sábado, 3 de enero de 2015

Tragedia y mito de Beatrice Cenci, la atractiva joven romana condenada a muerte por el asesinato de su padre. 



Francisco Amillo


El año 1599 el famoso pintor Michelangelo Merisi Caravaggio pintaba un cuadro de tema bíblico: Judit decapitando a Holofernes. Se caracteriza por los fuertes contrastes de luz y sombra típicos de la escuela que él creó, la tenebrista. Pero lo que ahora me interesa destacar es otra característica que también defendió: el realismo extremo. Se aprecia en el rostro y manos de Abra, la criada, y también en el rostro normal y corriente de Judit, a pesar de que según la Biblia era de una belleza extraordinaria. Tomó como modelo a una prostituta que trabajaba para el comitente del cuadro. Fue una imposición suya y ya se sabe que quien paga manda...

Según varios autores el realismo es también muy notable en la representación de la decapitación. "Caravaggio describió una escena de decapitación tan veraz, que el espectador por primera vez, se sintió relacionado con la experiencia sensorial e interna producida por el seccionamiento de un cuello".
La sangre de un rojo intenso, sale proyectada con tanta fuerza en varios chorros que casi no mancha las sábanas. Es tan realista, dicen, que tuvo que inspirarse en una ejecución real, la de Beatrice Cenci. En la versión inglesa de wikipedia se recoge esta opinión y se cita la fuente. Dice que "the details of blood and decapitation, were presumably drawn from his observations of the public execution of Beatrice Cenci a few years before". 
Aunque aquí se confunde la fecha ya que la decapitación se produjo en el mismo año 1599 en el que se acabó el cuadro. 
Es una opinión defendida por varios autores pero sabemos que Caravaggio había entregado el cuadro a su comitente a finales de septiembre y la ejecución de Beatrice había ocurrido el día 11 de ese mes. Poco tiempo para hacer cambios. Además  tampoco hizo modificaciones en la sangre aunque sí en la cabeza de Holofernes: los rayos X han revelado que Caravaggio varió su colocación, separándola ligeramente del torso y moviéndola  hacia la derecha. Por tanto no parece probable que sea cierto que se inspirara en la ejecución de Beatrice Cenci. Pero sí en otras, porque en aquellos tiempos los verdugos estaban muy ocupados...



1 Caravaggio: "Judit y Holofernes" 1599. Óleo sobre tela 144×195 cm. Galería Nacional de Arte Antiguo, Roma.

De todas formas intentar averiguar la verosimilitud de este detalle del cuadro me obligó a buscar información sobre Beatrice Cenci (1577-1599), un personaje que impresionó no sólo a sus contemporáneos sino también a una multitud de artistas y escritores posteriores. Me encontré con una historia tan interesante que no he resistido la tentación de compartirla con vosotros.  

Beatrice era una aristócrata italiana que se convirtió en un mito en la Roma del siglo XVII. Si embargo su historia fue bastante anodina y nada hacía presagiar su futura leyenda. Esta llegó con su trágico final a los veintidós años de edad ya que fue condenada a muerte tras un rocambolesco y mediático juicio por parricidio que dio pábulo a la creación de un mito.
Desde entonces la leyenda se enseñoreó de su biografía, tanto que incluso en la actualidad nos resulta muy difícil separar ambos aspectos.  Es un mito que sigue teniendo una gran fuerza...



2 Guido Reni (1579-1642): "Retrato de Beatriz Cenci", h. 1600. Óleo sobre lienzo, 75x50 cm.  Colección Barberini. Realizado al año siguiente de su muerte cuando ya se había convertido en un mito. Se dice que la representó en forma de sibila.

Para entender la historia de Beatrice es precio hablar primero de su padre Francesco Cenci (1549-1598). Era un noble romano hijo de Beatrice Arias y de Cristóbal Cenci, un clérigo que amasó una cuantiosa fortuna ejerciendo el importante cargo de tesorero general de la Cámara Apostólica. Eso suponía que por sus manos pasaba todo el dinero de los Estados Pontificios y algo se quedaba en ellas. Que un clérigo tuviese hijos, lógicamente sin estar casado, era muy normal en la Roma renacentista. Los ejemplos de los papas Alejandro VI y su enemigo Julio II son de sobra conocidos, pero había muchos más. El concilio de Trento intentó acabar con esta vida licenciosa de los eclesiásticos pero Cristóbal Cenci no se dio por enterado...  

Cuando murió en 1562 su hijo Francesco, de 13 años de edad, heredó una fortuna considerable y el título de conde.
Al año siguiente casó con Ersilia Santacroce, que también tenía catorce años. Vivieron en Roma, en Palazzo Cenci, junto ghetto El matrimonio duró veintiún años y tuvo doce hijos de los que sólo siete llegaron a la edad adulta, cinco varones y dos mujeres. 

En 1584 Ersilia murió de parto y Francesco hizo ingresar en un convento de franciscanas a sus dos hijas, Antonina y Beatrice. Ésta era la más pequeña y tenía 10 años. Estuvieron educándose con las monjas ocho años, tras los cuales regresaron a la casa paterna. 
Al año siguiente, en 1593, Francesco casó en segundas nupcias con Lucrecia Petroni, también viuda. Fruto de este segundo matrimonio fue Bernardo.

Se decía que Francisco era un hombre de carácter despótico y violento, que participó en peleas y episodios sangrientos. Pero la crueldad monstruosa que la tradición popular le ha atribuido ha sido negada por algunos historiadores.
Lo que sí parece claro es que había sido condenado tres veces por sodomía, delito que entonces suponía  la pena de muerte. Su condición de noble y el pago de grandes sumas de dinero le permitieron evitarla, aunque su patrimonio se resintió gravemente.
También es cierto que mantuvo pésimas relaciones con sus hijos varones que se ganaron una muy mala reputación por su vida disoluta y violenta. El hijo mayor, Giacomo había intentado asesinarlo en 1595 y sus otros dos hijos, Rocco y Cristoforo, murieron en peleas.

Según la leyenda sus esposas sufrieron las consecuencias del carácter sumamente violento de Francesco. Sus hijas Antonina y Beatrice también padecieron malos tratos e incluso intentos de violación, extremo este que los historiadores actuales han cuestionado.

De todas formas las relaciones en el seno de la familia debían ser muy malas. Eso explicaría que Antonina, la hija mayor, buscara la ayuda del papa Clemente VIII. Le suplicó que la liberara de la opresiva patria potestad enviándola a un convento o casándola. El papa, como máxima autoridad política de los Estados Pontificios, le concedió la segunda petición y concertó su matrimonio con el joven noble Carlo Gabrielli obligando a Francesco a pagar una gran dote.



3 Harriet Goodhue Hosmer: "Beatrice Cenci, 1857. Escultura en mármol. Mercantile Library, University of Missouri-St. Louis.

Poco después envió a Beatrice, a su esposa Lucrecia y a los dos hijos varones que le quedaban a la localidad de Petrella Salto, donde poseía un pequeño castillo denominado la Rocca. Estaba en el Reino de Nápoles y por tanto fuera de la jurisdicción del papa ya que pertenecía al rey de España. 

No está clara la causa de este traslado. Según la leyenda lo hizo por temor a que Beatrice siguiese el ejemplo de Antonina y buscara el amparo de Clemente VII para huir de casa. Los más malpensados dijeron que quería tenerla para él sólo. Otros, que quería evitar que el papa le obligara a pagar otra alta dote.


4 Iglesia de Santa María la Mayor en Roma. Estatua de Clemente VIII de la familia Borghese y papa de 1592 a 1605.

Otra versión explica que Beatrice alertó a las autoridades sobre sus abusos, pero no se hizo nada a pesar de que todos en Roma sabían qué clase de persona era su padre. Cuando Franceso se enteró de que su hija lo había denunciado la envió junto con su madrastra lejos de Roma, al castillo de la familia. 
Sin embargo hay historiadores que sostienen que fue para ocultar un embarazo de la soltera Beatrice, una gran deshonra según la mentalidad de la época.

En 1597 Francesco, enfermo de sarna y gota y presionado por los acreedores, se retiró también a Petrella. Con su presencia, la vida de la familia volvió a ser muy dura, un infierno. Y tomaron la decisión de asesinarlo.

El 9 de septiembre 1598 intentaron matarlo suministrándole opio en una bebida para simular una muerte por enfermedad. Pero la dosis no debió ser lo suficientemente alta ya que sólo consiguieron dormirlo profundamente. Por eso recurrieron a dos sirvientes del castillo. Uno era Olympio Calvetti, del que algunos autores dicen que era amante de Beatrice. El otro era Marzio de Fioran, llamado "il Catalano". Recibirían 2.000 cequíes de oro. Siguiendo las indicaciones de Giacomo, Lucrecia y Beatriz los sicarios entraron en su dormitorio y le clavaron dos grandes clavos con un martillo, uno por el ojo y otro por la garganta.

Trataron de ocultar el crimen simulando un accidente. Vistieron el cuerpo, abrieron un boquete en un balcón y arrojaron el cuerpo muralla abajo, al barranco rocoso que rodeaba el castillo. A la mañana siguiente la familia dijo que al levantarse Francesco y asomarse al balcón éste se había hundido y se había precipitado al vacío. 

Sin embargo nadie creyó la versión de la familia. Un testigo certificó que el cadáver estaba muy frío como correspondía a un cuerpo que llevaba varias horas muerto y no recién caído. 
Pese a que el asesinato era un  secreto a voces en un principio la justicia no hizo averiguaciones. Enterraron a Francesco en la iglesia de Santa María de Petrella y su familia regresó a Roma, a su residencia en el Palazzo Cenci.

A pesar de los continuados rumores y sospechas de la opinión pública sobre la causa real de la muerte de Cenci las autoridades de Nápoles no intervinieron hasta que Marzio de Fioran fue encarcelado por otro delito. Fue torturado, algo habitual en los procedimientos judiciales de la época, y acabó confesando los dos delitos. Eso les llevó a investigar los hechos. 
Exhumaron el cuerpo y un médico y dos cirujanos que lo examinaron excluyeron su muerte por accidente a causa del tipo de heridas que presentaba en la cabeza. Una lavandera declaró que Beatrice le había pedido que lavara las sábanas empapadas de sangre indicándole que se habían ensuciado porque había tenido una fuerte hemorragia. Las autoridades napolitanas enviaron los correspondientes informes a Roma y pidieron la extradición de los Cenci.

Olympio Calvetti huyó y no pudo ser interrogado. Pero eso no le libró del destino funesto reservado a todos los que intervinieron en este asunto: acabó siendo asesinado por un familiar de los Cenci para que no contara nada.
Con los informes llegados de Nápoles la familia Cenci fue encarcelada y se inició el juicio en Roma. El papa no había aceptado la petición de extradición de la justicia napolitana. Se trataba de una familia muy rica y se incautaría de sus bienes si era condenada a muerte.

Según la leyenda Beatrice fue torturada con una cuerda. Soportó el sufrimiento heroicamente sin confesarse culpable. No le sirvió de nada, porque su madrastra y hermanos sí confesaron y la acusaron de ser la principal instigadora del parricidio. 

A pesar de eso el pueblo de Roma se puso de su parte, aceptando los argumentos de la defensa sobre las violaciones y malos tratos que sufría por parte del padre. Los romanos estaban muy descontentos con el gobierno absoluto del papa y se extendió el rumor de que Clemente VIII quería apoderarse de la fortuna de los Cenci y para eso necesitaba su condena. Beatrice se convirtió así en una víctima del despotismo papal y un ídolo popular para los romanos. Su leyenda comenzó a forjarse.



5 Beatrice Cenci en la cárcel,  obra de Achille Leonardi, 1852.

Pero la presión popular sólo consiguió retrasar la ejecución de la sentencia. Clemente VIII no hizo honor a su nombre y desoyó las peticiones de clemencia. Giacomo subió al patíbulo donde recibió un mazazo que le causó la muerte y luego su cadáver fue descuartizado. Beatrice y Lucrezia fueron decapitadas a espada. El hermano menor, Bernardo, que entonces tenía trece años y no había tomado parte activa en el crimen, fue declarado culpable de no informar y se le obligó a presenciar la ejecución de su familia. Previamente había sido condenado a galeras a perpetuidad. Sólo unos pocos años más tarde, tras el pago de una gran suma de dinero, recuperó la libertad y abandonó las galeras pontificias.

El cuerpo de Beatrice Cenci fue recogido por los hermanos de la Cofradía de la Misericordia y, rodeados por la multitud, lo llevaron en procesión hasta la iglesia de San Pietro in Montorio. La enterraron bajo el altar mayor adornado con rosas, con  la cabeza apoyada en una bandeja de plata, como un homenaje a la víctima de la opresión de los poderosos.



6 En la última década del siglo XIX trabajando en la canalización del Tíber se encontraron junto al puente de Castel Sant'Angelo los almacenes con los instrumentos de los verdugos. Apareció esta "espada de la justicia"  del siglo XVI. Es casi seguro que con ella se realizaron las decapitaciones de Beatrice Cenci y Lucrecia Petroni. La hoja es de 101 cm de largo, 5 de ancho en la punta y 7 en la base. La empuñadura de madera mide 39 cm.

La sentencia se había ejecutado al alba del 11 de septiembre 1599 en la plaza del puente del Castel Sant'Angelo abarrotado de gente. Entre el público es muy probable que estuviera el pintor Caravaggio observando la decapitación de las dos mujeres con máxima atención, con su mirada acostumbrada a escudriñar la realidad hasta en sus mínimos detalles. De ahí, afirman varios autores, procede el realismo extraordinario de su cuadro sobre la decapitación de Holofernes. Pero ya hemos visto que es poco probable...



7 Ejecución de Beatrice Cenci.

Las propiedades de los Cenci fueron confiscadas y pasaron a la familia del papa. Para el pueblo de Roma Beatrice se había convertido en un símbolo de resistencia contra las arbitrariedades de la aristocracia y el papado. Y así surgió su leyenda de heroína noble y hermosa, víctima de la lujuria de la aristocracia y de la codicia del papa... 
Para embellecerla aún más se cuenta que cada año en la noche anterior al día de su decapitación vuelve al puente de Sant'Angelo llevando la cabeza entre sus brazos...

Esta triste y romántica historia se mantuvo durante mucho tiempo en el imaginario colectivo y no sólo de los romanos. En los siglos siguientes y en varios países inspiró a varios artistas y también a escritores como Shelley (Los Cenci: una tragedia en cinco actos, 1819), Stendhal (Los Cenci, crónicas italianas, 1839), Dumas (Los Cenci, 1938), Artaud (Los Cenci, 1934). Alberto Moravia escribió una obra teatral (Beatriz Cenci, 1958) y Alberto Ginastera escribió en 1971 una ópera en dos actos. En cuanto al cine ha dado origen a tres films, los de Guido Brignone (Beatrice Cenci, 1941), Riccardo Freda (Beatrice Cenci, 1956) y Lucio Fulci (Beatrice Cenci, 1969).

El primer intento de tratar el tema con evidencias documentales fue el de A. Bertolotti en su obra "Francesco Cenci e la sua famiglia" (2ª edición, Florencia, 1879). Incluye una serie de documentos con los que intenta sitúar los acontecimientos en su verdadera dimensión. Dio a conocer el testamento de Beatrice y sugiere la existencia de un hijo oculto de Beatrice, criado por la señora Catarina de Santis. Dejaba en un principio 300 escudos a un "pobre niñito" y luego, el último día de vida, amplió la suma a 1.000 escudos disponiendo que al cumplir los 20 años de edad podría poseer libremente ese dinero. En base a estos datos se ha sugerido que este niño misterioso pudo haber sido fruto de una relación  con Olympio Calvetti y que su embarazo fue el motivo por el cual su padre la encerró en La Rocca.

Como habéis podido comprobar es una historia con muchas incertidumbres, tantas que no sabemos con certeza donde acaba la realidad y empieza la leyenda. Además el mito de Beatrice Cenci es  tan poderosamente atractivo que se resiste a desaparecer...

viernes, 2 de enero de 2015



El mito de Filemón y Baucis o la pareja perfecta.



Francisco Amillo


Queridos amigos de AGORABEN. Os propongo, de nuevo, un retorno a los clásicos grecorromanos. A pesar de los muchos siglos transcurridos, siguen siendo fuente de inspiración y su lectura nos sigue enriqueciendo por las reflexiones que nos sugiere. 


Me gustaría que hoy dedicáramos un breve tiempo al mito de Filemón y Baucis. Ya sabéis que los mitos griegos eran una forma de explicar el porqué de las cosas. Del mundo físico y de sus habitantes. Luego, el desarrollo de la ciencia griega descubrió que explicar el mundo y el hombre mediante la razón era mucho más efectivo. Triunfó el logos, es decir la razón, pero el mito sobrevivió, tanta era su fuerza. Y más tarde la civilización griega acabó desapareciendo pero no su cultura: la palabra, otro significado de logos, permaneció escrita en los libros y aseguró su inmortalidad. 
A través de ellos, de los libros, mito y logos atravesaron los turbulentos tiempos del final del imperio romano, de las invasiones de los pueblos bárbaros y la Edad Media, durante la que se copiaron con paciencia en las bibliotecas de los monasterios. Con el Renacimiento volvió su segunda edad de oro. Los europeos editaron y volvieron a estudiar y amar esos libros. Y también trataron de regir su vida por los valores del mundo clásico, compatibles, pensaban, con el cristianismo. 

Uno de esos mitos que los europeos de los siglos XVI a XVIII tanto admiraron por su alto contenido en valores morales fue el de Filemón y Baucis. Se trata, cosa curiosa, de dos sencillos mortales, de humilde condición. Porque los protagonistas del mito habían sido siempre dioses, semidioses, gigantes, reyes, héroes, etc. Pero este mito hablaba de dos pobres viejecitos que vivían en una cabaña de madera con techo de paja, algo que rompía los esquemas entonces vigentes. 


“Filemón y Baucis”, cuadro pintado por Adam Elsheimer hacia el año 1600. A la izquierda Zeus y Hermes con aspecto humano. A la derecha los ancianos Filemón y su esposa Baucis.



Un mito que no sólo fue apreciado por humanistas y escritores. También los artistas fueron seducidos por su encanto.
Entre los músicos destacan dos grandes compositores alemanes del siglo XVIII. El gran Joseph Haydn  le dedicó en 1773 una ópera cómica, de marionetas, titulada “Filemón y Baucis, o Júpiter sobre la Tierra”. Poco después, en 1779, el también famoso Christoph von Gluck escribió una ópera-ballet sobre el mismo  tema titulado “Filemón y Baucis. La fiesta de Apolo”. 


Pero fueron los pintores los que más popularizaron y difundieron el mito. Voy a narrarlo e iré intercalando alguno de sus cuadros para ilustrar la narración. 




Johann Karl Loth: Júpiter y Mercurio con Filemón y Baucis, h.1659. 178 x 252 cm. Kunsthistorisches Museum, Vienna. Los dioses, sentados y de incógnito, conversan y beben vino en una humilde cabaña. Los ancianos  descubren con sorpresa su carácter divino… Las potentes musculaturas de los personajes siguen el modelo anatómico instaurado por Miguel Ángel. Pero su realismo, la composición oblicua y los fuertes contraste lumínicos nos indican que es una obra del período Barroco.

Seguiré el relato del gran poeta romano Publio Ovidio Nasón (43 a.C. al 17 d.C.) que en el libro VIII de “Las Metamorfosis”  nos ofrece la versión que más influencia ejerció en nuestra cultura occidental. Este libro estaba terminado hacia el año 9 de nuestra Era, cuando el poeta marchó al exilio. He utilizado la traducción que ofrece el Ministerio de Educación en http://www.edu.mec.gub.uy/biblioteca_digital/libros/O/Ovidio%20-%20Metamorfosis.pdf
El texto latino está en verso y esta traducción intenta mantener su ritmo original. Es un intento loable, aunque tiene un precio: es más difícil de leer. 
Aquí tenéis un ejemplo con el texto latino y su traducción:

sic ait: “inmensa est finemque potentia caeli
non habet, et quicquid superi voluere, peractum est,
 quoque minus dubites, tiliae contermina quercus
 collibus est Phrygiis modico circumdata muro;
 ipse locum vidi;”

así dice: “Inmenso es, y límite el poderío del cielo
no tiene, y cuanto los altísimos quisieron, realizado fue.
Y para que menos lo dudes, a un tilo contigua una encina
en las colinas frigias hay, circundada por un intermedio muro.
Yo mismo el lugar vi”

Como veis este texto resulta complicado de entender. Por eso he incluido una versión que actualiza el estilo, para hacerlo más asequible.

Según Ovidio, los hechos ocurrieron “en las colinas frigias” es decir en un lugar indeterminado de Frigia, en el centro de la actual Turquía. 
Un buen día “Zeus  acá vino, en aspecto mortal, y con él su hijo  Hermes, el portador del caduceo, dejadas sus alas.” Es decir que los dos dioses acudieron a Frigia de incógnito, sin sus atributos. Zeus o Júpiter según el nombre latino, no llevaba su rayo y Hermes había dejado su sombrero  y sandalias con alas, símbolos del mensajero de los dioses, que corría presuroso por los caminos. El caduceo era su bastón, con dos serpientes enroscadas y también rematado con un par de alas.


Hermes atándose las sandalias aladas. Escultura en bronce de François Rude, del año 1827. Museo del Louvre. 


Su paseo por la tierra no fue muy afortunado: los frigios les negaron el derecho sagrado de la hospitalidad y, como se dice vulgarmente, les dieron con la puerta en las narices: “A mil casas acudieron pidiendo un lugar para el descanso y mil casas atrancaron sus puertas”.

Al final encontraron alguien que se apiadó de ellos y los acogió para que pudiesen pasar la noche. Fue precisamente la casa más pobre de la comarca: “pequeña, ciertamente, con paredes de troncos y techo de caña palustre”. Sus habitantes eran “la piadosa anciana Baucis y Filemon, de pareja edad. En ella se unieron en sus años juveniles y en aquella cabaña envejecieron”. Eran muy pobres pero soportaban la pobreza con dignidad y vivían felices. No tenían ni esclavos ni criados; ellos debían trabajar para conseguir todo lo que necesitaban.

La cabaña era tan pequeña que los dioses, para poder entrar, tuvieron que agacharse: “y bajando la cabeza entraron en esos humildes postes”. Filemón cumplió al instante con sus obligaciones de anfitrión y les trajo un asiento para que pudiesen descansar de las fatigas del camino. Baucis, más detallista, les puso un cojín en el asiento de madera para que estuviesen más cómodos.


Pedro Pablo  Rubens: “Filemón y Baucis”. Interior de una casa humilde, muy realista, contrastando con la irrealidad de los dioses.

A continuación la anciana se dispuso a prepararles la comida. Primero encendió el fuego:  “en el fogón retiró la tibia ceniza y luego el fuego encendió con hojas y lo alimentó  con corteza seca. Avivó las llamas con su soplo senil y muy astilladas antorchas y ramajos áridos del techo bajó y los desmenuzó”.
A continuación arrimó al fuego un pequeño caldero y puso a hervir unas hortalizas que “su esposo había recogido del bien regado huerto”. Además tenían colgado de una viga un trozo de carne seca de lomo de cerdo. Cortó un buen pedazo y lo añadió al caldero hirviendo. Se ayudó con una horquilla de dos cuernos. Esta horquilla es el precedente de nuestro tenedor; aún faltaban muchos siglos para que se inventase.

Mientras Baucis cocinaba, los dioses estaban esperando sentados y charlando. Filemón les acercó un barreño de madera de haya que guardaban colgado “por un clavo suspendido de su dura asa”. Lo llenó de agua templada para que se aseasen.

Y mientras los dioses se dedicaban a su higiene personal, Filemón preparó un diván bien mullido para que comiesen. Ovidio, como buen romano, tenía la costumbre de comer reclinado en un diván y coloca esta costumbre romana en el mito griego. Para darle mejor aspecto, Filemón lo cubrió con la ropa que “en tiempos de fiesta a tender acostumbraban” pero aun así, dice Ovidio, era “vil y vieja”.
Esta pobreza no molestó a los dioses. Tampoco se ofendieron cuando Baucis, toda temblorosa por la edad, colocó una mesita delante de los divanes y la mesita empezó también a temblar. Una de las patas era más corta que las otras. Baucis lo arregló al momento poniendo una teja debajo de ella. 

Corregida la molesta inclinación de la mesa les sirvió la comida. Fijaos cual era, según Ovidio, el menú de una casa pobre: “aceitunas, cerezas silvestres, achicorias, rábano, requesón y huevos poco cocidos, todo ello en cacharros de arcilla”. A continuación la comida caliente, el lomo con hortalizas que había estado hirviendo. Todo ello acompañado por un vino de la tierra.  Además les ofrecieron de postre nueces, miel, ciruelas y “fragantes manzanas en anchos canastos y purpúreas uvas de las vides recolectadas”. Y lo más importante: todo esto lo hicieron con “caras amables y buena voluntad.


David Rijckaert: “Filemón y Baucis dando hospitalidad a Júpiter y Mercurio”, hacia 1650. Colección particular. Aunque en el relato de Ovidio está muy claro que los dioses estaban de incógnito, el autor los presenta con sus atributos.


Respecto al vino nos cuenta Ovidio que se sirvió en crátera “cincelada en plata”. La crátera era un recipiente de boca muy ancha donde se mezclaba  el vino con agua. A pesar de este “bautizo” del vino o tal vez precisamente por ello, los romanos lo bebían en grandes cantidades. Para ellos era un alimento, así que no lo escatimaban. Los esclavos, según el tacaño y avariento Catón, debían beber cinco litros de vino a la semana. Los hombres libres duplicaban fácilmente esa cantidad.
Para coger el vino de la crátera existían unos recipientes especiales, denominados cálices o kylis, con un asa muy grande. Los que Filemón ofreció a sus divinos huéspedes eran de madera de haya e impermeabilizados con cera, algo típico de los pobres.

Pero de repente los ancianos descubrieron algo que los sobrecogió: por más que sus huéspedes  bebían y bebían, la crátera siempre estaba llena. Así se enteraron de que eran dioses: “Entre tanto, tantas veces apurada, la crátera  se rellena por voluntad propia, y por sí mismos ven recrecerse los vinos: atónitos por la novedad se asustan y con las manos hacia arriba  musita Baucis plegarias.

Filemón piensa asustado que han ofrecido un pobre ágape a sus divinos huéspedes e intenta poner remedio a tan penosa situación. Sólo tienen un ganso y los dos ancianos deciden sacrificarlo para ellos. 
Pero el animal era muy ágil y veloz y ellos lentos y torpes por la edad. El ganso se escapa y se refugia entre los pies de los dioses y  “los altísimos impidieron que lo mataran.” Habían dado pruebas suficientes de su hospitalidad y respeto a los dioses.


Rembrandt: Filemón y Baucis, año 1658. 55 x 69 cm. National Gallery of Art, Washington


A continuación les explicaron su propósito de castigar a todos los que no habían cumplido el sagrado deber de la hospitalidad: “Dioses somos, y sus merecidos castigos pagará esta vecindad  impía”. 
Les tranquilizaron diciendo que ellos quedarían a salvo porque habían honrado a los dioses ofreciéndoles lo que tenían. Pero deberían abandonar su cabaña y seguirlos hasta lo alto del monte.
Obedecen ambos, y ayudándose con sus bastones  se afanan en ascender la larga cuesta”. Aún les faltaba un pequeño tramo para llegar a la cumbre cuando volvieron su vista atrás y observaron espantados cómo una terrible inundación había arrasado toda la ciudad y sólo los tejados emergían de la aguas. La otrora populosa urbe era ahora una laguna.
Paisaje con Filemón y Baucis, cuadro de Peter Paul Rubens, 1620. 147 cm × 209 cm. Museo de Historia del Arte de Viena.
Una tormenta  ha provocado la inundación del río. Junto a una catarata, el arco iris indica el final del castigo y el cielo tormentoso se ilumina. A la derecha los ancianos y los dioses observan el resultado del castigo divino.
Los árboles han sido arrancados y las casas arrastradas; un hombre busca refugio en una roca y otro intenta subir a un árbol. Un buey está atrapado en un tronco de árbol que es arrastrado hacia la cascada. En el extremo inferior izquierdo dos cadáveres humanos evocan el desastre causado por la tempestad.
En realidad el tema de Filemón y Baucis es un  mero pretexto para pintar un  paisaje tormentoso, el verdadero protagonista del cuadro.

Bueno, no todas las casas estaban anegadas. Su vieja cabaña, “pequeña incluso para sus dos dueños”, estaba intacta. Y un nuevo prodigio se desplegó ante sus ojos: se estaba convirtiendo en un hermoso templo. Los troncos se convirtieron en columnas y paredes de mármol. El techo de cañas se convirtió en oro y unas hermosas puertas de metal cincelado sustituyeron las antiguas y desvencijadas de madera.

Entonces habló Zeus: “Decid qué deseáis, justo anciano y  digna mujer de su esposo justo”.
Los esposos deliberaron y finalmente pidieron dos cosas. La primera ser sacerdotes del templo en el que se había convertido su cabaña para cuidarlo y honrar a los dioses. Y la segunda, que ninguno de los dos pasase por el dolor de ver morir al otro, sino que la muerte se los llevara juntos.
Ser sus sacerdotes, y los santuarios vuestros guardar solicitamos, y puesto que concordes hemos pasado los años, nos lleve a los en dos una misma  hora, y no de la esposa mía alguna vez las hogueras yo vea, ni haya de ser sepultado yo por ella.

Y así se cumplió y pasaron el resto de sus años en el templo. Un día, sentados ambos en la escalinata de mármol, Baucis observó que a Filemón le salían hojas del cuerpo y éste vio lo mismo en Baucis. Supieron que había llegado su hora y que los dioses se los llevaban juntos. Mientras la vegetación invadía sus cuerpos, tuvieron ocasión de decirse adiós antes de que la corteza cubriera sus rostros.


Dibujo del siglo XVIII mostrando la metamorfosis de Filemón y Baucis.

Filemón se convirtió en un roble y Baucis en un tilo. Y sus troncos crecieron juntos y sus ramas se abrazaron para siempre. Y aunque Ovidio no lo dice, podemos imaginar que el viento susurraba entre sus hojas: “Mi esposo”, “Mi esposa”.

Y según Ovidio: “Todavía los naturales del país pueden mostrar un árbol con dos troncos gemelos. Esto me contaron unos ancianos (y no tenían motivo para engañarme). Yo mismo vi guirnaldas pendientes de sus ramas y yo mismo puse otras diciendo: "Sean dioses los que así fueron tratados por los dioses y sean honrados con culto los que culto les rindieron".


Como podéis observar es un hermoso relato. Para nosotros es ante todo un canto al amor conyugal, capaz de vencer las barreras del tiempo y del deterioro que impone a los cuerpos pero no a los espíritus.

Para los antiguos griegos y romanos era además un ejemplo de cómo se debe honrar a los dioses y cómo los dioses premian la virtud y castigan a los impíos que no les dan culto ni practican la virtud de la hospitalidad. En definitiva todo es amor: amor conyugal, amor al prójimo y amor a los dioses. Unos valores morales que los humanistas del Renacimiento supieron ver y admirar.
Andrea Appiani (1754-1817): Filemón  y Baucis. Este mito fue muy apreciado por los autores del Neoclasicismo por sus valores morales. En este período se opinaba que el Arte debía crear belleza y fomentar la virtud y el bien. 


¿Y qué pasa con este mito en la actualidad? Muy pocos lo conocen, está escondido, relegado en unos libros de una antigua literatura que ya casi nadie entiende. Pero a veces sale a la luz y en la imagen siguiente tienes un  ejemplo. 




Sí, has visto bien: se trata de una marca de pantalones vaqueros. El marketing actual sabe la fuerza del amor y lo ha comercializado todo: el amor de la Navidad, el de Santa Claus, el de San Valentín y como podéis ver el de Filemón y Baucis. 
Ya lo decía Quevedo: “Poderoso caballero es Don  dinero”. Lo compra todo, lo domina todo, lo corrompe todo… porque son muchos a los que no les importa dejarse comprar, dominar y corromper por él.
Afortunadamente son también muchos los que saben dar su justo valor  a los valores materiales y a los del espíritu y de la cultura, la música, la poesía, el arte… Los miembros de AGORABÉN algo sabemos de eso. 

jueves, 1 de enero de 2015

PROGRAMACIÓN DE ACTIVIDADES DE AGORABEN, temporada 2014-15


Miércoles en el CENTRO SOCIAL JELENA, c/ Los Olivos 11. Horario: 18:30 horas


AÑO 2014

OCTUBRE
Día 15: Dime lo que comes y te diré cómo estás. Por D. José Navarro (Director del Centro Deportivo Navarro) 1ª Parte
Día 22: Arte. Leonardo Da Vinci. Por el Profesor D. Francisco Amillo
Día 29: Introducción a la Ópera. Por Doña Mª José Marqués.


NOVIEMBRE
Día 5: Dime lo que comes y te diré cómo estás. Por D. José Navarro (Director del Centro Deportivo Navarro) 2ª Parte
Día 12: Fiestas de Benidorm.
Día 19: Arte. Miguel Ángel, 1ª parte Por el Profesor D. Francisco Amillo.
Día 26: Ópera en cine Roma “L ́Elisir d ́Amore” a las 20:15h


DICIEMBRE
Día 3: La emigración valenciana a Argelia. Por la Profesora Dª Ángela Menaches.
Día 10:  "Camus y la revolución de Asturias en 1934" por el profesor Antonio Bravo

Día 17: Arte. Miguel Ángel 2ª parte. Por el Profesor D. Francisco Amillo


AÑO 2015
 

ENERO
Día 14: Asamblea
Día 21: Arte. Rafael. Por D. Francisco Amillo
Día 28: Igualdad. Por Doña Ma José García.
 

FEBRERO
Día 4: Donizetti. Por D. Antonio Pérez Mínguez.
Día 11: Arte. Los Venecianos y Tiziano. Por D. Paco Amillo
Día 18: Dones valencianes a l ́Alger (en valenciano) Por Da. A. Meneches
Día 25: La Burbuja Económica. Por D. Joan Ayala.
 

MARZO
Día 4: Introducción a la Ópera. Por Da Pepa Marqués.
Día 11: Arte. Tintoretto. Por D. Francisco Amillo.
Día 18: Psicología. Por Da Mercé Burgos.
Día 25: Retazos de la vida económica en Benidorm en el s. XIX. Por D. A. Magrané.



ABRIL
Día 1: Semana Santa
Día 8: Semana Santa
Día 15: Veronés. Por D. Francisco Amillo.
Día 22: Ángela Merkel. Aspectos privados. Por Dª M. Bauevschmidt
Día 29: Miguel Hernández. Por Dª Rosa Serrano.

MAYO
Día 6: La Poética, Don Antonio Bravo.
Día 13: Los Manieristas (1ª parte), D. Francisco Amillo.
Día 20: Uso de las Plantas Medicinales y Aromáticas desde la antigüedad. Por Dª Mª José Balaguer.
Día 27: Los Cartagineses en España. Por D. Miguel Llopis.

JUNIO
Día 3: Los poetas de la generación del 2000. Por D. Antonio Bravo.
Día 10: Ópera en Cine Roma “La Bohème”
Día 17: Los Manieristas (2ª parte) Por D. Francisco Amillo.
Día 23, por la tarde-noche: CENA de AMISTAD (y de sobaquillo) en la playa de Albir. FIN DE LA TEMPORADA 2014-2015.