jueves, 19 de septiembre de 2013

El juicio de Paris, la manzana de la discordia y la Venus de Milo.


Francisco Amillo


Queridos amigos de Agoraben. Otra incursión en el ámbito de la Mitología y el  Arte. Otra vez la protagonista es Afrodita-Venus, la diosa de la belleza y el amor. Para ilustrar el tema que os presento, el juicio de Paris,  podía haber escogido más de un centenar de imágenes de obras de arte, algunas de hace un par de años. Que sea un tema tan recurrente a lo largo de los siglos y que no se interrumpa ni el el XX ni el XXI es una prueba evidente del interés que ha suscitado a través de todos los tiempos. 

El Amor es una elección que debe hacer el ser humano, pero si hace equivocadamente puede tener terribles consecuencias. Eso pasó en el mito que comentamos y pasa continuamente en el mundo real... 



La Afrodita de Milos o Venus de Milo, es uno de los grandes iconos del Museo del Louvre. Se trata de una estatua griega de tamaño mayor que el natural ya que mide 204 cm de alto. Fue tallada entre los años 130 y 100 a. C.

En 1820 un campesino de Milos, una de las islas Cícladas, encontró la imagen enterrada cuando sacaba piedras de un antiguo muro. En aquellos momentos Grecia pertenecía al Imperio Turco y el campesino acordó vendérsela a su gobierno. Pero un marino y explorador francés, Dumont d'Urville, que recorría Grecia en una misión de estudios botánicos, vio la escultura y creyéndola del período clásico, ofreció un precio más alto a su descubridor. Como no tenía suficiente dinero fue el embajador francés en Constantinopla, quien la compró. La trasladaron a Francia y la instalaron en el Museo del Louvre, donde hoy día aún se puede admirar. 

Pero este cambio de opinión del vendedor originó un incidente diplomático. El gobierno turco consideró que había sido un acto de traición. Acusó al rey Luis XVIII de haber conspirado contra Turquía y exigió su devolución por formar parte de su patrimonio nacional. Como el gobierno francés se negó rotundamente a devolver la Venus, las relaciones entre ambos países, que ya eran malas, empeoraron. Eso explica, entre otras razones, la ayuda que Francia prestó poco después a los griegos en su guerra de independencia contra el Imperio Turco.

Volviendo a la estatua de Afrodita, llaman la atención la serenidad del rostro, el idealismo de las proporciones anatómicas y el equilibrio de la composición, ligeramente ondulada o “serpentinata”. Es por ello una obra de un clasicismo evidente, que confundió a sus descubridores. En aquella época se pensaba que el período clásico había sido el de la perfección del arte escultórico y que la época que le siguió, la helenística, era de decadencia. Cuando los estudiosos dictaminaron que la Venus de Milo era del período helenístico surgió una cierta decepción.  

Sin embargo hoy día esta obra y el arte helenístico gozan de una enorme valoración. Sabemos que pertenece a la escuela neoática, una moda artística que se difundió al final de ese período. Se crearon obras como esta Venus que constituyeron, desde el punto de vista estilístico, una vuelta atrás en el tiempo, una nostalgia por el esplendor del clasicismo de los siglos V y IV a.C. 

Se desconoce el nombre de su autor y  se señala con poco fundamento que pudo ser Alejandro de Antioquía. Los especialistas indican que pudo inspirarse en la Afrodita de Capua, una obra del escultor Lisipo, del siglo IV a. C.


Afrodita de Capua, del escultor Lisipo. Museo Archeologico Nazionale di Napoli. La diosa sostenía un escudo pulido, que ha desaparecido, en el que contemplaba su cuerpo. Muchos autores opinan que fue la inspiradora de la Venus de Milo.



La imagen nos muestra el deterioro de la escultura: brazos rotos, golpes y la erosión. 



La estatua de la Venus de Milo apareció partida en dos. Cerca aparecieron también un fragmento de antebrazo y una mano sujetando una manzana. Por todo ello se ha supuesto que la estatua, cuando estaba completa, con la mano derecha sujetaba el manto que cubre la mitad inferior de su cuerpo y con la otra la manzana. 
Eso se ha interpretado habitualmente como una alusión al relato mitológico conocido como “el juicio de Paris” que ha tenido una gran plasmación en la historia del Arte. 
Otros autores señalan que la manzana era el símbolo de la isla de Milo ya que en el griego antiguo ambas palabras se pronunciaban de forma similar, melos. Sin embargo estas explicaciones no son excluyentes y las dos pueden ser válidas. 

Según nos cuenta Ovidio el drama empezó en el banquete nupcial de Tetis y Peleo. Participaban todos los dioses excepto la diosa Eris o Discordia, que no había sido invitada. Llena de rencor decidió sembrar el caos y amargar el banquete de los inmortales. Para ello arrojó una manzana de oro sobre la mesa y dijo que sería para la más hermosa de las diosas. 


“La manzana de oro de la Discordia”, obra de Jakob Jordaens de 1633. Zeus sostiene indeciso la manzana de oro que la Discordia (al fondo y con alas) ha lanzado a los dioses reunidos en un banquete nupcial. Hera y Atenea extienden sus manos para recogerla. Venus, desnuda, se señala a sí misma indicando que le pertenece.


Afrodita, Atenea y Hera comenzaron a discutir entre ellas porque las tres pretendían quedarse con la manzana ya que las tres pretendían ser la más bella. El estrépito que armaron fue tan grande que al  fin Zeus, irritado, decidió buscar un juez imparcial que dictaminaría qué diosa era la merecedora de la áurea fruta. Sabía que, eligiera a la que eligiera, siempre habría dos diosas resentidas.
Eligió a un mortal, a Paris, uno de los hijos del rey de Troya, que a pesar de su título de príncipe estaba pastoreando  su ganado. Está claro que en aquella época los príncipes no eran como los de hoy día y trabajaban de verdad.

Según la versión de Luciano de Samosata en su obra “Diálogos de los dioses” Zeus había dicho: “¡Hermes!, coge esa manzana de ahí y baja a Frigia, a casa del hijo de Príamo, el boyero que lleva a sus bueyes a pacer del Ida en el Gárgaro [cordillera del Ida cuya cumbre más alta es el monte Gárgaro], y dile: “Paris, Zeus te ordena, ya que eres guapo y entendido en las cosas del amor, que juzgues entre las diosas cuál es de ellas la más hermosa, y que la que venza coja la manzana como premio del combate”. Y ya es hora para vosotras, diosas, de ir junto al juez, porque yo me niego a hacer de árbitro ya que os amo igualmente y, si fuera posible, con placer os vería a todas victoriosas. Y es inevitable que, el que conceda el premio de la hermosura a una sea odiado por las otras. Por eso yo no os resulto un juez conveniente, pero este joven frigio al que os vais a dirigir, no sólo es de sangre real y pariente de Ganímedes, al que veis aquí, sino que además es simple en las otras cosas y un habitante de las montañas, y nadie podría considerarlo indigno de semejante espectáculo.


 “El juicio de Paris”, 1904, pintura de Enrique Simonet. A la derecha Paris con su rebaño y vestimenta de pastor nos indica su condición de príncipe por la corona vegetal. En el grupo de las tres diosas Venus está a la derecha, desnuda y con los brazos abiertos, y se identifica por el niño travieso a sus pies que es Eros. En el centro, vestida, Hera o Juno se identifica por su símbolo: el pavo real. A la izquierda, semidesnuda, Atenea.


Según una versión las tres diosas se desnudaron para que Paris pudiera admirar la perfección de sus formas anatómicas y diese el trofeo a la más hermosa. Otra versión, más mal pensada, dice que sólo se desnudó Afrodita y por eso ganó. 
Podemos observar que utilizar el desnudo femenino para ayudar a conseguir un objetivo, como hace actualmente el marketing comercial, es en realidad algo muy antiguo.

Por si este reclamo fallaba, las diosas recurrieron a otra artimaña: el soborno, algo que también sigue vigente hoy día. Hera le ofreció todo el poder del mundo con el título de emperador. Atenea intentó ganarse su veredicto ofreciéndole salir vencedor en todas las batallas en las que participase. Y Venus, finalmente, le ofreció como premio el amor de la mujer más bella del mundo.


“El juicio de Paris” de Rubens, 1639. Dimensiones: 199 × 379 cm. Museo del Prado.
En esta versión  Hermes o Mercurio sostiene la manzana de oro que recibirá la diosa más bella según Paris. Su condición de príncipe-pastor se muestra con el rebaño y las armas que separan los dos grupos. Para Venus (la diosa del centro) utilizó como modelo a Helena Fourment, su segunda esposa, que reflejaba su particular canon de belleza femenina, caracterizado por la adiposidad.  Carlos III incluyó esta obra en una lista de cuadros impúdicos y los mandó quemar. Afortunadamente lograron hacerle cambiar de opinión, pero puso como condición que se recluyesen en salas de acceso restringido de la Academia de San Fernando, sólo al alcance de los artistas.


Paris se encontró con un dilema. Las tres pretendientes desbordaban hermosura; no en vano eran diosas. Y los tres regalos eran igualmente tentadores…
Finalmente opinó que, aunque el poder omnímodo y la gloria militar eran muy apetecibles, él prefería el amor de una bella mujer. Por eso proclamó a Afrodita como la más hermosa por estar su cuerpo perfecta y simétricamente proporcionado. La manzana de oro, decidió, sería para ella.


Mosaico del siglo V encontrado en Sevilla  que representa el Juicio de Paris. Acepta la versión que Venus es la única que se desnuda



Grave error. La mujer más bella del mundo era Helena, esposa del rey Menelao de Esparta. Paris la raptó y eso fue el principio de su perdición y la de su pueblo. Para vengar la afrenta que le había infringido el príncipe troyano, Menelao convocó a todos los reyes aqueos y así se desencadenó la famosa guerra de Troya, que supuso la destrucción de la ciudad del príncipe-pastor. 

Las rencorosas Juno y Atenea no fueron ajenas a esta derrota, ya que siempre favorecieron a los aqueos. Venus, engreída, no hizo nada por los troyanos. En este caso las diosas se comportaron como los humanos ya que el odio y el rencor mueven a la acción más que la gratitud.


 El Juicio de Paris, por Sandro Botticeli, 1483. El autor sigue la teoría de que las tres diosas estaban vestidas. No hay atributos de las diosas por lo que sólo sabemos quién es Venus porque recibe la manzana.

La estatua de la Venus de Milo, es también una representación del Juicio de Paris, aunque con las peculiaridades propias de la escultura. Dado lo complejo, y sobre todo costoso, de esculpir un mínimo de cuatro figuras humanas, el autor se limitó a la diosa vencedora. Por tanto, refleja el momento en que Venus acaba de recibir la manzana. Se sujeta el vestido que cubre pubis y piernas por lo que se puede incluir en la categoría de “Venus púdica” (que cubre su pubis y a menudo también sus pechos).

La escultura se talló en mármol de la isla de Paros, donde había unas canteras que proporcionaban un material muy apreciado en la antigüedad clásica. Es de un color blanco muy puro y su grano muy fino permite grandes matices en el pulido, consiguiendo marcar de forma extraordinaria la rugosidad o la tersura de los objetos.

La Venus de Milo no procede de un único bloque sino de dos perfectamente ensamblados por la cadera. El brazo izquierdo y el pie también fueron tallados como piezas separadas y se fijaron con espigas. 


Detalle de la parte posterior que muestra  las marcas de rotura y del ensamblado de los dos bloques por la parte superior del vestido.
Vista posterior de la Venus de Milo. Se aprecia el deterioro causado por la erosión. En los cabellos se aprecian incisiones muy profundas para lo cual se recurrió al trépano. La zona oscura que provocan dichos orificios crea una sensación de gran volumen.


Primero el artista realizó un boceto en barro, del mismo tamaño que la escultura. A partir del boceto, con la máquina de sacar puntos, se marcaron en el bloque de mármol los elementos de la figura. 

A partir de los puntos se empezaba a eliminar lo accesorio para ir sacando poco a poco una tosca figura humana del bloque prismático de mármol.

Hoy día los escultores cuentan con variados aparatos eléctricos como amoladoras, taladros, lijadoras, pulidoras, etc., que facilitan enormemente su trabajo. Pero en la antigüedad todo se hacía manualmente y por tanto resultaba un trabajo duro y muy lento. Una estatua como la Venus de Milo debió requerir aproximadamente un año de trabajo en el taller con una jornada laboral que iba desde la salida hasta la puesta del sol.

Para trabajar el mármol el artista recurrió a instrumentos punzantes golpeados por un martillo o un mazo.  Con ellos iba quitando poco a poco el material hasta obtener la forma deseada. Debía tener sumo cuidado y dar golpes pequeños: si quitaba demasiado material, el daño era irreparable… 

Utilizó el puntero para el desbastado inicial, obteniendo una tosca figura. Luego con varias clases de cinceles de filo recto, de filo redondeado o dentado iba perfilando las formas primero y  conformando después las superficies. 
Herramientas actuales de un escultor: a la izquierda un puntero y después diversos cinceles modernos.
Grabado de “L'Encyclopédie ou Dictionnaire raisonné des sciences, des arts et des métiers” editada entre 1751 y 1772 bajo la dirección de Denis Diderot y Jean d’Alembert.
Arriba: a la izquierda el bloque de mármol y a la derecha el modelo en barro o yeso del que se sacan los puntos que se marcan en el mármol para ir desbastándolo hasta la profundidad necesaria. Punteros y cinceles sufrían un gran desgaste y por eso vemos a la derecha al encargado de afilarlos. 
Abajo: algunos de los instrumentos para trabajar el mármol.

Para alcanzar el acabado final utilizó primero limas y escofinas y después materiales abrasivos como la piedra pómez y la arena hasta obtener el tipo de superficie o pátina deseada. De esta manera pudo dar a la delicada piel de la diosa un acabado mucho más terso y pulido que el de los paños, adaptándose así a la textura real de dichos elementos. 
Ya hemos visto que el grano del mármol de Paros, muy fino, era el más adecuado para este proceso final de marcar las cualidades táctiles de los objetos. 



“El escultor”, 1936, cuadro del pintor Lino Enea Spilimbergo (1896-1964)


Finalmente os pongo estos versos que he redactado sobre la Venus de Milo. Me he centrado en el trabajo del artista tal como era en aquella época: duro, monótono y largo. Como recompensa el artista pide a la diosa que su nombre y su recuerdo como autor de tan hermosa escultura permanezca. Así compartiría algo de la inmortalidad de los dioses. Pero Venus no le hizo caso, algo muy propio de las divinidades, y ese nombre yace en el olvido.


Anónima Venus de Milo

Fuera, nieve en las cumbres.
Dentro, en el taller, 
el níveo bloque de mármol 
mañana y tarde sin parar, 
el artista, martillo, puntero y cincel,
se afana en desbastar.

Llegaron días mas largos, 
con flores y brotes renovados,
de primavera alegre y soleada
que no puede disfrutar. 
Martillo y cincel dentado,
del alba al ocaso,
golpe tras golpe sin parar.

Con las doradas mieses estivales
una tosca y rugosa figura 
del frío bloque ha surgido.
Con piedra pómez
pule y pule y pule sin hastío.

Llegaron las uvas otoñales. 
Fina arena pule y pule 
con renovado afán.
¡El mármol, carne humana pronto será!
¡En piel tersa y delicada 
la dura roca va a permutar!

Fuera, nieve de nuevo.
Dentro, fuego en el corazón.
El duro y monótono trabajo ha fructificado 
y en radiante Venus la roca ha transmutado.
El artista, rebosante de gozo,
tierna plegaria comienza a musitar:

“Oh Venus, diosa celestial,
con manto caído 
para que tu divina beldad 
puedan los viles mortales adorar.
Exhibes orgullosa la manzana
en juicio de Paris ganada 
sin inmutarte Troya malhadada.

Oh deidad de rostro imperturbable,
indiferente desde tu alto pedestal 
al afán y desvelo de este mortal.
Para ti la fortuna no es mudable.
Mi dolor, tu felicidad total,
mi vejez, tu juventud sin final,
yo muerto, tu inmortal,
ese es el destino fatal...

Mas, concédeme, oh Venus, 
que tu imagen siempre perdure 
y que mi nombre todos los siglos
recuerden con respeto
compartiendo así tu eternidad.”

La diosa, hermosa y orgullosa,
indiferente y celestial, 
su ruego no atendió.
El artista, en el polvo del olvido 
siglos ha está desvanecido.
Venus, impasible y altiva, 
vive indiferente su eternidad...


sábado, 7 de septiembre de 2013

"El surrealismo y el sueño" una exposición en el Museo Thyssen-Bornemisza


Fancisco Amillo.

Queridos amigos de Agorabén. Os brindo una excusa (si es que hace falta) para hacer una escapada a Madrid en este último trimestre del año. El motivo es la exposición titulada "El surrealismo y el sueño" que del 8 de octubre al 12 de enero tendrá lugar en el Museo Thyssen-Bornemisza.

La exposición promete ser muy interesante y si se combina con alguna ópera del Teatro Real o alguna zarzuela, el viaje puede resultar una experiencia fascinante.

Más información  y compra de entradas en:  http://www.museothyssen.org/thyssen/exposiciones_proximas/104

A continuación os transcribo un resumen del comentario publicado por LOGOPRESS.



En total se exponen 163 obras de distintos museos: Centre Pompidou (París), Tate Modern (Londres), Museum of Modern Art o el Metropolitan Museum (Nueva York), etc., además de obras de colecciones privadas cedidas para la ocasión.

Las obras son de artistas de primerísima línea como André Breton, Salvador Dalí, Paul Delvaux, Yves Tanguy, Joan Miró, René Magritte, Max Ernst, André Masson, Jean Arp, Man Ray, etc.

La exposición propone mostrarnos la visión que los artistas surrealistas tuvieron sobre el universo onírico.

René Magritte: "La Clef des champs", 1936. Óleo sobre lienzo. 80 x 60 cm. Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid


El Surrealismo fue un movimiento artístico cuya clave principal fue la visión de imágenes interiores procedentes de nuestro subconsciente, no reales, como procedentes de los sueños. Sus planteamientos han influido de manera decisiva en todo el arte posterior. La exposición pretende mostrar que esa huella tiene su raíz más profunda en la vinculación entre el sueño y la imagen.

La muestra recoge los diversos soportes utilizados: pintura, dibujo, obra gráfica, collage, esculturas, fotografía y cine. El surrealismo englobó a pintores, escultores, fotógrafos y cineastas que, en una época de grandes avances tecnológicos, fueron los primeros en adoptar la fusión de los géneros expresivos y una estética multimedia.

Resulta crucial el papel del cine: en la sala oscura se producía el encuentro con lo insólito, con lo maravilloso, sin que hubiera ninguna predeterminación, ni consciencia. Era el ámbito del sueño con los ojos abiertos, mirando la gran pantalla. En las salas de cine es “donde se celebra el único misterio absolutamente moderno” escribió André Breton.
Salvador Dalí: "Sueño causado por el vuelo de una abeja alrededor de una granada un segundo antes del despertar", 1944. Óleo sobre tabla. 51 x 41 cm. Museo Thyssen-Bornemisza.


En la exposición el cine está presente a través de 7 vídeo-instalaciones en las que se proyectan fragmentos escogidos de films como Un perro andaluz (1929), de Luis Buñuel y Salvador Dalí. La película rompe con el orden narrativo para desplegar un flujo de imágenes tan abierto como el del sueño.

La significativa presencia de artistas mujeres es otro de los aspectos importantes de la exposición ya que encontraron por primera vez, en el surrealismo, una posición protagonista. 
Hay obras de once mujeres: Claude Cahun, Kay Sage, Nadja, Toyen, Dora Maar, Leonor Fini, Remedios Varo, Dorothea Tanning, Ángeles Santos, Meret Oppenheim y Leonora Carrington. 


La otra mitad de la vida.
Para  los surrealistas el sueño deja de ser un vacío de la consciencia para ser entendido como la otra mitad de la vida. 
En este sentido Goya y su representación plástica del sueño como un ámbito de la realidad humana, sin las connotaciones sobrenaturales o míticas con las que había sido mostrado en el arte anterior, abre definitivamente la senda que abordarán un siglo después los surrealistas.

Joan Miró: "El pájaro relámpago cegado por el fuego de la luna", 1955. Óleo sobre cartón. 26 x 20 cm. Museo Thyssen-Bornemisza.


Del sueño al arte.
Desde el Surrealismo el Arte ya no tiene que limitarse a una mera reproducción de la realidad exterior. Eso fue un impulso para la transformación del arte moderno, sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo XIX con las vanguardias artísticas. 
Uno de los aspectos más decisivos de la contribución de los surrealistas es la valoración de la representación del universo onírico. Buscan un lugar en el que sueño y realidad se concilien y  transcriben los elementos del sueño a las obras plásticas.

El Surrealismo y el sueño se articulan en ocho capítulos que organizan temáticamente los materiales de la exposición:

1. Los que abrieron las vías (de los sueños);
2. Yo es otro (variaciones y metamorfosis de la identidad); 
3. La conversación infinita (el sueño es la superación de Babel: todas las lenguas hablan entre sí, todos los lenguajes son el mismo); 
4. Paisajes de una tierra distinta (un universo alternativo que, sin embargo, forma parte de lo existente); 
5. Turbaciones irresistibles (la pesadilla, la zozobra); 
6. Más allá del bien y del mal (un mundo donde no rigen ni la moral ni la razón); 
7. Donde todo es posible (la omnipotencia, todo es posible en el sueño); 
8. El agudo brillo del deseo (la pulsión de eros sin las censuras de la vida consciente).

La exposición contará con un ciclo de cine en el que se programarán aquellas películas con fragmentos proyectados en vídeo-instalaciones.

sábado, 31 de agosto de 2013

Eros y Psique o el triunfo del amor a pesar de la debilidad humana, los celos y las envidias.



Francisco Amillo


Queridos amigos de Agoraben. Pasado el verano y su beneficioso relax, volvemos a nuestras actividades, entre ellas este blog. 

Continuando con la serie de artículos sobre el concepto del amor en el mundo clásico y su plasmación en la Historia del Arte, hoy os propongo un cuento sobre el dios Eros y la princesa Psique o Psiquis.
Aunque aparecen dioses, no es un relato mitológico en sentido estricto, sino una ficción literaria. Está sacado del libro “Metamorfosis” o “El asno de oro” de Apuleyo, un escritor romano del siglo II. Pero refleja igualmente, de manera genial, la mentalidad y los principios morales de la antigüedad clásica. Una novela que vale la pena leer o releer.
1 “Psique y Amor”, cuadro del pintor neoclásico François Gerard, de 1798, también conocido como “Psique Recibiendo el primer beso de Cupido”. Una mariposa revolotea sobre ella y según este autor es un símbolo de la inocencia un momento antes de su despertar sexual. Aunque el Neoclasicismo admiraba el mundo clásico, tenía una visión diferente sobre la sexualidad femenina, más restrictiva y puritana que la de los antiguos griegos o romanos para los que el placer sexual femenino era algo bueno y deseable. En la novela de Apuleyo hay abundantes ejemplos. 


La historia de Eros y Psique no forma parte de la trama de la novela. Es un añadido que se podría quitar perfectamente y su argumento no se resentiría en absoluto aunque, eso sí, nos perderíamos un hermoso relato. Por eso os lo puedo contar sin necesidad de resumir el resto del libro.

Se trata de una historia, más bien un cuento, que una anciana, madre de unos ladrones, narra a una joven que había sido secuestrada por sus hijos y esperaba, toda intranquila, su liberación. El cuento embelesó a la joven y le relajó la espera, tal como pretendía la compasiva anciana. Pero, casi dos mil años después, nos sigue embelesando también a nosotros. Si quieres leerlo completo, puedes hacerlo a partir de su comienzo en el apartado 28 del Libro IV y sigue en los libros V y VI. En internet es fácil encontrar varias traducciones de esta importante novela. 

Respecto a los personajes del cuento, Psique aparece en su forma griega mientras que el resto de divinidades son denominadas en su forma latina. Así Apuleyo habla de Cupido y no  de Eros, de Venus y no de Afrodita, de Júpiter en vez de Zeus… Sin embargo en la Historia del Arte casi nunca se utiliza la forma Cupido, sino Eros y esa es la que yo utilizaré en este artículo.

Los textos en cursiva y entre comillas pertenecen a la traducción realizada por  Jacinto de la Vega y Marco (Valencia-Madrid, 1909). Hay disponibles en la red otras traducciones más modernas y por tanto sometidas a derechos de autor.

El relato comienza como todos los cuentos: “Había en una ciudad un rey y una reina que tenían tres hijas”. No se dice cuál era esa ciudad, ni la época y de los cinco miembros de la familia sólo nos da el nombre de Psique. Una ambigüedad típica de los cuentos.

Las dos hijas mayores eran muy hermosas, tanto que su padre logró casarlas enseguida con otros reyes. Fueron buenos matrimonios que llenaron de orgullo al rey. 


2 “El rapto de Psique” de William-Adolphe Bouguereau, 1895. Cuadro al óleo de 209 × 120 cm. Colección privada. El gesto y la expresión del rostro de Psique muestran la felicidad y el éxtasis del amor (espiritual y físico) que ha descubierto junto a Eros.  Las alas de mariposa indican, según el autor, que Psique ha alcanzado la inmortalidad. Las alas de Eros son pequeñas, ligeras “del color de la rosa y el lirio” según Apuleyo y el autor ha sabido captar de forma magistral su delicadeza, irisaciones y brillos. 



El caso de la hija pequeña fue muy distinto. Resultó ser tan inmensamente hermosa que no había palabras suficientes para expresarlo. Las gentes la reverenciaron por ello y la consideraron divina, pues su belleza era sobrehumana. “Llevábanse la diestra mano a los labios, y con el índice atravesado sobre el pulgar se arrodillaban a sus pies para adorarla con religioso respeto, exactamente como si fuese la propia Venus.” Como podéis observar nuestro rito religioso de besar el pulgar y el índice en forma de cruz tiene un origen muy antiguo.

Volviendo a Psique, todos la reverenciaban y literalmente la adoraban. Venían desde muy lejos, desde los más remotos confines de la Hélade, a contemplar su inmensa belleza. Pero ningún pretendiente, ni siquiera los reyes, se atrevían a pedir su mano, con gran consternación de sus padres. 

Y al adorar a Psiquis las buenas gentes descuidaron a Venus, diosa de la belleza y el amor. Sus sacrificios se fueron espaciando, sus templos deteriorando y sus estatuas estaban sin coronas. Las prostitutas sagradas, que ejercían voluntariamente el oficio más viejo del mundo y entregaban sus beneficios a la diosa, dejaron de acostarse en los lechos sagrados…
Venus se enfureció sobremanera y ya sabemos lo crueles y rencorosas que eran las diosas con quien tomaban ojeriza. Encargó a su hijo Eros, el que lanza las flechas del amor, que “la enamorase del más feo, cruel y pésimo de los hombres, de modo que no pudiera encontrar en todo el mundo a nadie comparable en desdichas con ella.

Mientras en el Olimpo se conspiraba contra Psique en la tierra su padre, preocupado por no poder casarla y temiendo que fuese a causa de alguna divinidad, consultó el oráculo de Apolo. La respuesta del dios resultó terrible para el pobre rey: 

En la roca más alta del monte, rey, coloca a tu hija
para una boda funeraria vestida y adornada.
Y no esperes un yerno de estirpe mortal nacido,
sino cruel, malo como una serpiente y fiero,
que a todos atormenta volando por el cielo,
todo debilita a sangre y fuego,
por quien tiembla el propio Júpiter,
y las divinidades, y los ríos, y las tinieblas Estigias.

Las respuestas del oráculo siempre eran confusas, y admitían varias interpretaciones. En la ciudad de Psique todos entendieron que el esposo que los dioses le destinaban sería un monstruo que la devoraría. Pero leyendo el vaticinio con atención observamos que fue una interpretación equivocada… algo frecuente en los oráculos griegos. Al final del cuento, cuando Júpiter describe a Eros de una forma similar, es cuando entendemos el verdadero significado del vaticinio.

La respuesta de Apolo acongojó a toda Grecia y todos lamentaron sinceramente su destino. Su padre se resistió a aceptarlo pero finalmente no tuvo más remedio que obedecer los designios del dios e inició los preparativos de una boda que en realidad sería un funeral.  “Se decoró todo con motivos funerarios, se encendieron débiles antorchas ennegrecidas con ceniza, la flauta cambió su tonada nupcial por el quejumbrosos modo lidio, y el alegre canto himeneo acabó en un lúgubre aullido. Una vez todo dispuesto, comenzó el funeral para un vivo: una lacrimosa Psique, acompañada por todo el pueblo, marchaba no a su boda sino a su entierro en medio de la tristeza de sus padres.” Todos sabían que había sido la envidiosa Venus la causante de sus desdichas, pero los mortales no tenían más remedio que aceptar las veleidades divinas…
3 “El cortejo nupcial de Psique” de Edward Burne Jones (1833-1898) un pintor del movimiento británico de los prerrafaelitas. Reproduce magistralmente la tristeza de esta ceremonia nupcial que todos consideraban un funeral.



Por fin llegaron a la cima del monte y allí la abandonaron, marchando todos apresuradamente para no alargar su pena. Quedó sola, temblando de miedo y llorando tan copiosamente que sus lágrimas apagaban las antorchas. Psique esperaba la inminente llegada del monstruo que la devoraría…

Pero las cosas no sucedieron así. De repente, una suave brisa, o sea el dios Céfiro, la tomó con delicadeza y la transportó a un valle maravilloso tapizado de fresco y mullido césped y esmaltado con florecillas de mil colores. La blandura del lecho de hierba, el susurro del agua de los cristalinos arroyos, el suave rumor de Céfiro entre las hojas y el trino de jilgueros y ruiseñores en los árboles convidaban al descanso. Sus sonidos y aromas la relajaron y la dejaron dormida, arrullando su sueño después de tan intensas emociones. 
4 “Psique recogida por Céfiro”,  1739. Pintura de Charles-Joseph Natoir en el techo del Hôtel de Soubise, París.  El autor realizó 8 composiciones narrando la historia de Eros y Psique.


Este giro tan inesperado de los acontecimientos tenía una explicación: Eros, al intentar cumplir la orden de su madre, había visto la belleza sobrehumana de Psique, quedó profundamente enamorado de ella y decidió desobedecer a Venus. 
5 “Historia de Psique” Primer panel: “Cupido volando queda impresionado por la belleza de Psique” cuadro de estilo Simbolista de Maurice Denis, 1908. Museo del Hermitage. El autor resucita aquí un convencionalismo muy antiguo, usado ya en el antiguo Egipto: pintar a las mujeres de un color muy claro y a los hombres de un color bronceado. Durante siglos la blancura del cuerpo femenino fue considerada de gran belleza.

Cuando Psique despertó divisó un hermosísimo palacio y se dirigió a él. “Este palacio no parecía obra humana sino de factura divina, pues sin duda había de ser refugio de algún dios: los mosaicos de piedras preciosas formaban todo tipo de dibujos en el pavimento; por todas partes brillaba el oro con tanto fulgor que allí no era necesario el sol para iluminarlo: era suficiente luz el brillo de las habitaciones, de los pórticos y de las mismas puertas.

Unos seres invisibles, de los que sólo oía sus voces, le dieron la bienvenida y le indicaron que a partir de ahora ese era su palacio y que ellos estaban para servirla en todo lo que necesitase. Así que la bañaron, vistieron y obsequiaron con un exquisito banquete donde la enorme calidad de las viandas rivalizaba con la maravillosa excelencia de sus bebidas. No se veían músicos ni cantores, pero en el aire sonaba música de cítara acompañando hermosísimos cantos.


6 “Psique servida por espíritus invisibles” de Luca Giordano. Según Apuleyo: “Vinos deliciosos como néctar, platos variados y abundantes manjares, se presentaron a sus manos, sin que apareciera figura humana, alguna: como traídos por un hálito oculto.”


Concluida la cena se retiró a su habitación. Al poco rato un ruido la sobresaltó. La estancia estaba oscura pero adivinó que había llegado su esposo a consumar el matrimonio. Ella ignoraba que se trataba de Eros y por eso estaba “temblando por su virginidad en medio de tal aislamiento, sintió miedo y espanto. Y más que las desgracias que pueden afligirla, la turba el desnudarse.

Pero Eros había aprendido de su madre todos los secretos del arte del amor y los temores de Psique a la postre resultaron infundados. Sus delicadas caricias, sus dulces besos y  sus apasionadas palabras obraron un efecto embriagador y la joven esposa tuvo una maravillosa iniciación en el arte del amor, una iniciación divina. Fue una noche de éxtasis intenso y prolongado, sabiamente administrado por las expertas manos de Eros. Finalmente quedó profundamente dormida, ebria de felicidad. 

Su única contrariedad vino al amanecer: su tierno esposo, que había despertado en ella sensaciones, sentimientos y emociones que jamás había imaginado que podría sentir, había desaparecido. Estuvo ausente todo el día, pero acudió otra vez por la noche, cuando el palacio estaba ya a oscuras.

Y así, llenos de felicidad, siguieron los días y las noches de Psique, plenos de gozo pero siempre sin poder conocer el aspecto de su marido porque desaparecía antes del amanecer. 

Sin embargo el ser humano se acostumbra rápidamente a lo bueno y Psique empezó a notar que necesitaba el calor del contacto humano, cansada ya de un palacio tremendamente lujoso pero con sirvientes invisibles y un marido al que podía hablar y tocar pero no ver y que además la abandonaba durante el día. “¿Cómo vivir encerrada, enclaustrada en esta cárcel?  ¿Qué le importaban riquezas y agasajos, si se veía privada del trato con los demás mortales?

Pronto Psique añadió otro elemento más a su disgusto. Una noche Eros le informó que sus ancianos padres estaban tan tristes por su supuesta y trágica muerte que su dos hermanas habían abandonado sus reinos para ir a consolarlos. Las dos hermanas subirían a lo alto de la montaña y Psique oiría sus voces pero debería ignorarlas porque en caso contrario una terrible desgracia caería sobre ella y un gran dolor invadiría a su marido. 

Psique se pasó todo el día siguiente llorando, sin bañarse, sin acicalarse y sin probar alimento. Y por la noche con más lágrimas, muchas caricias, amenazas de suicidio y promesas logró arrancar de su marido el permiso para que Céfiro trajera a sus hermanas a palacio. Pero Eros puso una condición: bajo ningún concepto debía seguir los consejos de sus hermanas. Y si no quería hacerlo por él, debería hacerlo por el niño que estaba creciendo en su vientre, que podría acabar siendo un dios si seguía sus instrucciones.

Y así  fue como Psique, habiendo usado todos sus recursos de mujer para salirse con la suya, recuperó de repente la alegría y su vida volvió a parecerle maravillosa. Saberse embarazada la llenó de enorme gozo y más teniendo en cuenta que iba a ser la madre de un dios…

Al día siguiente Céfiro trajo al palacio a sus hermanas. Ella las recibió con gran alegría, les contó cómo era su vida en palacio, las obsequió con un banquete espléndido y las llenó de oro y joyas. 
7 “Psique mostrando a sus hermanas los regalos de Eros”  de Jean-Honore Fragonard, 1753.


Pero sus hermanas no se alegraron de su bien. Al contrario, se llenaron de envidia. Se quejaban de que sus palacios parecían chozas al lado del suyo y sus maridos, viejos y achacosos, no podían proporcionarles las arrebatadoras noches de placer intenso que Psique recibía del suyo. Y los regalos no los consideraron como muestra del amor fraternal sino del orgullo y la presunción pues les echaba en cara su  triste realidad cotidiana.
Por eso decidieron ignorar el ruego de Psique de contar a sus padres la suerte que había tenido para que así se consolasen. Y sabiendo por su inocente hermana que sus consejos le traerían desgracias, decidieron embaucarla mediante el miedo. 
Le dijeron: “Tú vives contenta y feliz en tu ignorancia, desconoces el peligro que te amenaza. Pero nosotras, que con no interrumpido celo pensamos en tu porvenir, vivimos cruelmente atormentadas por los peligros que te rodean. Efectivamente, hemos sabido (sin caber duda alguna) un secreto que nos es imposible ocultarle […] Una enorme serpiente de mil abultados repliegues, cuya garganta está repleta de terrible veneno y que abre unas fauces de profundidad aterradora; he aquí el esposo que por la noche descansa furtivamente a tu lado. Acuérdate del oráculo de la pitonisa que proclamó que estabas destinada a casarte con un cruel monstruo. Los campesinos, los cazadores de la comarca, y casi todos los de la ciudad, le han visto […] Según todos afirman […] el día en que llegará a término tu embarazo, te devorará con tu delicado hijo.

Para conjurar este peligro le aconsejaron que escondiese un afilado cuchillo y una lámpara de aceite. Y por la noche, cuando su esposo estuviese dormido debería encender la lámpara y asestar un certero golpe con el cuchillo a la fiera que tenía al lado. 

Y así lo hizo Psique, aterrorizada por el cruel destino que según sus hermanas le esperaba. Escondió lámpara y cuchillo y esperó en la noche a que la serpiente durmiera profundamente. Entonces se levantó a oscuras y buscando la lámpara tocó el carcaj de Eros y se pinchó en el dedo con la punta de una de sus flechas. Al instante quedó inmensa e irremediablemente enamorada de él. Y cuando la luz de la lámpara inundó la sala quedó anonadada: vio el joven más hermoso que podía imaginar, cuya belleza tampoco podía describirse con palabras… Su apuesta cabeza de dorados rizos, su cuerpo de blancura inmaculada, sus alas del color de la rosa y el lirio… Y reconoció a Eros, su marido y el padre del niño que crecía en su vientre. Y ella estaba profundamente enamorada de él. 

El cuchillo le cayó de las manos y empezó a besar el dormido rostro con toda la pasión de su corazón. Con su estremecimiento inclinó la lámpara y una gota de aceite caliente cayó sobre el delicado cuerpo del dios, que despertó por el dolor. “Y al ver que han hecho vil traición a su secreto, remonta el vuelo sin proferir una sola palabra, para escapar de las manos y las miradas de su esposa.
8 “Amor y Psique”, obra del pintor manierista Jacopo Zucchi, año 1589. Psique, al intentar averiguar el aspecto de su esposo, derrama una gota del aceite de la lámpara en el hombro de Eros que se despierta por el dolor.


9 El mismo tema del cuadro anterior con las posibilidades expresivas del mármol. Reinhold Begas, “Eros y Psique”, 1854. Hôtel de Soubise, París.




Psique se agarró a su pierna y Eros la arrastró volando lejos del palacio. Al rato el cansancio hizo mella en Psique y sus manos fueron resbalando hasta que finalmente cayó al suelo. Eros, que seguía profundamente enamorado de ella, procuró que no se lastimase. Se despidió de ella diciendo que su castigo sería no volver a verlo nunca más. 

Psique, desesperada, se lanzó a un río próximo para acabar con su vida. Pero el dios del río, tal vez por compasión o tal vez por quedar bien con Eros, impidió el suicidio y la transportó delicadamente hasta la suave hierba de la orilla.

Cerca de allí, en lo alto de una colina, estaba el dios Pan haciendo sonar hermosas melodías de su flauta de caña mientras apacentaba su rebaño. “Cerca de la orilla jugueteaban las cabras paciendo y retozando sobre la hierba. El dios de los pies de macho cabrío [Pan] vio a Psiquis doliente y abatida. Sabía ya su aventura y llamándola tiernamente le prodigó consoladoras palabras.

Pan tuvo éxito y Psique abandonó su idea de quitarse la vida. En su lugar planeó vengarse de sus envidiosas y taimadas hermanas, responsables de su desgracia. 
Fue primero al palacio de la mayor y le contó la verdad: que siguiendo su consejo, intentó matar al marido pero no pudo porque la luz de la lámpara le reveló que era el dios Eros. A partir de aquí Psique cambió la realidad: cuando una gota de aceite despertó al dios del amor y la vio con el cuchillo, la castigó expulsándola del palacio. Además le ordenó avisar a su hermana que la desposaría a ella en vez de a Psique. Para ello debería acudir a lo alto del monte y lanzarse al vacío como la vez anterior para que Céfiro la recogiese y la llevase ante su nuevo esposo. 

La hermana, cegada por la codicia y la lujuria, creyó todo a pie juntillas. Abandonó a su marido sin dar explicaciones y corrió hasta lo alto del monte. “Llegó jadeante a la roca y, aunque en aquel momento la brisa era contraria, cegada por la impaciencia dijo orgullosa: «Recíbeme Cupido, recibe una esposa digna de ti y tú, Céfiro, conduce a tu soberana.» Y se arrojó con furia al espacio. Pero no llegó al valle. Las angulosas rocas destrozaron su cuerpo y dispersaron sus miembros. Obtuvo la muerte que merecía. Sus dispersas entrañas ofrecieron pasto a las aves de rapiña y a las fieras.”  

Con la otra hermana usó idéntica treta y obtuvo el mismo resultado, completando así su venganza. 

Pero la venganza, una vez consumada, no siempre supone recuperar la felicidad. Eso es lo que le pasó a Psique: enamorada hasta la médula de Eros sólo pensaba en él y sólo soñaba con recuperarlo. Necesitaba verlo, pedirle perdón, acariciarlo, besarlo...
Recorrió toda Grecia en su búsqueda pero su peregrinación resultaba inútil. Nadie conocía su paradero. Hacía tiempo que ya no se le veía y nadie recibía sus dulces y aceradas flechas. 

Y es que Eros, enfermo de amor, estaba en el Olimpo en casa de su madre. Venus no lo sabía porque había decidido pasar un tiempo bañándose en el fondo del mar. Fue una gaviota la que le informó de que su hijo estaba penando de amores. “Venus, encolerizada, respondió: ¡Así, pues, mi excelente hijo tiene ya una querida! Hazme saber […] el nombre de la que ha chiflado a un chiquillo imberbe e inocente. ¿Es alguna de las Ninfas? ¿Alguna Hora? ¿Alguna Musa? ¿Una de las Gracias que están a mi servicio? El locuaz pájaro no se hizo esperar. Señora, le respondió, no lo sé a punto fijo pero creo que es una muchacha que, si mal no recuerdo, se llama Psiquis. Está enamorado de ella locamente.

Es fácil imaginar la cólera de Venus. Se dirigió rápidamente a su palacio y fue Eros el primero en experimentar su indignación: “¡He aquí una honrada conducta, excelente para recomendar mi familia y tu moralidad! ¡Buen principio! ¡Empezar pisoteando las órdenes de tu madre, de tu reina! ¿Por qué no has avergonzado a mi rival con un amor indigno? ¿Y te parece decente que un chiquillo de tu edad la tome por esposa? ¡Eres demasiado joven para querer imponerme una nuera que sea rival mía!

Mientras tanto Psique continuaba su peregrinación y a pesar de que muchos se compadecieron de ella e intentaron consolarla, nadie le pudo ayudar porque el temor a Venus sobrecogía a todos. Eso le llevó a una solución desesperada: “Rodeada por tantos peligros, ¿adónde dirigiré mis pasos? ¿Bajo qué techo ni en qué tinieblas puedo ocultarme para escapar a la sagaz mirada de la poderosa Venus? Es preciso, Psiquis, que te armes de indomable valor. Ten fuerzas bastantes para renunciar a un resto de engañadora esperanza. Entrégate voluntariamente a tu soberana: tu sumisión, aunque tardía, abatirá su cólera y su crueldad, ¿Sabes tú, si aquel que buscas, hace tiempo está acaso en el palacio de su madre?

Venus, pensando que Psique se mantenía oculta de ella, ordenó a su hermano Mercurio que lanzase un público pregón ordenando que quien la encontrara se la entregara. El bando era el siguiente: “Una esclava llamada Psiquis, hija de un rey y perteneciente a Venus, ha escapado. Se suplica al que la detenga o pueda indicar su escondite, que lo prevenga a Mercurio, encargado de la presente publicación, detrás del templo de Venus Murcia. Recibirá, en premio de sus informes, siete dulces besos de la propia Venus y uno especial, más delicioso que los anteriores, dado con la lengua sobre los labios.

El premio era enormemente tentador, nada menos que siete besos de la diosa del amor, creadora y máxima experta de las técnicas amatorias…  ¿quién iba a resistirse a eso? 
Si alguna duda le quedaba a Psique, este bando la persuadió a ponerse inmediatamente en marcha hacia la morada de Venus. Y al llegar ante su presencia entendió al instante que había sido un error esperar que se disiparían su odio y sus deseos de venganza.

Primero mandó a sus criadas que la apaleasen y torturasen de mil maneras diferentes. Pasado un tiempo mandó llevarla ante ella y le dijo: “¡He aquí el vientre cuya plenitud debe encantarme y decidirme a la indulgencia¡ ¡De aquí debe salir el glorioso fruto que me procurará la dicha de ser abuela! ¡Felicidad suprema, en efecto, oírse llamar abuela en la edad más florida y saber que el hijo de una miserable esclava es nieto de Venus! Pero, ¿qué estoy diciendo? Estoy loca. No será mi nieto. El matrimonio es nulo: ha sido consumado en pleno bosque, sin testigos, sin consentimiento de los padres. No debe ser considerado legítimo, y el niño, por lo tanto, es un bastardo. Eso suponiendo que le dejemos tiempo de llegar al mundo.” 

Y tras estas palabras pasó a la acción. Se lanzó sobre ella arrancándole sus vestidos y sus cabellos y golpeándola con furiosa violencia hasta cansarse… Pero ni siquiera este estallido de violencia apaciguó el odio de la rencorosa diosa del amor…

Ordenó a Psique una serie de trabajos imposibles con la esperanza de que sucumbiera en ellos. De todos ellos salió airosa porque su belleza, bondad y su triste historia movieron la compasión de los seres animados e inanimados que le enseñaron cómo debía resolverlos. 
Es la versión femenina de los Trabajos de Hércules, resueltos no por la fuerza física del héroe, sino por la bondad de la heroína.

El último de los encargos fue el peor. Venus se lo ordenó luciendo en su boca una infernal sonrisa, sabiendo que por fin fracasaría: “Veo que eres una hechicera profundamente versada en la ciencia de los maleficios, puesto que tan rápidamente has cumplido mis órdenes. Pero mira, palomita, lo que debes hacer ahora. Toma esta caja y dirígete con ella a los infiernos. Preséntala luego a Proserpina y dile: «Venus suplica que le enviéis un poco de vuestra hermosura, aunque sólo sea la necesaria para un día; porque ella ha gastado toda la suya cuidando a su hijo enfermo.» Y vuelve en seguida sin tardanza porque necesito perfumarme para asistir a una función teatral en la morada de los dioses.

Psique entendió que era su final. Nadie había regresado jamás del Hades, el Orco en latín, el mundo de los muertos. Por eso se dirigió a una torre para lanzarse desde lo alto de ella y acabar con tanto tormento. Era el camino más corto para llegar al Hades.

Pero la torre se compadeció de ella y le aconsejó cómo llegar hasta la entrada del mundo infernal y de las precauciones que debía tomar: “Ante todo, no emprendas tu peregrinación a través de las tinieblas con las manos vacías. Debes llevarte dos tortas de harina de cebada amasada con miel, y un par de monedas en la boca. […] Allá está dispuesto Caronte, que exige adelantado el precio del pasaje y sólo con esta condición transporta a los viajeros de una a otra orilla en su remendada barca. ¡Es preciso que, aun en el seno de la muerte, viva la avaricia! ¡Que el mismo Plutón, poderosa divinidad, no haga nada sin dinero! Es preciso que el pobre deba procurarse el precio del pasaje, y si por desgracia no lleva la moneda, no puede morir apaciblemente. […] Estas y otras celadas te prepara la malévola Venus, para que tus manos dejen caer una de las tortas. Y no creas que la posesión de estas golosinas deba serte indiferente. Con una de las dos que pierdas, ya no podrás ver jamás la luz del día. En efecto, encontrarás un enorme perro, de gigantesca y triple cabeza, monstruo inmenso y formidable. Centinela avisado, guarda la silenciosa morada de Plutón, apartado en el umbral de las galerías de Proserpina. Dominarás su cólera echándole una de las tortas, y así continuarás fácilmente tu camino. Dirígete a Proserpina, que te recibirá dulce y benévola […] Entonces da cuenta de tu mensaje, y tomando lo que ofrezca, emprende tu regreso […] y pronto verás nuevamente el cielo con sus coros de estrellas. Pero hay un consejo, cuya observación te he de recomendar muy especialmente: y es que te guardes de abrir la caja que llevas, este tesoro de belleza divina, oculta cuidadosamente.” 

Psique siguió todos los consejos y recogió la caja cerrada, pagó las dos monedas al barquero Caronte, la entrada y la salida, y dio los dos pastelillos al perro Cancerbero, uno a la entrada y otro a la salida. Pero ya en el exterior, relajada y descansada de tan dura prueba, olvidó el último consejo y eso fue la causa de su perdición.


10 Charles-Joseph Natoire “Psique consigue de Proserpine el elixir de la belleza”


El ser humano nunca tiene bastante. Psique era la más bella de las mujeres pero ansiaba ser aún más bella. Por eso pensó que si abría la cajita y cogía un poco de belleza Venus no lo notaría… Craso error. La diosa contaba con su curiosidad femenina y lo que había dentro no era la belleza. Era el aire del Hades, que mantenía a los muertos sumidos en un sueño eterno. Y eso es lo que le ocurrió a Psique: “desprendiose un vapor letárgico, verdadero sueño de la Estigia, que se apoderó de ella; derramose por sus miembros una nube espesa y soñolienta, y cayó tendida en tierra en mitad del camino. Inmóvil, en el suelo, no era más que un cadáver dormido.

El sueño es hermano de la muerte, decían los griegos. Y el sueño eterno de Psique era casi idéntico a ella…

Este final trágico hubiese sido el más adecuado para un relato mitológico, lo que la mayoría de los lectores esperaba. Pero estamos ante un cuento y Apuleyo sorprendió a todos con un final feliz.

Eros, repuesto de sus heridas, se había escapado volando por la ventana de la habitación en la que estaba encerrado, castigado por su madre. Recorrió la Hélade hasta que vio a Psique tendida en el suelo con la caja al lado y al instante lo entendió todo. Recogió el aire infernal que tenía su amada y lo volvió a encerrar en la caja. A continuación rozó a Psique con la punta de una de sus flechas y la despertó de su sueño. 
11 “Psique dormida en la laguna Estigia”, 1688, de Michelangelo Palloni. Museo Palace en Wilanow, Varsovia. Eros la despierta tocándola con una de sus flechas.



Esto es lo que cuenta Apuleyo. La tradición artística encontró este despertar poco romántico y se inventó el beso de Eros y Psique. Fue Canova, el gran escultor del siglo XVIII, el mejor difusor de esta idea y aunque no se había inventado el Romanticismo, es un despertar más tierno que el imaginado por el novelista romano ya que, según  él, lo único que recibió Psique fue una reprimenda por no haber sabido reprimir su curiosidad y su ansia de belleza.


12 “Psique reanimada por el beso del amor” de Antonio Canova, 1793. Dimensiones: 1'55 por 1'68 m. Se conservan hasta seis versiones de esta obra, siendo las más conocidas las del Louvre y el Hermitage. Técnicamente es una obra difícil por la complejidad de los puntos de apoyo o el escaso grosor de las alas de Eros. Destaca también el elegante entrelazado de los cuerpos con una fluidez y dulzura muy naturales. Contraste entre la piel delicada y brillante de Psique, conseguida mediante un pulido cuidadoso del mármol, y la rugosidad y aspereza de la roca, con un desbastado más tosco.


13 Detalle que permite aprecia el cuidadoso tallado del mármol, su exquisito pulido así como la delicadeza de gestos de los enamorados..




14 Canova nos presenta en esta escultura una imagen idealizada del amor pero también muy humana. Y como buen escultor del Neoclasicismo su obra debía encerrar un mensaje moral: Eros, el amor, despierta de su sueño eterno a Psique, la mente, con un beso. El ser humano tiene una parte intelectual (psique) y una parte afectiva (eros). Cuando ambas se unen y armonizan, la felicidad está asegurada. La ternura de los dos protagonistas así lo manifiesta en esta obra.


15 La misma escultura vista desde otro ángulo. En primer plano el recipiente que contenía el gas que Apuleyo denominó “vapor letárgico, verdadero sueño de la Estigia”. Psique al respirarlo quedó sumida en un sueño eterno. La venganza de Venus contra ella se había consumado y de nuevo fue Eros el que se encargó de hacer fracasar el cruel destino que la rencorosa diosa había decretado para la más hermosa de las mortales.


16 Detalle del modelo en yeso de “Psique reanimada por el beso del amor” de Antonio Canova. Se conserva en el Metropolitan Museum of Art de Nueva York. Se aprecian las marcas del sacado de puntos y en los codos unas señales más profundas que corresponden al apoyo de los compases. Era el procedimiento usado para obtener el modelo definitivo en mármol a partir de este modelo en yeso.



Pero despertar a Psique no era suficiente. Debían protegerse de la cólera de Venus. Y la solución que encontró Eros fue genial. 

Viajó hasta el Olimpo y fue al palacio de Júpiter, su abuelo. El rey de los dioses se alegró muchísimo de verlo y besó y acarició a su nieto con gran afecto. Y cuando el joven dios le contó la causa de su visita se compadeció de su cruel destino y decidió ponerle remedio inmediatamente. 


Zeus con su nieto Eros. Fresco de Rafael en la Loggia di Psiche de la Villa Farnesina, Roma. Como todos los abuelos Zeus quería con locura a Eros y decide ayudarlo poniendo fin a la oposición de Venus.

Para ello “ordenó a Mercurio para que convoque inmediatamente todos los dioses a una sesión, declarando que el Inmortal que deje de concurrir sin causa justificada, pagará diez mil escudos de multa. Gracias a este temor, llenose todo el celeste, anfiteatro”. 
Poderos caballero es Don Dinero, así en la tierra, como en el cielo y en los infiernos, condicionando el destino de lo humano y lo divino…

Júpiter les dijo a los dioses que Eros había sido criado por él. “En sus primeras mocedades tuvo movimientos e impulsos de rebelión, por cuyo motivo creí necesario poner freno a sus iniciativas. De algún tiempo acá da que hablar diariamente a todo el mundo y se hace famoso por sus adulterios y desórdenes de todo género. Quiero que no tenga ocasión para repetirlo y para contener este libertinaje de la juventud quiero encadenarle en las leyes del himeneo [=matrimonio]. Se ha enamorado de una muchacha y ha marchitado su inocencia. Sea, pues, para él; que la conserve; que se case con Psiquis y goce eternamente de su afecto.

Y después se dirigió a Venus diciéndole: “Y tú, hija mía, no te entristezcas. Nada temas para la alta alcurnia de tu casa; el matrimonio no será desequilibrado ni ilegitimo; tú figurarás en su celebración, jurídicamente; corre de mi cuenta.

A continuación mandó a Mercurio que trajera a Psique a la asamblea de los dioses. En primer lugar le dio a beber una copa de ambrosía con lo cual la convirtió en inmortal. Y acto seguido declaró que Eros y Psique quedaban unidos en legítimo matrimonio.
El matrimonio de Eros y Psique, obra de Boucher, 1744. Júpiter los une en matrimonio simbolizado por la antorcha que arde encima de ellos. A la derecha de Psique Venus está sentada sobre el carro que le construyó su marido Vulcano y conversa con Marte, su amante. 



Y como no puede haber una buena boda sin un mejor banquete, Júpiter dispuso que se ejecutase inmediatamente en honor de su querido nieto. Eros y Psique, abrazados, ocupaban el lecho principal ya que los romanos acostumbraban a comer recostados en sus “triclinia”. A continuación venía el lecho de Júpiter y Juno y luego los de los demás dioses según su jerarquía. 

Corrió el néctar servido a todos por el dios Baco. Bueno, no a todos. A Júpiter le servía sólo Ganímedes, aquel hermosísimo jovencito raptado para ser su copero de día y para otros servicios más privados por la noche…

“Festín de boda de Cupido y Psique” (detalle), pintura al fresco del manierista Giulio Romano realizada en 1532 en el Palazzo del Te de Mantua (Italia). Psique sostiene en brazos a su hija Voluptuosidad. Al fondo el dios Pan.


El banquete fue espléndido. Vulcano preparó la comida en sus hornos; las Horas tendieron una alfombra de rosas y otras flores; las Gracias derramaron bálsamos y las Musas hicieron oír sus armoniosas voces. 
Apolo entonó una hermosa canción con su cítara. Era tan bella que Venus olvidó sus rencores y a sus cadenciosos acordes ejecutó las más hermosas danzas, unas danzas excitantes, más embriagadoras que el mejor de los vinos, que sólo la diosa de la belleza y el amor era capaz de ejecutar. Las Musas se unieron a Apolo y cantaron el coro mientras un Sátiro tocaba la flauta y un discípulo de Pan tocaba el caramillo. “De este modo y con tal ceremonia pasó Psiquis, jurídicamente, a la potestad de Cupido.” 

Según Apuleyo a los nueve meses tuvieron una niña. Un embarazo muy largo teniendo en cuenta que Psique ya estaba embarazada antes de separarse de Eros y después había pasado por muchas peripecias. Pero como estamos hablando de dioses, todo es posible.

Y por cierto, a la niña le pusieron por nombre Voluptuosidad. Si buscas el significado de esta palabra en un diccionario encontraras algo parecido a esto: “Incitación o satisfacción de los placeres de los sentidos, especialmente el sexual.” 
Un buen nombre para la nieta de Venus, creadora de todas las técnicas amatorias. Y para la hija de Eros, el dios que hería con sus flechas de amor a dioses y humanos, a bestias y a centauros, faunos, sátiros, sirenas… 
Nadie en la tierra, en el cielo o en el Hades puede sustraerse a los encantos del amor… Es una dulce derrota sucumbir a sus inmensos placeres y caer en manos de Voluptuosidad…