sábado, 22 de junio de 2019

El solsticio de verano y el Puig Campana o cómo el sol ha marcado la historia y el pensamiento de los humanos.



Desde hace unos años por iniciativa de Jaume Climent un grupo de personas nos reunimos junto al cementerio de Benidorm porque desde allí se puede observar la puesta del sol a través de la hendidura del Puig Campana. Es también una tradición que alguien lea algún trabajo relacionado con esta curiosidad astronómica y este año 2019 me ha correspondido hacerlo. Como se que la mayoría de miembros de AGORABEN no pudísteis acudir os pongo aquí el texto. Lo siento pero lo mejor de todo, que es la puesta de sol en vivo, no os la puedo poner aquí. Resignación.


Francisco Amillo Alegre



Fotografía de Ángel Rosique conel sol poniéndose por el "portell" del Puig Campana. Tomada desde un punto concreto de la partida de Marxasos, junto al cementerio. Fue la primera fotografía de esta curiosidad astronómica.






De nuevo otro 21 de junio, y ya son unos cuantos, nos reunimos por invitación de Jaume Climent para ver cómo el sol se pone por el “Portell”, o hendidura del Puig Campana, coincidiendo con el solsticio de verano. Un hecho curioso y sin trascendencia científica, pero que pone en evidencia la fascinación que sobre nosotros ejercen siempre la visión de la inmensa bóveda celeste y los movimientos regulares de los astros que la surcan. 
Una fascinación que los humanos han sentido desde la más remota prehistoria. Es posible que los hombres primitivos que hace 22.000 años vivían en la Cova Gelada, en Sierra Helada, observaran este fenómeno del solsticio estival porque dicha cueva está en la misma alineación que nosotros respecto al “Portell”. Pudieron observar que a lo largo del año el sol se ocultaba por puntos diferentes del horizonte y que el “Portell” era el final noroeste de su recorrido aparente. Es muy probable que por ese motivo le atribuyeran algún sentido mágico. Tampoco el Puig Campana, con su característica hendidura, ha dejado indiferentes a los humanos. En torno suyo surgieron varias leyendas y para los marinos el tajo o “Cuchillada de Roldán” era una referencia obligada en su navegación por el litoral de esta comarca.

Volviendo a nuestros antepasados prehistóricos es evidente que escrutaron el cielo nocturno y diurno con atención y admiración. Observaron que el sol generaba el día y la noche y convirtieron en unidad de tiempo ese movimiento de rotación de nuestro planeta. También vieron que la Luna tenía un movimiento muy regular: cada siete días y medio presentaba una fase distinta y cada treinta días, acabadas las cuatro fases, se volvía a repetir el ciclo. Por eso los calendarios lunares fueron los primeros en utilizarse y surgieron los conceptos de semana y mes. En nuestra civilización aún pervive el origen astronómico de la semana porque sus días llevan los nombres de los cuerpos celestes a los que antaño estaban dedicados: empieza por la Luna (lunes) y sigue por las cinco estrellas móviles que podían ver a simple vista. Nosotros les llamamos planetas y son Marte (martes), Mercurio (miércoles), Júpiter (jueves), Venus (viernes) y Saturno (sábado). Pero el día más importante de la semana, el domingo, lo reservamos al Sol; en algunas lenguas, como el castellano, se ha perdido esa referencia solar aunque se conserva en otras, como el inglés (sunday).

Pero la humanidad progresó y descubrió la agricultura. Los trabajos del campo debían hacerse en el momento oportuno porque en caso contrario las cosechas podían malograrse y con ello peligraba la supervivencia humana. Observaron que el ritmo de la vegetación se adaptaba a las estaciones y que éstas dependían del sol, así que cambiaron el calendario lunar por el solar y crearon una nueva unidad de tiempo: el año solar basado en la regularidad del movimiento de traslación de la Tierra. No tardaron en descubrir que el año con 12 meses de 30 días de su antiguo calendario no encajaba en el año solar de algo más de 365 días y eso obligó a diversas correcciones. Mayas, aztecas, egipcios y otras civilizaciones tuvieron ese problema y le dieron soluciones diferentes. Nosotros lo hemos resuelto creando, tras un largo proceso, un calendario muy complejo ya que tenemos 7 meses de 31 días, 4 meses de 30 días y uno de 28 días pero que cada cuatro años tiene 29. Con otra consecuencia: los diez días que nunca han existido. Se trata de los días del 5 al 14 de octubre de 1582 que fueron borrados del calendario por el papa Gregorio XIII para adecuar el calendario juliano, vigente desde el Imperio Romano, al año solar de 365 días y 6 horas. 

Ya hemos visto que en la antigüedad los humanos estudiaron el movimiento aparente del sol y lo utilizaron para medir el tiempo. También observaron que la vida vegetal dependía de su calor. En invierno no había cosechas y debían vivir de las reservas acumuladas en las otras estaciones. Cuando volvía el calor del sol por la primavera la vegetación renacía y las cosechas empezaban a crecer y madurar. Con ellas los animales y el hombre podían sobrevivir. Por esa capacidad de generar vida el sol se convirtió en una divinidad en muchas culturas.
Eso empezó ya en la prehistoria y abundan los monumentos megalíticos orientados hacia los puntos de salida del sol en los solsticios. El más famoso es Stonehenge, un crómlech de la Edad del Bronce en Gran Bretaña. La alineación de su trilito central con la Heel Stone (o Piedra Talón) señalaba el punto de salida del sol en el solsticio de verano. Hay otros muchos ejemplos de arquitectura megalítica orientada al solsticio de verano. 

Con las grandes culturas históricas el sol fue la divinidad principal o una de las más importantes. En Mesopotamia se llamó Shamash. Hacia el año 4.000 a.C. sus sacerdotes observaron que en cada época del año el dios Sol salía por un punto del horizonte donde momentos antes habían brillado unos determinados grupos de estrellas. Contaron 12 constelaciones diferentes y pensaron que el sol tenía 12 casas distintas a lo largo del año y que en ellas pasaba la noche. Así surgieron los 12 signos del zodíaco. También creyeron que el destino de los humanos dependía de su signo zodiacal y de las alineaciones de los astros en el momento de nacer. Así crearon la pseudociencia de la Astrología, que todavía hoy, por increíble que parezca, sigue teniendo numerosos seguidores.


Shamash, el dios mesopotámico del sol y la justicia, el dios más importante junto con el dios luna. Terracota de hacia el año 1900 a.C.


En el antiguo Egipto el sol también fue una divinidad y le llamaron Ra. Representaba el sol en su máximo esplendor, el creador de la vida y el responsable del ciclo anual de la muerte y la resurrección de la naturaleza. Viajaba por el cielo con su barca, de oriente a occidente, en un viaje de 24 horas. Eso tuvo consecuencias. La orilla oriental, por donde salía Ra, era la de la vida y allí se situaban las ciudades de los vivos. En la orilla occidental, por donde se ponía el sol, estaban las ciudades de los muertos, las necrópolis. Sirvan de ejemplo el Valle de los reyes y el de las Reinas, los lugares destinados para enterrar a los faraones y sus familias. 
A mediados del siglo XVII a.C. Ra se fusionó con Amón, el dios de Tebas, y se llamó Amón-Ra convirtiéndose en la principal divinidad egipcia. El faraón Akhenaton dio un paso más y convirtió el sol en el único dios. Le llamó Atón y su símbolo era el disco solar a mediodía. Pero su reforma fue efímera pues a su muerte se restauró el ancestral culto politeista.


El faraón Akenaton y su familia reciben la bendición del dios sol Atón. El período de Tell-Amarna fue el único en que sólo hubo culto oficial a un único dios, Atón. A la muerte del faraón se volvió al culto de Amón-Ra y de los demás dioses del numeros panteón egipcio.


El culto al sol tuvo importancia en la arquitectura egipcia. Las pirámides se orientaron según los puntos cardinales y por tanto con la salida y la puesta del sol. En el vértice de la pirámide se colocaba una piedra en forma de pirámide que se denomina piramidón. Era el lugar donde se posaba Ra y por tanto significaba la unión del cielo y la tierra. Delante de los templos había dos obeliscos que eran símbolos solares y también estaban rematados por un piramidón. Mención especial merece en templo de Abú Simbel. Era del tipo speos, es decir que estaba excavado en la roca como si fuese una cueva. Sus constructores lo orientaron de forma que durante el solsticio de verano los rayos de sol del amanecer penetraban hasta lo más profundo, hasta el santuario donde estaban las estatuas de los dioses.



El dios sol, Helios, viajando por el firmamento según una cerámica griega.


Nuestra civilización occidental debe mucho a las antiguas culturas clásicas de Grecia y Roma. También en ellas el sol jugó un papel importante y lo abordaron por dos vías, la mitológica y la científica. Mediante la mitología explicaban el origen de las cosas haciendo intervenir a los dioses. Con la ciencia intentaban entender el mundo mediante la razón. Eran dos visiones que se contradecían pero las dos coexistieron durante bastantes siglos; los humanos somos así, una mezcla de razón y sentimiento y por eso, a veces, somos tan contradictorios.
Veamos la Mitología griega. El dios sol más antiguo fue Helios, hermano de Selene (la Luna) y de Eos (la Aurora). Lo representaban como un joven de gran belleza que alrededor de su cabeza tenía una aureola brillante. Recorría el firmamento montado en un carro tirado por cuatro caballos que según Píndaro “arrojaban fuego”. Salía por oriente y se ocultaba por las Hespérides, u occidente, iniciándose la noche. Viajaba hasta la tierra de los etíopes pasando allí el resto de la oscuridad, hasta que su nueva salida creaba un nuevo día.
Es muy interesante el mito de Faetón, el hijo de Helios, por lo que tiene de explicación cosmológica. Según este relato el muchacho arrancó su padre la promesa de concederle un deseo. Cuando Helios supo que su hijo quería conducir su carro intentó negarse aduciendo que era muy peligroso. Pero, atado por su juramento, no tuvo más remedio que acceder. 
El alocado adolescente subió al carro solar y espoleó los caballos. Tanto que salieron a toda velocidad y Faetón, presa del pánico, perdió el control. Se dirigió hacia el norte y cada vez subía más alto por lo que la tierra, a su paso se iba  enfriando y finalmente se heló. Entonces dio la vuelta y empezó a bajar. Pero al llegar al sur bajó tanto que la vegetación se secó y ardió. Así convirtió en desierto la mayor parte de África y quemó a los etíopes que desde entonces tienen la piel negra. Volvió a ascender y Faetón seguía sin poder controlar los caballos. Para evitar más desastres Zeus lanzó un rayo al carro desbocado para pararlo. Lo consiguió y paró tan bruscamente que Faetón salió disparado y se precipitó hacia la tierra. Cayó sobre el río Erídano (el Po) y se ahogó.

Siglos más adelante la mitología griega identificó a Helios con Apolo y así se convirtió en dios del Sol. Pero como tenía también otros menesteres, aparte de conducir el carro por el firmamento, dejó de ser un dios exclusivamente solar. Después de Zeus fue el dios más importante del mundo grecorromano. Era el dios de las artes, de la belleza, de la perfección, de la armonía, del equilibrio, de la razón, de la verdad, del arco y la flecha, de la muerte súbita, de las plagas y enfermedades, de la curación... Con tantos atributos no sorprende que se le erigieran muchísimos templos.

La cultura romana no fue tan brillante como la griega y por eso asimiló muchos de sus elementos, incluyendo a los dioses como Apolo. Sin embargo desde sus remotos orígenes como ciudad Roma había tenido su propio culto al dios sol aunque su mayor desarrollo vino en época imperial. Fue el emperador Heliogábalo el que lo impuso ya que era ferviente partidario. Lo dejó claro hasta en su nombre que está formado por Helio, sol en griego, y por Gabal, el dios sol de Siria, de donde era originario. Posteriormente, en el año 274 d.C., el emperador Aureliano lo convirtió en culto oficial. Celebraban el nacimiento del “Sol Invictus” del 22 al 25 de diciembre. Festejaban así el nacimiento de un nuevo sol que vencía a la oscuridad ya que los días empezaban a hacerse más largos. Y finalmente, el emperador Constantino estableció como día de descanso semanal el día del Sol Invictus y desde entonces el domingo es nuestro festivo semanal.



Moneda del emperador Constantino con la leyenda SOLI INVICTO COMITI, el sol invicto como compañero invencible del emperador. 
Constantino decretó el 7 de marzo de 321 que el dies Solis, esto es el domingo, sería el día romano del descanso.


Las civilizaciones clásicas declinaron y su vacío lo ocupó el cristianismo, otro de los grandes pilares de nuestra civilización occidental. Los cristianos no podían aceptar la divinidad del sol pero la fuerza de las antiguas creencias les llevó a adaptarlas a las nuevas. Así el Sol Invictus fue asimilado a Jesucristo y el día 25 de diciembre, la fecha de nacimiento del Sol Invicto (Dies natalis Solis Invicti) fue convertida en la del nacimiento de Cristo; de Natalis deriva nuestra palabra Navidad.
También dieron un sentido espiritual a la luz del sol, considerada como el bien, frente a la oscuridad, símbolo del mal. Esta identificación de Jesucristo con el sol y con la luz procedía del Evangelio de San Juan que dice: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”. Por esa causa en la Edad Media las iglesias de los monasterios se orientaban de este a oeste. Los monjes acudían a rezar en ellas varias veces a lo largo de la noche. El rezo de los maitines empezaba de noche pero durante él la luz del amanecer penetraba por los ventanales del ábside y se teñía de sus brillantes colores. La vuelta de la luz simbolizaba el triunfo del bien y el final del mal y de la noche, llena de peligros y terrores. Posteriormente otras muchas iglesias y catedrales se orientaron de este a oeste buscando ese simbolismo. Desde entonces la luz como elemento espiritual ha estado presente en el pensamiento y las obras de arte del mundo occidental.





El final de esta evolución de la actitud humana respecto al sol empezó con el Renacimiento. Hemos visto que el mito fue una forma de explicar el mundo. Aristóteles y otros científicos griegos posteriores utilizaron la razón y los cálculos matemáticos. La divinidad del sol quedó fuera de juego y se convirtió en un objeto celeste cuyos movimientos se podían predecir con exactitud. Incluso los eclipses, que antes habían aterrorizado a las gentes, se podían predecir y explicar racionalmente. Se perdió la belleza ingenua del mito pero se ganó en exactitud. 
Los científicos de la antigua Grecia habían creado un conjunto de conocimientos que fueron recuperados por los europeos del siglo XVI que crearon la moderna astronomía. Con ella el sol nos ha desvelado muchos de sus secretos y poco a poco se irán desvelando otros. Ha perdido la magia y el misterio de antaño pero la fascinación y el atractivo del astro rey siguen vigentes. La prueba está en que nos hemos vuelto a reunir en Benidorm, la ciudad del turismo de sol y playa, para ver un fenómeno solar que se repite año tras año en el Portell del Puig Campana. También se repite su encanto y por eso volveremos el año próximo. Muchas gracias por vuestra atención y feliz solsticio de verano.