pan de centeno y sidra, bien abastecida en ganados y caballerías, en leche y miel, y en pescados de mar, grandes y pequeños; rica en oro, plata, telas, en pieles salvajes y otras riquezas, y hasta muy abundante en valiosas mercancías sarracénicas. Los gallegos son el pueblo que, entre los demás pueblos incultos de España, más se asemeja a nuestra nación gala, sino fuera porque son muy iracundos y litigiosos”.    
    
El capítulo VIII- Cuerpos de santos que descansan en el Camino y que han de visitar los peregrinos. El más largo del libro V. De las 21 páginas de las que formado el dicho libro, 9 de ellas hablan de las visitas a los cuerpos de los santos. Sin embargo, todos, o casi todos, son santos franceses o en territorio francés, sobre  los santos españoles, aún con alguna alusión francesa, solamente dice:  
A continuación, en España, hay que visitar el cuerpo de Santo Domingo, confesor que construyó el tramo de calzada en el que reposa, entre la ciudad de Nájera y Redecilla del Camino, (Santo domingo de la Calzada no está en este tramo. Hay que visitar también los cuerpos de los santos mártires Facundo y Primitivo, (en Sahagún), cuya basílica construyó Carlomagno. Junto a la villa se encuentra la alameda en la que se dice que reverdecieron las astas de las lanzas de los guerreros, clavadas en el cielo. Su solemnidad se celebra el 27 de noviembre. Finalmente, en la ciudad de Santiago, se ha de visitar con sumo cuidado y devoción el cuerpo dignísimo del Apóstol Santiago”.     
         
En el capitulo IX, bajo el título- “Características de la ciudad y de la basílica de Santiago Apóstol en Galicia", Sitúa geográficamente la ciudad, al tiempo de describir sus 10 iglesias entre las que se encuentra la catedral, todavía en construcción. Sobre el templo catedralicio da toda suerte de detalles: dimensiones, ventanas, pórticos, puertas con su decoración, torres y altares; en especial en el que se veneran las reliquias de Santiago. Curiosamente, también, habla de un mercado llamado el Paraíso de la Ciudad, anexo a la catedral, del que dice: “Detrás de la fuente, (hoy se encuentra en el claustro), está, según dijimos, el Paraíso (atrio), pavimentado de piedra, en el que, entre los emblemas de Santiago, se venden las conchas a los peregrinos. Se venden allí también botas de vino, zapatos, mochilas de piel de ciervo, bolsas, correas, cinturones y hierbas medicinales de todo tipo y demás especias, así como otros muchos productos. Los cambistas, mesoneros y otros mercaderes están en la Rúa Francígena. La extensión del paraíso es de un tiro de piedra por cada lado”. 
La fuente recibe loas, de las pocas que da, como esta: “Al concluir la escalera de este atrio, hay una admirable fuente que no tiene pareja en el mundo (…) Se asienta esta fuente sobre tres escalones de piedra que sostienen una taza de forma circular y cóncava, a manera de cubeta o cuenco, de tal tamaño que yo calculo que pueden bañarse, cómodamente, en ella quince personas”.   
   

 En el capitulo X- “De  la distribución de las limosnas del altar de Santiago y del número de canónigos de la catedral”. Comenta:  

 “Tiene además esta iglesia siguiendo, según es tradición, la serie y denominación de los 72 discípulos de Cristo, 72 canónigos que siguen la regla de San Isidoro, doctor de la iglesia española. Entre ellos se reparten por semanas las ofrendas del altar de Santiago. Se dan al primero un tercio de las de la primera semana, al segundo las de las segunda, al tercero las de la tercera y así sucesivamente se reparten hasta el último. Los dos tercios restantes se vuelven a dividir en tres partes; una para el sustento de los canónigos, otra para la fábrica de la basílica y la tercera para el arzobispo. Pero las ofrendas de la semana que va del domingo de Ramos a Pascua, deben de entregarse reglamentariamente a los peregrinos pobres del hospital. Es más, si se quiere cumplir con la justicia divina, en cualquier época de año hay que entregar la décima parte de las ofrendas del altar de Santiago a los pobres que lleguen al hospital. Pues todos los peregrinos pobres, la noche del día que lleguen al altar de Santiago deben recibir en el hospital, por amor de Dios y del Apóstol, hospitalidad completa”. 

Por último en el capítulo XI- De la acogida que hay que brindar a los peregrinos a Santiago. Escribe:     

 “Todo el mundo debe recibir con caridad y respeto a los peregrinos, ricos o pobres, que vuelven o se dirigen al solar de Santiago, pues todo el que los reciba y hospede con esmero, tendrá como huésped, no sólo a Santiago, sino también al mismo Señor, según sus palabras en el evangelio: “El que a vosotros recibe, a Mí me recibe”. Hubo antaño muchos que incurrieron en la ira de Dios por haberse negado a acoger a los pobres y a los peregrinos de Santiago”.
Continúa con unos ejemplos, como el de un comerciante que por no dar limosna a un peregrino a Santiago se le rasgó el paño que tenía en la mano, o el de una señora que negó el pan que estaba cociendo a un peregrino. Éste le dijo ¡Ojalá que el pan que tienes se te convierta en piedras! Cuando la señora fue a coger el pan lo que encontró fueron piedras incandescentes.
   
Para terminar este comentario sobre el contenido del libro V, decir que muchas han sido las interpretaciones del trato que el sr. Aymeric Picaud da, en su relato, a los navarros y en general de los españoles. Unos dicen que sus opiniones no hay que tomarla al pie de la letra, fue mucho el territorio recorrido en pocos días, y posiblemente recogió rumores y habladurías que no se molestó en comprobar. Lo que sí parece cierto es que los prejuicios del autor condicionan el escrito: acaso debido al resabio por los abusos de los peajes y paso de los ríos a que se vio sometido, aunque estos, especialmente el paso de ríos, no fuera en Navarra. Otra razón pudiera venir del desarrollo de la batalla de Roncesvalles, donde el famoso ejército de Carlomagno fue derrotado por unos pobres e incultos indígenas. Según un autor: “en este capítulo asoma por primera vez en la guía, la animadversión a la gente navarra, hostilidad ligada a los orígenes de la épica francesa en la génesis de las gestas carolingias”.
Se puede decir, que el sr, Aymerid Picad habla mal de todos los pueblos que no sean el suyo, yo diría que hasta los lugares y ríos en los que habitan gentes de su país se salvan de este juicio sin nada peyorativo. Por ejemplo Estella, donde parece que habitaban muchos francos, su río, el Ega, tiene la consideración “de agua dulce, sana y extraordinaria”. Sin embargo, Castilla está llena de “hombres malos y viciosos”, y “los gallegos se acomodan más perfectamente que las demás poblaciones españolas de atrasadas costumbres, a nuestro pueblo galo, pero son iracundos y muy litigiosos”. 
También habla mal de algunas regiones francesas, por ejemplo de la Gascuña, pero asignándoles alguna cualidad, con los que parece querer redimirlas: “Los gascones son ligeros de palabra, parlanchines, burlones, libidinosos, borrachines, comilones y desastrados, pero hechos a la guerra y significados por su hospitalidad con los necesitados”.

Apéndice I. obra polifónica. En 6 folios. Con 22 composiciones en honor de Santiago. de lo que poco os puedo hablar.  


Y terminamos con el Apéndice II. Añadido posteriormente. Contiene una bula de Inocencio II e himnos y otros milagros atribuidos a Santiago. En la bula se da a entender que el códice fue escrito por el monje cluniacense Aymeric Picaud acompañante del pontífice Calixto II en su peregrinación a Compostela, de la cual al menos yo no tengo noticias, depositando el códice, el primer ejemplar del Liber, en la catedral de Santiago en el año 1140. Cosa que muchos historiadores dudan, ya que el bifolio, donde está este apéndice, que contiene la bula, no formaba parte del códice original.    


sábado, 23 de marzo de 2013


La colina de la Calavera, el Calvario o el Gólgota.


Francisco Amillo Alegre


Se acerca la Semana Santa y parece oportuno rescatar un escrito que envié hace algún tiempo por email al grupo de amigos cuando aún no teníamos este blog de AGORABÉN. Lo redacté contemplando un cuadro flamenco. Es lo que tiene una buena pintura: si la observas con atención encuentras muchos detalles y si te pones a pensar en ellos pasas muchísimo tiempo absorto en su contemplación. En concreto, lo que sigue a continuación es lo que me vino a la mente contemplando los huesos de la parte inferior: una calavera y un femur humanos. 




Como ya hemos visto en AGORABEN,  “El Descendimiento” del pintor flamenco Rogier van der Weyden, es un cuadro muy importante expuesto en el museo del Prado. La reproducción que sigue a estas líneas está tomada de su página web. La resolución de la imagen es muy alta y si te la descargas la puedes ampliar para ver todos los detalles. 




Contemplando el maravilloso cuadro encontramos en la parte baja, a nuestra izquierda, junto al manto rojo de San Juan, una calavera. Un poco más a la derecha, junto al pie de José de Arimatea, hay un fémur humano. Entre ambos huesos está, atrapando nuestra atención, el manto de la Virgen de color azul lapislázuli, un pigmento muy valioso en aquella época (siglo XV) reservado para personajes muy importantes.

Llaman la atención esa calavera y ese fémur, aparentemente fuera de lugar. Sin embargo son un elemento iconográfico muy frecuente en el arte occidental. Tienen su origen en los evangelios ya que los cuatro evangelistas coinciden en decir que Jesús fue llevado fuera de las murallas de la ciudad, al monte de la Calavera, para ser ajusticiado en la cruz. San Juan añade que en hebreo ese monte se llamaba “Gólgota” que significa “calavera” en esa lengua. 
La tradición añadió que en una parte de esa colina había una roca cuya forma recordaba una calavera. También se decía que el sepulcro de Cristo, regalo de José de Arimatea (un personaje muy rico, por lo que van der Weyden le pone una vestimenta muy lujosa) estaba muy cerca del lugar de la crucifixión, en la misma colina.

Posteriormente la iconografía cristiana interpretó la calavera como restos de Adán, padre del género humano que nos abrió las puertas del infierno con su pecado original que todos heredamos. Su presencia enaltecía la figura de Cristo que con su muerte nos abría las puertas del cielo y nos daba una nueva vida, la eterna, muy superior a la terrenal que nos había dado Adán.


¿Dónde está actualmente la colina de Gólgota? 
En el siglo IV, hacia el 325, Santa Elena pensó que había encontrado ese lugar, hizo excavarlo y encontró tres cruces, una de las cuales dijo que era la de Cristo. 
Gelasio de Cesarea, discípulo del famoso Eusebio de Cesarea, en su "Historia de la Iglesia", escrita hacia el 390, explica cómo había llegado a esa conclusión:  
Alrededor del mismo período, Elena, la madre de Constantino, una mujer incomparable por fe, religiosidad, inigualable grandeza moral, se fue de viaje [...] a Jerusalén y allí se informó entre sus habitantes acerca del lugar en el que el cuerpo de Jesús había sido clavado a la cruz. Este lugar era muy difícil de localizar porque los primeros perseguidores [los romanos] habían erigido allí una estatua a Venus, ya que, cuando un cristiano quería venerar a Cristo en aquel lugar, parecía que rendía culto a Venus. Por esta razón, aquel lugar era poco frecuentado y casi había caído en el olvido. Pero cuando, como se decía, la pía mujer se dirigió al lugar que le había sido indicado por una señal celestial, hizo derribar cuanto había de vergonzoso y penoso y removió la construcción hasta lo profundo.”


Descubrimiento de las tres cruces por Santa Elena. Miniatura del Libro de las Horas de Turín, realizada por el gran pintor flamenco del siglo XV Jan van Eyck, de la generación anterior a van der Weyden.


Así pues Santa Elena hubo de excavar los cimientos de un templo de Venus, del siglo II de nuestra era, para poder encontrar el sepulcro y tres cruces, una de las cuales fue identificada con la de Cristo. 

¿Cómo supo cual era la verdadera? En el siglo XIII Jacobo de la Voragine en su obra “Leyenda áurea” explicaba que Santa Elena mandó detener un cortejo fúnebre que pasaba por allí y acercar el muerto a cada una de las cruces. Ante la última, el difunto resucitó. 
Bueno, puedes comprobar que es una explicación dada novecientos años después de los hechos y sin citar ninguna fuente de información por lo que no se necesita hacer ningún comentario sobre su fiabilidad. Así que seguimos sin saber cómo Santa Elena averiguó cual de las tres cruces era la de Cristo...


Volviendo al siglo IV y a la desaparecida colina del Gólgota, conviene recordar que el hijo de Santa Elena, el emperador Constantino, mandó edificar en el lugar excavado por su madre la basílica del Santo Sepulcro (326 - 335) que ha sufrido tantas modificaciones posteriores que resulta difícil adivinar su estructura basilical del siglo IV. 


Estado actual del interior de la basílica del Santo Sepulcro de Jerusalén.


Exterior actual de la basílica del Santo Sepulcro de Jerusalén.


Pero dicha basílica está dentro de las murallas de Jerusalén desde hace muchos siglos. Eso contradecía lo que dicen los evangelios y también la ley judía, que prohibía ejecuciones y entierros dentro de los muros de la ciudad. 
Por eso surgieron numerosos escépticos respecto a que el Gólgota hubiese estado en la basílica constantiniana del Santo Sepulcro. Para muchos lo lógico era buscar otra ubicación. 
En Wikipedia podemos leer: “En 1885, Charles Gordon sugirió una localización distinta para el Calvario. La tumba del jardín se encuentra al norte del Santo Sepulcro, en las afueras de la Puerta de Damasco, datado en el período del Imperio bizantino. El jardín posee un risco que contiene dos grandes huecos que parecen los ojos de una calavera.

Afortunadamente la Arqueología contemporánea nos ha echado una mano. El 6 de noviembre de 2012 el diario alemán Die Welt publicaba un artículo que fue traducido al castellano por Terrae Antiqvae. 
Nos explica que los hallazgos arqueológicos apoyan la idea tradicional de que el sitio donde se alza la Iglesia del Santo Sepulcro es el lugar donde se encontraba antiguamente el Gólgota o Calvario. 

Jerusalén sufrió una gran destrucción por las legiones romanas de Tito en el siglo I de nuestra era. En el siglo siguiente, tras la revuelta de Bar Kojba, entre el 132 y 135 d.C., los romanos volvieron a destruirla, esta vez completamente. El emperador Adriano construyó en su lugar la ciudad de Aelia Capitolina, prohibiendo a los judíos vivir en ella bajo pena de muerte. En esta gran ciudad de Adriano se erigió un templo a Venus (Afrodita) para borrar las huellas de los lugares sagrados de judíos y cristianos, que para los romanos de la época eran la misma cosa.

El artículo concluye diciendo que “el Gólgota no estaba justo al lado de la muralla construida por Herodes, sino probablemente en una cantera de piedra que fue rellenada bajo Adriano para poder erigir su templo principal [a Venus] en la ciudad nueva. El historiador Gehrke establece que toda la información que actualmente se conoce, los datos y los escritos, apoyan la tesis de que el lugar donde Jesús fue ejecutado y enterrado es donde está ubicada la iglesia de Constantino. Eso hace que Juan y otros evangelistas estén en lo correcto: Jesús murió fuera de las puertas de la ciudad.

Es decir: la colina del Gólgota había desaparecido en el siglo I al ser utilizada por los romanos como cantera y en su hueco se construyó en el siglo II el templo de Venus y sobre él Constantino edificó la basílica en el siglo IV. 

Una historia agitada, la de esta colina... y que en el terreno artístico ha dejado una iconografía abundantísima en pintura, escultura, grabado, etc. El Calvario es un tema reproducido en todos los tiempos y lugares, siempre visto por el prisma subjetivo del artista. Por eso cada calvario es diferente.



miércoles, 20 de marzo de 2013


Rosa Chacel: paraíso entre muros


 Esperanza Rodríguez


(El miércoles pasado Esperanza nos habló en AGORABEN sobre Rosa Chacel, en una charla que completaba la del mes anterior. Ahora nos envía un resumen de ambas que nos ayudará a recordar aquellos momentos tan interesantes. Creo que a todos nos llamó la atención el trato personal que tuvo con tan ilustre escritora, y que nos transmitió tan bien. Una experiencia muy interesante, Esperanza. Gracias por compartirla con nosotros.
Francisco Amillo.)

Retrato de Rosa Chacel por su marido Timoteo Pérez Rubio


Nació Rosa Chacel en 1898, en Valladolid, y la fecha –contemplada desde el juicio histórico del tiempo, y ya simbólica– la sentía, o mejor, la releía, bien acodada en la altura de su edad, con complacencia y orgullo, como si fuera una conjunción señalada, una respuesta a la llamada de la vida para cumplir un destino. Y así lo confiesa en Desde el amanecer, la memoria autobiográfica de su infancia, que Rosa escribe cuando ha cumplido los setenta años. Donde relata el germen de su vida activa y creadora, nada fácil pero sí plena. 

Rosa Chacel fue una mujer vital e incansable, escritora de complejo y brillante talento. De una prosa que modula una difícil claridad, como hubiera dicho Ortega y Gasset. Y aun siendo lecturas minoritarias, le gustaba estar en candelero, pues tal vez le pesaba el largo olvido del exilio, aunque nunca lo aceptara como un destierro. Se sentía encantada con el agasajo y, sobre todo, cuando sabíamos de su obra y la estudiábamos con amor. Su inteligencia estaba reñida con la vanidad, pero eso no significaba para ella renunciar al reconocimiento. Le dolían los desaires y, sobre todo, por encima de todo, el olvido, al que calificó, acertando, de impío. 
Mientras vivió no tuvo nunca empacho en reconocer gustos y disgustos, y seguramente fue demasiado atrevida al manifestarlos en un mundo bien tartufo. Lo cierto es que había en el carácter de Rosa una especie de inocente  exhibicionismo que, como se sabe, resulta encantador si el seductor dosifica correctamente su ardid, pero en ocasiones solía desbaratarlo su misma sagacidad, esta no candorosa, y cierta vehemencia en la exposición de sus juicios, algunos muy penetrantes si bien altos de tono. Rosa decía lo que pensaba, a la brava, con una temeraria inmediatez, tanta que en ocasiones daba la impresión de que le hubiera sido negado el don de decir lo adecuado en el momento preciso, o bien la gracia, que es oportunidad, de a quién decírselo. Y ello sin tener nada que ver con lo políticamente correcto o incorrecto. Y aunque su temple  estaba alejado con aquella dureza corrosiva que se le atribuye a su amigo Luis Cernuda, bien hubiera podido suscribir los versos de Desolación de la Quimera sobre el genio de Goethe: “El poder, el saber y la pendiente favorable/ Que, para afortunados del destino, es regalo / En pocos hombres vemos…”. Rosa apenas gozó de esa pendiente favorable a pesar de su creencia en el señalado destino que parecía anunciar su año de nacimiento. Tampoco supo –o no quiso, quién sabe– orientar su olfato hacia el poder, incluso si pensamos en su tardío, aunque eufórico, reconocimiento durante los años ochenta. También, por lo demás, efímero. 


La lectura de una parte significativa de sus diarios, en este sentido, resulta hiriente, pues duele el testimonio de una tan honda soledad, y que no es  únicamente la del exilio, y que tanto pesa en sus compañeros de promoción, sino el hueco que va horadando la larguísima espera de una respuesta literaria, inexplicablemente postergada, y que Rosa aguanta en pie aunque el desaliento le haga muecas burlonas. 
Si algo mimaba Rosa en su obra y en su vida, era la memoria. Y se hubiera escandalizado de estos tiempos tan mezquinos para su cultivo sereno. La memoria parecía obrar el milagro de transformarlo todo en un presente perenne y creo que su mejor legado fue esa manera tan cabal de combatir el desgaste del tiempo, su efecto destructor, con una valentía incombustible que, sin duda, testifican sus 96 años vividos. Memoria viva la suya que volvería a llamar inocente si no fuera porque tras ese aire de renovada lozanía, de reinante vitalismo que hallamos en sus novelas. Sobre en la trilogía de la Escuela de Platón (Barrio de Maravillas, Acrópolis y Ciencias naturales) pulsamos una solidísima carga de sabiduría, como sucede en todo viaje de regreso al conocimiento, pues no otra cosa es la escritura: vuelta aposentada en el tejer y el destejer de la memoria.


Rosa Chacel nació un tres de junio, mes radiante, como un paraíso entre muros –el verso es de Pablo García Baena–, y nos dejó el 27 de julio, un día radiante de verano de 1994 (la fecha está errada en Wikipedia). Y de ninguna manera quería irse para siempre. Le hubiera gustado  quedarse un poco más, porque tenía una curiosidad inagotable y ganas de seguir diciendo y escribiendo; siempre activa y lúcida, con un apetito de realidad que parecía nutrirla desde y hasta una remota eternidad. Y aunque esta sea una manera modesta de regresarla, he querido evocar en estas charlas y en este condensado recuerdo lo mejor que nos dejó: el fino hilado de su obra, su ardorosa y paciente tarea de construcción en el universo de la novela moderna. Para ella que siempre jugó a ser Orfeo, que se sabía tutelada por Mnemosine, y que casi venció a la Nada con una argucia –no sé si propia de Ulises o ciertamente quijotesca–, que consistía en convocar palabras, trenzándolas de manera infatigable como el Ocnos goethiano: vaya, pues, para ella esta breve y emocionada memoria de su murado y bello paraíso.   


Algunas obras de Rosa Chacel:







El único vídeo que hay de Rosa Chacel en YouTube es el de su Investidura Doctora Honoris causa por la Universidad de Valladolid. Vale la pena escuchar su discurso,  casi al final del vídeo, después de las presentaciones oficiales. 

http://www.youtube.com/watch?v=bBxTtdMxjS0

jueves, 7 de marzo de 2013


LA PINTURA FLAMENCA, 4: HUGO VAN DER GOES 1436? – 1482.


Francisco Amillo Alegre

Este miércoles me ha correspondido a mí impartir la charla semanal. Continuando con la temática elegida para este curso, hoy le ha tocado el turno al genial y desgraciado van der Goes. Fue un gran artista y al mismo tiempo una persona con graves problemas de conciencia, creyéndose irremediablemente condenado al infierno. Ingresó en un convento para ver si allí encontraba la paz de espíritu. Pero el problema estaba dentro de él, por lo que se lo llevó consigo y sus dudas siguieron atormentándole. A eso se añadió el rechazo de sus hermanos de claustro, por sus privilegios como pintor. El resultado es que intentó suicidarse. Al año siguiente murió. Tendría unos 46 años y por fin dejó de sufrir.
Su temprana muerte y lo tardío de su entrada en el mundo de la pintura explican que su producción pictórica sea menos extensa que la de otros pintores coetáneos.

Puedes ver las imágenes de la charla en http://www.slideshare.net/Franamillo/los-primitivos-flamencos-4-hugo-van-der-goes.



Vida de Hugo van der Goes.

Poco se sabe sobre su vida y sus orígenes artísticos tampoco están claros, algo que ya hemos tenido ocasión de ver que es común a otros artistas de esta escuela.

Nació en Gante, de ahí su apodo de Hugues de Gand. Es, junto con el algo más joven Jerónimo Bosco (del que hablaremos en la próxima charla), el pintor holandés más importante de la segunda mitad del siglo XV. 

Ya en vida gozó de amplia fama, teniendo encargos tanto de los burgueses como de la aristocracia. Estuvo igualmente empleado por el gobierno de la ciudad como pintor de gonfalones, estandartes y otras pinturas temporales necesarias para las ceremonias de la época.


Entró en la guilda o gremio de pintores hacia 1467. En su época era un paso imprescindible para poder establecerse como pintor independiente.
Las primeras informaciones ciertas sobre Goes empiezan hacia 1469. En ese año los documentos lo sitúan en Brujas, donde colaboraba en los festejos de la boda del duque de Borgoña, Carlos el Temerario. 
Más tarde fue elegido decano del gremio, desempeñando este cargo desde 1474 hasta el 18 de agosto de 1475. 

En ese mismo año 1475 recibe el importante encargo de un rico mercader florentino residente en Gante, lo que demuestra que se le apreciaba fuera de Flandes y su gran valía. Curiosamente, el encargo, conocido como el Retablo Portinari, influyó más en Italia que en Flandes.

Y también en 1475 sufrió una crisis de espiritual pensando que estaba condenado al infierno. Estos escrúpulos de conciencia se explican si se tiene en cuenta la gran efervescencia del misticismo que había surgido en Europa a raíz de la crisis de la Baja Edad Media. Conviene recordar que un contemporáneo suyo, Tomás de Kempis, escribió la famosa “Imitación de Cristo”, el libro católico más impreso después de la biblia, que fue el inspirador del misticismo medieval y renacentista. 

Hacia 1477 Goes ingresó como hermano lego en el monasterio agustino de Rode Klooster, cerca de Auderghem, con la esperanza de que allí, en la paz del claustro, encontraría su equilibrio espiritual y se recobraría de su depresión. Eligió el mismo monasterio donde había profesado anteriormente su hermano Nicolás van der Goes. 

En el monasterio siguió sufriendo ataques de melancolía y delirio pero continuó su actividad como pintor. El prior le permitió determinadas excepciones a la regla monástica: admitir encargos, recibir clientes y comer con ellos y sus amigos. Le otorgó estas licencias porque los ingresos por sus cuadros eran para el monasterio, ya que Hugo había hecho voto de pobreza. Pero también le granjearon la animadversión de algunos compañeros de claustro que sentían celos de ese trato de favor del prior. 

De este último período se conserva el cuadro “Muerte de la Virgen” (1481), donde se transparenta una tensión dramática aguda, fiel reflejo de sus sentimientos. Los apóstoles ven en la muerte una desgracia pero la Virgen ve en ella la posibilidad de reunirse con su Hijo, por lo que no muestra temor. La muerte es una liberación.
Algo similar sentía Goes. Tras un viaje a Colonia en 1481, acompañado de su hermano Nicolás, se agravó su enfermedad mental y la convicción de estar destinado al infierno le llevó a intentar el suicidio. 
El monje Gaspar Ofhuys, que dejó constancia de este hecho, indica que quizá el vino tuviera alguna responsabilidad en su demencia, más parece que Hugo bebía solamente en sus almuerzos con clientes. La tradición de considerar a Van der Goes como un perfeccionista enfermizo y santurrón se debe a los escritos de este monje de su convento, que al parecer tenía celos del pintor y describió su enfermedad de forma subjetiva e injusta.

Sus dolencias se agravaron y Hugo falleció en  1482.



La pintura de Hugo van der Goes
En su obra acusa la influencia de autores como Jan Van Eyck y Roger van der Weyden que habían logrado representar con solvencia el cuerpo humano y el acabado realista de los detalles. 
Posteriormente conoció obras italianas contemporáneas que influyeron en su estilo, destacando la ordenación más monumental del espacio. 
Es un pintor que se esfuerza por romper con los modelos creados, aumentando la expresividad de los gestos y la fisonomía, no descartando representar lo que pueda ser desagradable...

No dejó fechada ni firmada casi ninguna obra, por lo que solo se le atribuye con seguridad el Tríptico Portinari. 

Obras más importantes:

Tríptico del Calvario (1465-1467, Catedral de San Bavón, Gante). Tradicionalmente atribuido a Justo de Gante, hoy nadie niega que saliera de la mano de Van der Goes. Los tres paneles, que muestran escenas diferentes, se encuentran unidos por el paisaje del fondo. Es una de las obras en las que mejor se muestra como maestro del dibujo y del color, que utiliza también para jugar con luces y sombras.

El panel central muestra a Cristo en el centro clavado en una altísima cruz. Los ladrones están crucificados a su lado con los brazos envolviendo los maderos trasversales en lugar de estar clavados. Así se diferencia el tormento de Cristo de sus tormentos. A la izquierda de Cristo vemos a María, San Juan y las santas mujeres y a la derecha un grupo de hombres a caballo que representan a las autoridades judías que entregaron al Maestro. Al fondo podemos ver la ciudad de Jerusalén. 
Pero son los paneles laterales los que dan al conjunto el carácter de obra de arte. Se trata de escenas que aluden al libro del Éxodo. 
- A la izquierda, Moisés junto a una gran roca, hunde su vara en las aguas de Mara para hacerlas potables y que el pueblo judío pudiera beber. Unos beben el agua en sus manos, las madres dan de beber a sus hijos y un anciano tiende una taza a su nieto. El agua hace referencia a Cristo, que es Agua Viva que sacia la sed de los que le siguen. 
- El panel derecho muestra la escena de la Serpiente de Bronce, que al mirarla, libraba a los judíos de la muerte por la picadura de las serpientes. El pueblo discurre por un valle cerrado, sobre la montaña Moisés señala con su vara la serpiente que salva al infiel pueblo judío de la plaga que lo azotaba.  La serpiente de bronce simboliza a Cristo en la Cruz, que al que lo observa con devoción le trae la salvación eterna.

Díptico de Viena” que como su nombre indica consta de dos tablas: la izquierda sobre el Pecado Original y la derecha sobre la Redención. Es una obra temprana que tiene gran influencia de Jan Van Eyck.
 - “La Caída”, 1467-1468,  conservada en el Kunsthistorisches Museum de Viena.  Hace un estudio del desnudo muy del gusto flamenco y con poca carga erótica. Es curiosa la representación del demonio no como serpiente sino como una especie de salamandra con cabeza de mujer.
- “La Piedad” es panel derecho .  Hay una copia  en el Hermitage, San Petersburgo. Si en "La Caída" representaba el origen de la condenación a causa del pecado de Adán y Eva, aquí se representa la Redención que trae a los hombres la bienaventuranza eterna gracias al sufrimiento de Cristo y de su Madre.

Retablo de Monforte” (1470, Staatliche Museen, Berlín). Considerada por muchos como la obra maestra de Van der Goes. Recibe este nombre porque fue realizado para un convento de Monforte de Lemos, aunque  hoy se encuentra en el Museo de Berlín. Del tríptico original solo  ha llegado a nosotros el panel central
La temática es la adoración de los magos. La escena se sitúa en las ruinas de un palacio en el que se encuentra la Sagrada Familia. A él acuden los Magos para adorar al Niño. A través de la pared se asoma un grupo de aldeanos que observan la escena. Su gusto por el detalle anecdótico lo encontramos en la ardilla que corre sobre la viga de la ventana del fondo.
Pero lo que destaca es el juego de coloridos, variados y luminosos, que justifican que se le denomine el maestro del color. También son notables los juegos de sombras que le ayudan a estudiar el espacio. Como buen flamenco domina los detalles y la textura de los objetos, evidente en el tratamiento de metales, cerámicas y naturalezas muertas. 
El conjunto permite al pintor estudiar la perspectiva, al tiempo que abre un paisaje de fondo donde analiza la vida rural.
Como detalle ya introduce al tercer rey mago, Baltasar, como un hombre de raza negra. El conjunto muestra también sus grandes dotes de retratista, ya que cada personaje es individual y sus gestos y psicología diferentes.

Crucifixión” (1470, Museo Correr, Venecia). Profundo sufrimiento en los rostros de María y de San Juan, que para muchos es la expresión de su tormento interior. Las tonalidades y la composición del paisaje agudizan el dramatismo del conjunto.

Jacob y Raquel” (1470, Christ Church Picture Gallery, Oxford) Realizada en pluma y blanco sobre papel gris. Se trata de un boceto para una tabla mayor.

Retrato de un hombre” (1475, Metropolitan Museum of Art, New York). Muestra las dotes como retratista de Van der Goes.

Tríptico Portinari” (1476-1479, Galleria degli Uffizi, Florencia). 
Es la única obra de la que tenemos certeza de su autoría. Se trata de un tríptico de gran tamaño encargado por Tommaso Portinari, banquero de la familia Medici, en uno de los viajes a Brujas. Estaba destinado a la Iglesia de Santa María la Nuova de Florencia, para el altar de la capilla de San Egidio, fundada por la familia Portinari. Su llegada a Florencia influyó grandemente en los pintores Renacentistas de la época como Luca Signorelli, Ghirlandaio y Leonardo da Vinci. 
El panel central muestra la Adoración de los Pastores con Cristo Niño sobre el suelo en el centro y rodeado por una aureola de luz. María, de rodillas a su izquierda, lo mira con tristeza. Su tamaño destaca sobre las demás figuras, especialmente los ángeles de primer plano y del fondo que son de menor tamaño que el resto de la tabla. La figura de San José aparece discretamente apartada en el lado izquierdo.
Hay un acentuado estudio del espacio jugando con la distribución circular de las figuras y el fondo, que se abre en paisaje y una iglesia, lo que da intemporalidad al conjunto.
El detalle simbólico lo ponen las flores: el lirio naranja símbolo de la pasión; los lirios blancos, flor preferida de van der Goes y los tallos de Columbina que simbolizan la melancolía y los sufrimientos de la Virgen. La gavilla de trigo esparcida tras las flores simbolizan la Eucaristía, es decir la muerte de Cristo. De ahí la tristeza de María y los ángeles, en contraste con la alegría inocente de los pastores.

Los donantes están en los paneles laterales. 
- El izquierdo muestra de rodillas a Tommaso Portinari junto con sus hijos Antonio y Pigello sobre los que aparecen San Antonio Abad y Santo Tomás, patronos de la familia. Los donantes aparecen demacrados  frente a la majestuosidad y solemnidad de los santos patronos, de tamaño mucho mayor. Al fondo María y José camino hacia Belén. 
- En el panel derecho María Baroncelli, mujer de Tommaso Portinari, también de rodillas junto a Margarita, su hija mayor, y acompañadas por Santa Margarita y Santa María Magdalena. El dragón a los pies de Santa Margarita alude a su leyenda: fue enviada a la cárcel por rechazar al gobernador romano Olibrio. Allí sufrió el ataque del diablo en forma de dragón que la devoró. Pero escapó gracias a un crucifijo con el que hizo un agujero en su vientre. Al fondo de la imagen vemos a los Reyes Magos y a sus siervos camino de Belén.

El tríptico cerrado muestra La Anunciación en grisalla. Ubica cada figura dentro de una hornacina de arcos de medio punto. La imagen de la Virgen aparece con el Espíritu Santo en su tradicional figura de paloma. Hay un gran juego de sombras que acentúan el carácter escultórico de éste tipo de pintura.

Retrato de donante con San Juan Bautista” (1478-1480, Walters Art Museum, Baltimore, EEUU) Se trata de la hoja derecha de un díptico.

Adoración de los pastores” (1480, Staatliche Museen, Berlin). Pinta esta obra en los últimos años de su vida, cuando ya estaba retirado en el monasterio. Los detalles cobran importancia y sin embargo no es tan detallista con los rostros como en obras anteriores. De esta manera la composición no tiene una cohesión como en otras obras, y parece querer romper con la tradición y mostrar nuevas formas de representación del conjunto, añadiendo figuras y motivos diversos. Pero no muestra la profundidad que era tradicional en las pinturas de Van der Goes.
La imagen de la Virgen y San José aparecen en el centro, simétricamente colocados de rodillas a los lados del pesebre que es el eje de la pintura y que le permite estudiar la perspectiva. Se encuentran rodeados de ángeles que parecen querer estar cerca del Niño.
A la derecha una ventana nos permite ver el anuncio a los pastores, al tiempo que algunos de ellos ya se asoman por el lado derecho. En primer plano dos profetas descorren unas cortinas lo que parece simbolizar el cumplimiento de las profecías.

Díptico del Descendimiento” (1480, colección particular y Staatliche Museen, Berlín). Curiosamente se trata de un óleo sobre lienzo, abandonando el tradicional soporte flamenco de la madera. Son dos pequeñas representaciones por lo que recibe el nombre de “pequeño descendimiento”. La hoja izquierda muestra a Cristo bajado de la Cruz, realizado con un estudio anatómico preciso. La hoja derecha muestra a María rodeada de las santas mujeres y junto a San Juan con una profunda muestra de dolor.

La Muerte de la Virgen” (1480, Groeninge Museum, Brujas). Fue realizado probablemente para la Abadía de las Dunas de Koksidje y se trasladó a Brujas en el siglo XVII. Su realización coincidió con el episodio de locura que le llevó a un intento de suicidio, lo que hace más dramática su lectura. Se considera la obra maestra del pintor en su última etapa. 
Es una tabla cuadrangular que representa la escena en una habitación cerrada. Los apóstoles se distribuyen alrededor del lecho en el que se encuentra María.
Es el último aliento de la Virgen, entre la vida y la muerte, que es la vida verdadera. Contrastando con el dolor profundo de los Apóstoles, María aparece serena. Su rostro demacrado destaca sobre los tonos malvas y azules del lecho y el manto. María eleva la mirada mortecina al Cielo, donde aparece Cristo en Majestad, con el manto de Gloria y de Pasión, rodeado de ángeles y mostrando las llagas de sus manos. Pero sólo ella le mira
Los apóstoles miran a María y muestran su dolor y cariño por ella. San Pedro, vestido como Papa, sostiene un cirio que simboliza la Luz de la nueva vida.Hay en ellos una gran variedad de colorido jugando con los azules, rojos, ocres y blancos. 

domingo, 3 de marzo de 2013


REFLEXIONES EN TORNO A UN CUADRO: LA VIRGEN DE TOBED, DE JAUME SERRA 


Francisco Amillo


En enero de 2013 el Museo del Prado ha incorporado  a sus fondos un importante grupo de obras de arte que donaron los coleccionistas José Luis Várez Fisa y Milagros Benegas (puedes ver la información en http://www.museodelprado.es/coleccion/donacion-varez-fisa/jose-luis-varez-fisa/). 



Como en AGORABÉN estamos dedicando una serie de charlas a la pintura, medieval voy a hacer un comentario sobre una de las obras donadas: La Virgen del Tobed, una tabla de estilo italo-gótico. La influencia de la pintura sienesa es evidente en el fondo dorado, la delicadeza de los gestos y sus rostros peculiares. 


Tabla central del retablo de la iglesia de Santa María de Tobed donada al Prado enero de 2013. Con ella se completa el resto del retablo que ya estaba en el Prado.

Fue pintada por Jaume Serra entre 1356 y 1359, aunque también se ha atribuido a Francisco Serra, su hermano mayor fallecido en 1362.  Desconocemos las fechas exactas del nacimiento y muerte de Jaume Serra aunque sí se sabe que actuó como pintor entre 1356 y 1390.
De las doce obras que forman la donación  de José Luis Várez Fisa, esta es la más interesante debido a la escasez de pintura catalana italo-gótica del Prado. 

La Virgen de Tobed presenta un tema muy usual en la Edad Media: la Virgen, con manto azul celeste, rodeada de ángeles mientras amamanta a su hijo. Un tema este, el de las Vírgenes de la Leche, que se mantuvo en vigor hasta que fue prohibido por el Concilio de Trento, que lo consideró irreverente. Una forma de pensar, la de aquellos clérigos tridentinos, que hoy día nos resulta chocante…

Supongo que como estáis acostumbrados a la perfección realista de la pintura flamenca, os llamará la atención las desproporciones entre las figuras (Niño demasiado grande, donantes demasiado pequeños) y los errores anatómicos (pecho de la Virgen en posición inverosímil y cuello demasiado ancho, piernas del Niño en una flexión imposible…). Pero tened en cuenta que esta obra es del siglo anterior y que este estilo gótico es el precursor y el que permitió la aparición posterior del flamenco. La humanidad progresa poco a poco, primero un peldaño y luego otro y otro, hasta llegar al arte actual... que para algunos ya nos es arte.

Pero en mi opinión, todo lo anteriormente escrito no es lo más destacable de la obra. Todos esos elementos aparecen en otras tablas de la época. Lo más interesante es que incluye los retratos de sus donantes, Enrique II (1333-1379) y su esposa Juana Manuel. Este Enrique es el que propició la Primera Guerra Civil Castellana al pretender, y conseguir, sustituir en el trono a su hermano por parte de padre, Pedro I el Cruel (1334-1369).  

Enrique II era hijo de Alfonso XI y de su amante Leonor de Guzmán, con la que tuvo nada menos que diez hijos, todos ilegítimos de acuerdo con las leyes de la época. Pedro I era hijo de la reina María de Portugal, por lo que tenía todos los derechos al trono y fue efectivamente rey. 

Sin embargo Enrique no aceptó esta situación y contrató en Francia un ejército de mercenarios comandado por Beltran Duguesclin. Estas tropas eran las «Compañías blancas» así llamadas por el color de sus banderas. Contó también con la ayuda de tropas de la Corona de Aragón. Al frente de este ejército entró en Castilla en marzo de 1366 y fue proclamado por los suyos rey de Castilla y de León. Sus progresos militares fueron grandes ya que al cabo de veinticinco días buena parte de Castilla estaba en su poder. Faltaban Galicia, Asturias y León.

Pedro I huyó a Portugal, de allí pasó a Galicia, donde se embarcó rumbo a la ciudad francesa de Bayona. En esta ciudad contrató los servicios de Eduardo, Príncipe de Gales, denominado popularmente el Príncipe Negro (1330-1376) por el color de la coraza de su armadura. Por el Pacto de Libourne, Guipúzcoa, Álava y parte de La Rioja serían para Navarra y el Señorío de Vizcaya y la villa de Castro Urdiales para Inglaterra.

Habiendo ganado con estas concesiones el apoyo del rey de Navarra, Pedro y su ejército aliado pasaron por Roncesvalles y entraron en Castilla en 1367. El 3 de abril obtuvieron un triunfo importante en la batalla de Nájera. En ella cayó prisionero Beltrán Duguesclín y Enrique tuvo que huir y refugiarse en Aragón.
Batalla de Nájera, en la que Enrique II fue derrotado, pero no de forma definitiva.

Pedro, creyendo que su situación se había consolidado con esta victoria, llevó a cabo una feroz represión ejecutando a todos los que sospechaba que podían ser sus enemigos. El Príncipe Negro, viendo que el rey no pagaba lo que había prometido, abandonó Castilla en agosto. 

Al conocer la noticia Enrique, que se hallaba en Francia, pasó con un ejército por Aragón y comenzó la recuperación de Castilla, empresa que le ocupó hasta 1369. En ese año, el 14 de marzo, se libró una batalla cerca del castillo de Montiel  que se saldó con la derrotada de Pedro, que se refugió en la fortaleza de dicha localidad. Sitiado en ella por su hermano, entró en tratos con Duguesclín para lograr la fuga. El francés lo condujo con engaños a una tienda en la que se hallaron frente a frente Pedro y Enrique. Se abalanzaron el uno contra el otro y cayeron al suelo, quedando encima Pedro. Según la leyenda Duguesclín dijo: "ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor" y puso debajo a Pedro, con lo que Enrique pudo apuñalarlo y proclamarse rey. 

En muchos libros de historia encontrarás que el adjetivo “El Cruel” le fue puesto a Pedro I por el bando vencedor, el de los nobles, que apoyaron a su hermano porque aumentó sus privilegios. Pero para el pueblo, que le llamó “El Justiciero” habría sido un buen rey ya que en las Cortes de Valladolid de 1351 había promulgado unas leyes que promovían el comercio, la artesanía y la seguridad de las personas. Es decir, que esta Guerra Civil Castellana no fue un conflicto dinástico sino un conflicto social en el que la burguesía, partidaria de un sistema económico basado en el desarrollo de la industria y el comercio, fue la gran derrotada. La aristocracia, en cambio, ganó poder frente al rey e impuso un concepto de riqueza basado en la tierra y en los privilegios abusivos de la Mesta. 

Vista así, la victoria nobiliaria fue un fracaso de modernizar la economía castellana, que se redujo al monocultivo de la lana.  Y para más desgracia, esa lana no se elaboraba aquí, sino en Flandes a donde se exportaba. Y desde allí se importaban, más caros, tejidos de lana fina como terciopelos o damascos. Y también se compraban obras de arte y así es cómo el estilo flamenco se introdujo más tarde en España, surgiendo el estilo hispano-flamenco…


Pedro I fue rey de Castilla tras la muerte de su padre en 1350

Volviendo a Pedro I, no voy a discutir todo lo anteriormente expuesto, aunque sólo lo comparto de manera parcial. Voy a insistir en el apelativo de “El Cruel”. Para nuestras tierras, entonces Reino de Valencia, fue efectivamente un rey cruel, sin escrúpulos y arbitrario. Así que para los valencianos lo de Cruel le venía como anillo al dedo. Y lo de “Justiciero” le es aplicable en cuanto que ajustició a muchísimas personas sin garantías jurídicas.
Digo esto en referencia a la GUERRA DE LOS DOS PEDROS, anterior a la guerra civil castellana que acabo de comentar. Fue un conflicto bélico que enfrentó a Pedro I de  Castilla y a Pedro IV de Aragón. Os recomiendo leer mi artículo en el blog HISTOBENIDORM en el que informo sobre esta guerra.  Pincha en este enlace


Tal vez pienses que con tanto hablar de la Historia me he olvidado del cuadro, pero no es así.  
Esta tabla era el panel central del retablo del altar de la Iglesia de Santa María de Tobed (Zaragoza). La iglesia-fortaleza de La Virgen de Tobed es de estilo  gótico-mudéjar y se localiza en el municipio de Tobed (provincia de Zaragoza). Fue construida entre 1356 y 1385. Fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2001.

Es de nave única, con capillas laterales y cubierta con bóveda de cañón apuntado. La cabecera es recta y con tres capillas. Los tramos principales se cubren con bóvedas de crucería mientras que los de separación se cubren con cañón apuntado y apoyan en las torres-contrafuertes. Estas torres le dan carácter defensivo a la iglesia. La decoración exterior es de ladrillo resaltado, formando bandas con motivos geométricos y bandas de azulejos. Se atribuye su diseño y dirección de obra al mudéjar Mahomat Rami, el arquitecto del Papa Benedicto XIII (el Papa Luna de Peñíscola).



Su aspecto externo de fortaleza obedece a que fue construida por la orden militar del Santo Sepulcro de Jerusalén que tenía su sede en Calatayud. Los monjes del Santo Sepulcro decidieron construirla con estas características ante la inminente guerra entre Pedro IV de Aragón y Pedro I de Castilla. Serviría como iglesia y como lugar de defensa, ya que dado su tamaño podrían refugiarse en ella todos los vecinos del pueblo. Y es que, dada la proximidad de la frontera con Castilla, la invasión se veía como algo muy probable. Por eso las obras se iniciaron el mismo año en que comenzó la Guerra de los Dos Pedros. 
La orden del Santo Sepulcro demostró su fidelidad al monarca aragonés ya que mediante un engaño a las tropas castellanas, evitó que el pueblo y el castillo cayeran en manos de Pedro I. Luego éste se vengó saqueando el convento de la Orden en Calatayud. 

Para su altar mayor se encargó al pintor Jaume Serra un retablo y esta tabla era la pieza central. Sus dos puertas, pintadas al temple como retablos independientes estaban dedicados a María Magdalena y a San Juan Bautista, cuyas historias se narran sobre el banco. El conjunto se conservaba repartido entre el Museo del Prado de Madrid, que poseía desde 1965 las dos tablas laterales, y la colección Várez Fisa que poseía la tabla central. Con la donación que acaba de hacerse en este año 2013 el retablo podrá verse completo en el Prado.
Parte izquierda del retablo. Historia  de María Magdalena. En la parte superior,  la Magdalena lava con perfumes los pies de Cristo y los enjuga con sus propias lágrimas y cabellos. A continuación visita de las Santas Mujeres al Sepulcro de Cristo, que encuentran vacío. A la derecha el “Noli me tangere”: la Magdalena es testigo de la primera aparición de Cristo resucitado. La cuarta escena  muerte de la Magdalena y su llevada al cielo por ángeles. En el banc o, oparte inferior del retablo, San Pedro, Santo Domingo y un obispo.


 Historia de  San Juan Bautista. En la parte superior Salomé baila ante Herodes y pide después como premio la cabeza del Bautista. Martirio en  la escena  inferior y finalmente entierro de San Juan realizando un milagro póstumo. En el banco  una santa, San Lorenzo con parrilla y palma de mártir y San Pablo con la espada de su martirio y el libro de sus Epístolas. 

Enrique II patrocinó el retablo porque necesitaba el apoyo de la Corona de Aragón, y este mecenazgo artístico era una muestra de buena voluntad y solicitud de ayuda militar. Por eso Enrique II, iniciador de la dinastía Trastamara, y su esposa aparecen pintados como reyes:  llevan corona y en la parte superior derecha aparece el escudo del reino de  Castilla-León. Era una declaración de intenciones ya que Enrique no sería rey de facto hasta 1369, el año en que mató a su hermano Pedro.