Eros y Psique o el triunfo del amor a pesar de la debilidad humana, los celos y las envidias.
Francisco Amillo
Queridos amigos de Agoraben. Pasado el verano y su beneficioso relax, volvemos a nuestras actividades, entre ellas este blog.
Continuando con la serie de artículos sobre el concepto del amor en el mundo clásico y su plasmación en la Historia del Arte, hoy os propongo un cuento sobre el dios Eros y la princesa Psique o Psiquis.
Aunque aparecen dioses, no es un relato mitológico en sentido estricto, sino una ficción literaria. Está sacado del libro “Metamorfosis” o “El asno de oro” de Apuleyo, un escritor romano del siglo II. Pero refleja igualmente, de manera genial, la mentalidad y los principios morales de la antigüedad clásica. Una novela que vale la pena leer o releer.
La historia de Eros y Psique no forma parte de la trama de la novela. Es un añadido que se podría quitar perfectamente y su argumento no se resentiría en absoluto aunque, eso sí, nos perderíamos un hermoso relato. Por eso os lo puedo contar sin necesidad de resumir el resto del libro.
Se trata de una historia, más bien un cuento, que una anciana, madre de unos ladrones, narra a una joven que había sido secuestrada por sus hijos y esperaba, toda intranquila, su liberación. El cuento embelesó a la joven y le relajó la espera, tal como pretendía la compasiva anciana. Pero, casi dos mil años después, nos sigue embelesando también a nosotros. Si quieres leerlo completo, puedes hacerlo a partir de su comienzo en el apartado 28 del Libro IV y sigue en los libros V y VI. En internet es fácil encontrar varias traducciones de esta importante novela.
Respecto a los personajes del cuento, Psique aparece en su forma griega mientras que el resto de divinidades son denominadas en su forma latina. Así Apuleyo habla de Cupido y no de Eros, de Venus y no de Afrodita, de Júpiter en vez de Zeus… Sin embargo en la Historia del Arte casi nunca se utiliza la forma Cupido, sino Eros y esa es la que yo utilizaré en este artículo.
Los textos en cursiva y entre comillas pertenecen a la traducción realizada por Jacinto de la Vega y Marco (Valencia-Madrid, 1909). Hay disponibles en la red otras traducciones más modernas y por tanto sometidas a derechos de autor.
El relato comienza como todos los cuentos: “Había en una ciudad un rey y una reina que tenían tres hijas”. No se dice cuál era esa ciudad, ni la época y de los cinco miembros de la familia sólo nos da el nombre de Psique. Una ambigüedad típica de los cuentos.
Las dos hijas mayores eran muy hermosas, tanto que su padre logró casarlas enseguida con otros reyes. Fueron buenos matrimonios que llenaron de orgullo al rey.
El caso de la hija pequeña fue muy distinto. Resultó ser tan inmensamente hermosa que no había palabras suficientes para expresarlo. Las gentes la reverenciaron por ello y la consideraron divina, pues su belleza era sobrehumana. “Llevábanse la diestra mano a los labios, y con el índice atravesado sobre el pulgar se arrodillaban a sus pies para adorarla con religioso respeto, exactamente como si fuese la propia Venus.” Como podéis observar nuestro rito religioso de besar el pulgar y el índice en forma de cruz tiene un origen muy antiguo.
Volviendo a Psique, todos la reverenciaban y literalmente la adoraban. Venían desde muy lejos, desde los más remotos confines de la Hélade, a contemplar su inmensa belleza. Pero ningún pretendiente, ni siquiera los reyes, se atrevían a pedir su mano, con gran consternación de sus padres.
Y al adorar a Psiquis las buenas gentes descuidaron a Venus, diosa de la belleza y el amor. Sus sacrificios se fueron espaciando, sus templos deteriorando y sus estatuas estaban sin coronas. Las prostitutas sagradas, que ejercían voluntariamente el oficio más viejo del mundo y entregaban sus beneficios a la diosa, dejaron de acostarse en los lechos sagrados…
Venus se enfureció sobremanera y ya sabemos lo crueles y rencorosas que eran las diosas con quien tomaban ojeriza. Encargó a su hijo Eros, el que lanza las flechas del amor, que “la enamorase del más feo, cruel y pésimo de los hombres, de modo que no pudiera encontrar en todo el mundo a nadie comparable en desdichas con ella.”
Mientras en el Olimpo se conspiraba contra Psique en la tierra su padre, preocupado por no poder casarla y temiendo que fuese a causa de alguna divinidad, consultó el oráculo de Apolo. La respuesta del dios resultó terrible para el pobre rey:
“En la roca más alta del monte, rey, coloca a tu hija
para una boda funeraria vestida y adornada.
Y no esperes un yerno de estirpe mortal nacido,
sino cruel, malo como una serpiente y fiero,
que a todos atormenta volando por el cielo,
todo debilita a sangre y fuego,
por quien tiembla el propio Júpiter,
y las divinidades, y los ríos, y las tinieblas Estigias.”
Las respuestas del oráculo siempre eran confusas, y admitían varias interpretaciones. En la ciudad de Psique todos entendieron que el esposo que los dioses le destinaban sería un monstruo que la devoraría. Pero leyendo el vaticinio con atención observamos que fue una interpretación equivocada… algo frecuente en los oráculos griegos. Al final del cuento, cuando Júpiter describe a Eros de una forma similar, es cuando entendemos el verdadero significado del vaticinio.
La respuesta de Apolo acongojó a toda Grecia y todos lamentaron sinceramente su destino. Su padre se resistió a aceptarlo pero finalmente no tuvo más remedio que obedecer los designios del dios e inició los preparativos de una boda que en realidad sería un funeral. “Se decoró todo con motivos funerarios, se encendieron débiles antorchas ennegrecidas con ceniza, la flauta cambió su tonada nupcial por el quejumbrosos modo lidio, y el alegre canto himeneo acabó en un lúgubre aullido. Una vez todo dispuesto, comenzó el funeral para un vivo: una lacrimosa Psique, acompañada por todo el pueblo, marchaba no a su boda sino a su entierro en medio de la tristeza de sus padres.” Todos sabían que había sido la envidiosa Venus la causante de sus desdichas, pero los mortales no tenían más remedio que aceptar las veleidades divinas…
Pero las cosas no sucedieron así. De repente, una suave brisa, o sea el dios Céfiro, la tomó con delicadeza y la transportó a un valle maravilloso tapizado de fresco y mullido césped y esmaltado con florecillas de mil colores. La blandura del lecho de hierba, el susurro del agua de los cristalinos arroyos, el suave rumor de Céfiro entre las hojas y el trino de jilgueros y ruiseñores en los árboles convidaban al descanso. Sus sonidos y aromas la relajaron y la dejaron dormida, arrullando su sueño después de tan intensas emociones.
4 “Psique recogida por Céfiro”, 1739. Pintura de Charles-Joseph Natoir en el techo del Hôtel de Soubise, París. El autor realizó 8 composiciones narrando la historia de Eros y Psique. |
Unos seres invisibles, de los que sólo oía sus voces, le dieron la bienvenida y le indicaron que a partir de ahora ese era su palacio y que ellos estaban para servirla en todo lo que necesitase. Así que la bañaron, vistieron y obsequiaron con un exquisito banquete donde la enorme calidad de las viandas rivalizaba con la maravillosa excelencia de sus bebidas. No se veían músicos ni cantores, pero en el aire sonaba música de cítara acompañando hermosísimos cantos.
Concluida la cena se retiró a su habitación. Al poco rato un ruido la sobresaltó. La estancia estaba oscura pero adivinó que había llegado su esposo a consumar el matrimonio. Ella ignoraba que se trataba de Eros y por eso estaba “temblando por su virginidad en medio de tal aislamiento, sintió miedo y espanto. Y más que las desgracias que pueden afligirla, la turba el desnudarse.”
Pero Eros había aprendido de su madre todos los secretos del arte del amor y los temores de Psique a la postre resultaron infundados. Sus delicadas caricias, sus dulces besos y sus apasionadas palabras obraron un efecto embriagador y la joven esposa tuvo una maravillosa iniciación en el arte del amor, una iniciación divina. Fue una noche de éxtasis intenso y prolongado, sabiamente administrado por las expertas manos de Eros. Finalmente quedó profundamente dormida, ebria de felicidad.
Su única contrariedad vino al amanecer: su tierno esposo, que había despertado en ella sensaciones, sentimientos y emociones que jamás había imaginado que podría sentir, había desaparecido. Estuvo ausente todo el día, pero acudió otra vez por la noche, cuando el palacio estaba ya a oscuras.
Y así, llenos de felicidad, siguieron los días y las noches de Psique, plenos de gozo pero siempre sin poder conocer el aspecto de su marido porque desaparecía antes del amanecer.
Sin embargo el ser humano se acostumbra rápidamente a lo bueno y Psique empezó a notar que necesitaba el calor del contacto humano, cansada ya de un palacio tremendamente lujoso pero con sirvientes invisibles y un marido al que podía hablar y tocar pero no ver y que además la abandonaba durante el día. “¿Cómo vivir encerrada, enclaustrada en esta cárcel? ¿Qué le importaban riquezas y agasajos, si se veía privada del trato con los demás mortales?”
Pronto Psique añadió otro elemento más a su disgusto. Una noche Eros le informó que sus ancianos padres estaban tan tristes por su supuesta y trágica muerte que su dos hermanas habían abandonado sus reinos para ir a consolarlos. Las dos hermanas subirían a lo alto de la montaña y Psique oiría sus voces pero debería ignorarlas porque en caso contrario una terrible desgracia caería sobre ella y un gran dolor invadiría a su marido.
Psique se pasó todo el día siguiente llorando, sin bañarse, sin acicalarse y sin probar alimento. Y por la noche con más lágrimas, muchas caricias, amenazas de suicidio y promesas logró arrancar de su marido el permiso para que Céfiro trajera a sus hermanas a palacio. Pero Eros puso una condición: bajo ningún concepto debía seguir los consejos de sus hermanas. Y si no quería hacerlo por él, debería hacerlo por el niño que estaba creciendo en su vientre, que podría acabar siendo un dios si seguía sus instrucciones.
Y así fue como Psique, habiendo usado todos sus recursos de mujer para salirse con la suya, recuperó de repente la alegría y su vida volvió a parecerle maravillosa. Saberse embarazada la llenó de enorme gozo y más teniendo en cuenta que iba a ser la madre de un dios…
Al día siguiente Céfiro trajo al palacio a sus hermanas. Ella las recibió con gran alegría, les contó cómo era su vida en palacio, las obsequió con un banquete espléndido y las llenó de oro y joyas.
7 “Psique mostrando a sus hermanas los regalos de Eros” de Jean-Honore Fragonard, 1753.
|
Pero sus hermanas no se alegraron de su bien. Al contrario, se llenaron de envidia. Se quejaban de que sus palacios parecían chozas al lado del suyo y sus maridos, viejos y achacosos, no podían proporcionarles las arrebatadoras noches de placer intenso que Psique recibía del suyo. Y los regalos no los consideraron como muestra del amor fraternal sino del orgullo y la presunción pues les echaba en cara su triste realidad cotidiana.
Por eso decidieron ignorar el ruego de Psique de contar a sus padres la suerte que había tenido para que así se consolasen. Y sabiendo por su inocente hermana que sus consejos le traerían desgracias, decidieron embaucarla mediante el miedo.
Le dijeron: “Tú vives contenta y feliz en tu ignorancia, desconoces el peligro que te amenaza. Pero nosotras, que con no interrumpido celo pensamos en tu porvenir, vivimos cruelmente atormentadas por los peligros que te rodean. Efectivamente, hemos sabido (sin caber duda alguna) un secreto que nos es imposible ocultarle […] Una enorme serpiente de mil abultados repliegues, cuya garganta está repleta de terrible veneno y que abre unas fauces de profundidad aterradora; he aquí el esposo que por la noche descansa furtivamente a tu lado. Acuérdate del oráculo de la pitonisa que proclamó que estabas destinada a casarte con un cruel monstruo. Los campesinos, los cazadores de la comarca, y casi todos los de la ciudad, le han visto […] Según todos afirman […] el día en que llegará a término tu embarazo, te devorará con tu delicado hijo.”
Para conjurar este peligro le aconsejaron que escondiese un afilado cuchillo y una lámpara de aceite. Y por la noche, cuando su esposo estuviese dormido debería encender la lámpara y asestar un certero golpe con el cuchillo a la fiera que tenía al lado.
Y así lo hizo Psique, aterrorizada por el cruel destino que según sus hermanas le esperaba. Escondió lámpara y cuchillo y esperó en la noche a que la serpiente durmiera profundamente. Entonces se levantó a oscuras y buscando la lámpara tocó el carcaj de Eros y se pinchó en el dedo con la punta de una de sus flechas. Al instante quedó inmensa e irremediablemente enamorada de él. Y cuando la luz de la lámpara inundó la sala quedó anonadada: vio el joven más hermoso que podía imaginar, cuya belleza tampoco podía describirse con palabras… Su apuesta cabeza de dorados rizos, su cuerpo de blancura inmaculada, sus alas del color de la rosa y el lirio… Y reconoció a Eros, su marido y el padre del niño que crecía en su vientre. Y ella estaba profundamente enamorada de él.
El cuchillo le cayó de las manos y empezó a besar el dormido rostro con toda la pasión de su corazón. Con su estremecimiento inclinó la lámpara y una gota de aceite caliente cayó sobre el delicado cuerpo del dios, que despertó por el dolor. “Y al ver que han hecho vil traición a su secreto, remonta el vuelo sin proferir una sola palabra, para escapar de las manos y las miradas de su esposa.”
9 El mismo tema del cuadro anterior con las posibilidades expresivas del mármol. Reinhold Begas, “Eros y Psique”, 1854. Hôtel de Soubise, París. |
Psique, desesperada, se lanzó a un río próximo para acabar con su vida. Pero el dios del río, tal vez por compasión o tal vez por quedar bien con Eros, impidió el suicidio y la transportó delicadamente hasta la suave hierba de la orilla.
Cerca de allí, en lo alto de una colina, estaba el dios Pan haciendo sonar hermosas melodías de su flauta de caña mientras apacentaba su rebaño. “Cerca de la orilla jugueteaban las cabras paciendo y retozando sobre la hierba. El dios de los pies de macho cabrío [Pan] vio a Psiquis doliente y abatida. Sabía ya su aventura y llamándola tiernamente le prodigó consoladoras palabras.”
Pan tuvo éxito y Psique abandonó su idea de quitarse la vida. En su lugar planeó vengarse de sus envidiosas y taimadas hermanas, responsables de su desgracia.
Fue primero al palacio de la mayor y le contó la verdad: que siguiendo su consejo, intentó matar al marido pero no pudo porque la luz de la lámpara le reveló que era el dios Eros. A partir de aquí Psique cambió la realidad: cuando una gota de aceite despertó al dios del amor y la vio con el cuchillo, la castigó expulsándola del palacio. Además le ordenó avisar a su hermana que la desposaría a ella en vez de a Psique. Para ello debería acudir a lo alto del monte y lanzarse al vacío como la vez anterior para que Céfiro la recogiese y la llevase ante su nuevo esposo.
La hermana, cegada por la codicia y la lujuria, creyó todo a pie juntillas. Abandonó a su marido sin dar explicaciones y corrió hasta lo alto del monte. “Llegó jadeante a la roca y, aunque en aquel momento la brisa era contraria, cegada por la impaciencia dijo orgullosa: «Recíbeme Cupido, recibe una esposa digna de ti y tú, Céfiro, conduce a tu soberana.» Y se arrojó con furia al espacio. Pero no llegó al valle. Las angulosas rocas destrozaron su cuerpo y dispersaron sus miembros. Obtuvo la muerte que merecía. Sus dispersas entrañas ofrecieron pasto a las aves de rapiña y a las fieras.”
Con la otra hermana usó idéntica treta y obtuvo el mismo resultado, completando así su venganza.
Pero la venganza, una vez consumada, no siempre supone recuperar la felicidad. Eso es lo que le pasó a Psique: enamorada hasta la médula de Eros sólo pensaba en él y sólo soñaba con recuperarlo. Necesitaba verlo, pedirle perdón, acariciarlo, besarlo...
Recorrió toda Grecia en su búsqueda pero su peregrinación resultaba inútil. Nadie conocía su paradero. Hacía tiempo que ya no se le veía y nadie recibía sus dulces y aceradas flechas.
Y es que Eros, enfermo de amor, estaba en el Olimpo en casa de su madre. Venus no lo sabía porque había decidido pasar un tiempo bañándose en el fondo del mar. Fue una gaviota la que le informó de que su hijo estaba penando de amores. “Venus, encolerizada, respondió: ¡Así, pues, mi excelente hijo tiene ya una querida! Hazme saber […] el nombre de la que ha chiflado a un chiquillo imberbe e inocente. ¿Es alguna de las Ninfas? ¿Alguna Hora? ¿Alguna Musa? ¿Una de las Gracias que están a mi servicio? El locuaz pájaro no se hizo esperar. Señora, le respondió, no lo sé a punto fijo pero creo que es una muchacha que, si mal no recuerdo, se llama Psiquis. Está enamorado de ella locamente.”
Es fácil imaginar la cólera de Venus. Se dirigió rápidamente a su palacio y fue Eros el primero en experimentar su indignación: “¡He aquí una honrada conducta, excelente para recomendar mi familia y tu moralidad! ¡Buen principio! ¡Empezar pisoteando las órdenes de tu madre, de tu reina! ¿Por qué no has avergonzado a mi rival con un amor indigno? ¿Y te parece decente que un chiquillo de tu edad la tome por esposa? ¡Eres demasiado joven para querer imponerme una nuera que sea rival mía!”
Mientras tanto Psique continuaba su peregrinación y a pesar de que muchos se compadecieron de ella e intentaron consolarla, nadie le pudo ayudar porque el temor a Venus sobrecogía a todos. Eso le llevó a una solución desesperada: “Rodeada por tantos peligros, ¿adónde dirigiré mis pasos? ¿Bajo qué techo ni en qué tinieblas puedo ocultarme para escapar a la sagaz mirada de la poderosa Venus? Es preciso, Psiquis, que te armes de indomable valor. Ten fuerzas bastantes para renunciar a un resto de engañadora esperanza. Entrégate voluntariamente a tu soberana: tu sumisión, aunque tardía, abatirá su cólera y su crueldad, ¿Sabes tú, si aquel que buscas, hace tiempo está acaso en el palacio de su madre?”
Venus, pensando que Psique se mantenía oculta de ella, ordenó a su hermano Mercurio que lanzase un público pregón ordenando que quien la encontrara se la entregara. El bando era el siguiente: “Una esclava llamada Psiquis, hija de un rey y perteneciente a Venus, ha escapado. Se suplica al que la detenga o pueda indicar su escondite, que lo prevenga a Mercurio, encargado de la presente publicación, detrás del templo de Venus Murcia. Recibirá, en premio de sus informes, siete dulces besos de la propia Venus y uno especial, más delicioso que los anteriores, dado con la lengua sobre los labios.”
El premio era enormemente tentador, nada menos que siete besos de la diosa del amor, creadora y máxima experta de las técnicas amatorias… ¿quién iba a resistirse a eso?
Si alguna duda le quedaba a Psique, este bando la persuadió a ponerse inmediatamente en marcha hacia la morada de Venus. Y al llegar ante su presencia entendió al instante que había sido un error esperar que se disiparían su odio y sus deseos de venganza.
Primero mandó a sus criadas que la apaleasen y torturasen de mil maneras diferentes. Pasado un tiempo mandó llevarla ante ella y le dijo: “¡He aquí el vientre cuya plenitud debe encantarme y decidirme a la indulgencia¡ ¡De aquí debe salir el glorioso fruto que me procurará la dicha de ser abuela! ¡Felicidad suprema, en efecto, oírse llamar abuela en la edad más florida y saber que el hijo de una miserable esclava es nieto de Venus! Pero, ¿qué estoy diciendo? Estoy loca. No será mi nieto. El matrimonio es nulo: ha sido consumado en pleno bosque, sin testigos, sin consentimiento de los padres. No debe ser considerado legítimo, y el niño, por lo tanto, es un bastardo. Eso suponiendo que le dejemos tiempo de llegar al mundo.”
Y tras estas palabras pasó a la acción. Se lanzó sobre ella arrancándole sus vestidos y sus cabellos y golpeándola con furiosa violencia hasta cansarse… Pero ni siquiera este estallido de violencia apaciguó el odio de la rencorosa diosa del amor…
Ordenó a Psique una serie de trabajos imposibles con la esperanza de que sucumbiera en ellos. De todos ellos salió airosa porque su belleza, bondad y su triste historia movieron la compasión de los seres animados e inanimados que le enseñaron cómo debía resolverlos.
Es la versión femenina de los Trabajos de Hércules, resueltos no por la fuerza física del héroe, sino por la bondad de la heroína.
El último de los encargos fue el peor. Venus se lo ordenó luciendo en su boca una infernal sonrisa, sabiendo que por fin fracasaría: “Veo que eres una hechicera profundamente versada en la ciencia de los maleficios, puesto que tan rápidamente has cumplido mis órdenes. Pero mira, palomita, lo que debes hacer ahora. Toma esta caja y dirígete con ella a los infiernos. Preséntala luego a Proserpina y dile: «Venus suplica que le enviéis un poco de vuestra hermosura, aunque sólo sea la necesaria para un día; porque ella ha gastado toda la suya cuidando a su hijo enfermo.» Y vuelve en seguida sin tardanza porque necesito perfumarme para asistir a una función teatral en la morada de los dioses.”
Psique entendió que era su final. Nadie había regresado jamás del Hades, el Orco en latín, el mundo de los muertos. Por eso se dirigió a una torre para lanzarse desde lo alto de ella y acabar con tanto tormento. Era el camino más corto para llegar al Hades.
Pero la torre se compadeció de ella y le aconsejó cómo llegar hasta la entrada del mundo infernal y de las precauciones que debía tomar: “Ante todo, no emprendas tu peregrinación a través de las tinieblas con las manos vacías. Debes llevarte dos tortas de harina de cebada amasada con miel, y un par de monedas en la boca. […] Allá está dispuesto Caronte, que exige adelantado el precio del pasaje y sólo con esta condición transporta a los viajeros de una a otra orilla en su remendada barca. ¡Es preciso que, aun en el seno de la muerte, viva la avaricia! ¡Que el mismo Plutón, poderosa divinidad, no haga nada sin dinero! Es preciso que el pobre deba procurarse el precio del pasaje, y si por desgracia no lleva la moneda, no puede morir apaciblemente. […] Estas y otras celadas te prepara la malévola Venus, para que tus manos dejen caer una de las tortas. Y no creas que la posesión de estas golosinas deba serte indiferente. Con una de las dos que pierdas, ya no podrás ver jamás la luz del día. En efecto, encontrarás un enorme perro, de gigantesca y triple cabeza, monstruo inmenso y formidable. Centinela avisado, guarda la silenciosa morada de Plutón, apartado en el umbral de las galerías de Proserpina. Dominarás su cólera echándole una de las tortas, y así continuarás fácilmente tu camino. Dirígete a Proserpina, que te recibirá dulce y benévola […] Entonces da cuenta de tu mensaje, y tomando lo que ofrezca, emprende tu regreso […] y pronto verás nuevamente el cielo con sus coros de estrellas. Pero hay un consejo, cuya observación te he de recomendar muy especialmente: y es que te guardes de abrir la caja que llevas, este tesoro de belleza divina, oculta cuidadosamente.”
Psique siguió todos los consejos y recogió la caja cerrada, pagó las dos monedas al barquero Caronte, la entrada y la salida, y dio los dos pastelillos al perro Cancerbero, uno a la entrada y otro a la salida. Pero ya en el exterior, relajada y descansada de tan dura prueba, olvidó el último consejo y eso fue la causa de su perdición.
10 Charles-Joseph Natoire “Psique consigue de Proserpine el elixir de la belleza” |
El ser humano nunca tiene bastante. Psique era la más bella de las mujeres pero ansiaba ser aún más bella. Por eso pensó que si abría la cajita y cogía un poco de belleza Venus no lo notaría… Craso error. La diosa contaba con su curiosidad femenina y lo que había dentro no era la belleza. Era el aire del Hades, que mantenía a los muertos sumidos en un sueño eterno. Y eso es lo que le ocurrió a Psique: “desprendiose un vapor letárgico, verdadero sueño de la Estigia, que se apoderó de ella; derramose por sus miembros una nube espesa y soñolienta, y cayó tendida en tierra en mitad del camino. Inmóvil, en el suelo, no era más que un cadáver dormido.”
El sueño es hermano de la muerte, decían los griegos. Y el sueño eterno de Psique era casi idéntico a ella…
Este final trágico hubiese sido el más adecuado para un relato mitológico, lo que la mayoría de los lectores esperaba. Pero estamos ante un cuento y Apuleyo sorprendió a todos con un final feliz.
Eros, repuesto de sus heridas, se había escapado volando por la ventana de la habitación en la que estaba encerrado, castigado por su madre. Recorrió la Hélade hasta que vio a Psique tendida en el suelo con la caja al lado y al instante lo entendió todo. Recogió el aire infernal que tenía su amada y lo volvió a encerrar en la caja. A continuación rozó a Psique con la punta de una de sus flechas y la despertó de su sueño.
11 “Psique dormida en la laguna Estigia”, 1688, de Michelangelo Palloni. Museo Palace en Wilanow, Varsovia. Eros la despierta tocándola con una de sus flechas. |
Esto es lo que cuenta Apuleyo. La tradición artística encontró este despertar poco romántico y se inventó el beso de Eros y Psique. Fue Canova, el gran escultor del siglo XVIII, el mejor difusor de esta idea y aunque no se había inventado el Romanticismo, es un despertar más tierno que el imaginado por el novelista romano ya que, según él, lo único que recibió Psique fue una reprimenda por no haber sabido reprimir su curiosidad y su ansia de belleza.
13 Detalle que permite aprecia el cuidadoso tallado del mármol, su exquisito pulido así como la delicadeza de gestos de los enamorados..
|
Viajó hasta el Olimpo y fue al palacio de Júpiter, su abuelo. El rey de los dioses se alegró muchísimo de verlo y besó y acarició a su nieto con gran afecto. Y cuando el joven dios le contó la causa de su visita se compadeció de su cruel destino y decidió ponerle remedio inmediatamente.
Para ello “ordenó a Mercurio para que convoque inmediatamente todos los dioses a una sesión, declarando que el Inmortal que deje de concurrir sin causa justificada, pagará diez mil escudos de multa. Gracias a este temor, llenose todo el celeste, anfiteatro”.
Poderos caballero es Don Dinero, así en la tierra, como en el cielo y en los infiernos, condicionando el destino de lo humano y lo divino…
Júpiter les dijo a los dioses que Eros había sido criado por él. “En sus primeras mocedades tuvo movimientos e impulsos de rebelión, por cuyo motivo creí necesario poner freno a sus iniciativas. De algún tiempo acá da que hablar diariamente a todo el mundo y se hace famoso por sus adulterios y desórdenes de todo género. Quiero que no tenga ocasión para repetirlo y para contener este libertinaje de la juventud quiero encadenarle en las leyes del himeneo [=matrimonio]. Se ha enamorado de una muchacha y ha marchitado su inocencia. Sea, pues, para él; que la conserve; que se case con Psiquis y goce eternamente de su afecto.”
Y después se dirigió a Venus diciéndole: “Y tú, hija mía, no te entristezcas. Nada temas para la alta alcurnia de tu casa; el matrimonio no será desequilibrado ni ilegitimo; tú figurarás en su celebración, jurídicamente; corre de mi cuenta.”
A continuación mandó a Mercurio que trajera a Psique a la asamblea de los dioses. En primer lugar le dio a beber una copa de ambrosía con lo cual la convirtió en inmortal. Y acto seguido declaró que Eros y Psique quedaban unidos en legítimo matrimonio.
Y como no puede haber una buena boda sin un mejor banquete, Júpiter dispuso que se ejecutase inmediatamente en honor de su querido nieto. Eros y Psique, abrazados, ocupaban el lecho principal ya que los romanos acostumbraban a comer recostados en sus “triclinia”. A continuación venía el lecho de Júpiter y Juno y luego los de los demás dioses según su jerarquía.
El banquete fue espléndido. Vulcano preparó la comida en sus hornos; las Horas tendieron una alfombra de rosas y otras flores; las Gracias derramaron bálsamos y las Musas hicieron oír sus armoniosas voces.
Apolo entonó una hermosa canción con su cítara. Era tan bella que Venus olvidó sus rencores y a sus cadenciosos acordes ejecutó las más hermosas danzas, unas danzas excitantes, más embriagadoras que el mejor de los vinos, que sólo la diosa de la belleza y el amor era capaz de ejecutar. Las Musas se unieron a Apolo y cantaron el coro mientras un Sátiro tocaba la flauta y un discípulo de Pan tocaba el caramillo. “De este modo y con tal ceremonia pasó Psiquis, jurídicamente, a la potestad de Cupido.”
Según Apuleyo a los nueve meses tuvieron una niña. Un embarazo muy largo teniendo en cuenta que Psique ya estaba embarazada antes de separarse de Eros y después había pasado por muchas peripecias. Pero como estamos hablando de dioses, todo es posible.
Y por cierto, a la niña le pusieron por nombre Voluptuosidad. Si buscas el significado de esta palabra en un diccionario encontraras algo parecido a esto: “Incitación o satisfacción de los placeres de los sentidos, especialmente el sexual.”
Un buen nombre para la nieta de Venus, creadora de todas las técnicas amatorias. Y para la hija de Eros, el dios que hería con sus flechas de amor a dioses y humanos, a bestias y a centauros, faunos, sátiros, sirenas…
Nadie en la tierra, en el cielo o en el Hades puede sustraerse a los encantos del amor… Es una dulce derrota sucumbir a sus inmensos placeres y caer en manos de Voluptuosidad…
BELLA HISTORIA!!!!!!!!!! Y LA REPRESENTACION EN LAS OBRAS MARAVILLOSAAA!!!
ResponderEliminarEn curionauta las curiosidades sobre historia son increibles hay unos buenos articulos de dioses muy interesantes los cuales debes conocer que son increibles las culturas
ResponderEliminarBuen resumen!!! Junto a los cuadros! Bueno el aporte!
ResponderEliminar