El relato mitológico del cíclope Polifemo, la ninfa Galatea y el pastor Acis: una historia de hermosos poemas, tristes melodías y amores frustrados.
Algunos amigos de AGORABEN me han animado a continuar escribiendo sobre personajes de la mitología clásica. Y aquí me tenéis de nuevo, comentando esta vez el mito de Polifemo y Galatea. Se trata de un relato que ejerció un gran influjo en el mundo clásico y también en la cultura europea. Lo encontraremos en la literatura, la música (Hendel compuso una ópera) y por supuesto el arte con numerosos cuadros y esculturas de los que veremos algunos ejemplos.
En la mitología griega la figura del gigante y cíclope Polifemo se conocía desde los primeros siglos de su historia. Tenemos su descripción en Homero (siglo VIII a.C.) y en Hesíodo (hacia el siglo VII a.C.)
Según Hesíodo en su "Teogonía" (vv. 139-146) los cíclopes eran tres hijos de Urano y Gea (Brontes, Estéropes y Arges) que personificaban tres fenómenos naturales: el trueno, el relámpago y el rayo. Encerrados por su padre en el Tártaro fueron liberados por Zeus y como muestra de gratitud le regalaron el rayo y el trueno.
La descripción de Polifemo que hace Homero en la Odisea (canto IX) es muy diferente pero ha sido el relato más popular y difundido. Sólo coincide con el anterior en el aspecto físico del protagonista: era un cíclope gigante. Todo lo demás es muy distinto: cambia su nombre, fue el más importante de los cíclopes y despreciaba a Zeus.
Homero nos lo describe como hijo de Poseidón. Era un gigante de aspecto horrible a causa de tener un único ojo redondo, que ese es el significado de Cíclope. Además de su aspecto físico eran también horribles sus costumbres y su moralidad: era cruel, avariento, comía carne cruda, se emborrachaba, despreciaba el deber de la hospitalidad y se comía a los humanos que pasaban junto a su cueva de Sicilia, en las laderas del Etna, donde vivía pastoreando sus ovejas, vestido de pieles y con un gigantesco cayado...
Galatea, cuyo nombre significa "blanca como la leche", era una hermosa ninfa. Su padre Nereo había tenido cincuenta hijas, las nereidas. Vivían en el fondo del Mediterráneo pero solían salir a la superficie para ayudar a marineros en dificultades. Cantaban con voz melodiosa y bailaban alrededor de su padre. Se las representa como bellísimas muchachas que formaban parte del séquito de Poseidón. Los griegos las adoraban en altares situados en playas y acantilados, donde les ofrendaban leche, aceite y miel.
Aparecen pronto en la mitología. Homero y poco después Hesíodo dan los nombres de las cincuenta nereidas y en ambas relaciones aparece Galatea, de gran belleza según los dos. Esta característica la acompañará a partir de ese momento en todas las descripciones posteriores, tanto de la época clásica como en el Renacimiento y Barroco.
Como ejemplo os pongo la descripción que de Galatea hacía Luis de Góngora en su famoso poema "Polifemo y Galatea" donde las alusiones a su blanca belleza son constantes. Veréis que su estilo es tan culto y refinado que puede presentar algunas dificultades de comprensión. Dice así:
"Ninfa, de Doris hija, la más bella,
adora, que vio el reino de la espuma.
Galatea es su nombre, y dulce en ella
el terno Venus de sus Gracias suma.
Son una y otra luminosa estrella
lucientes ojos de su blanca pluma:
si roca de cristal no es de Neptuno,
pavón de Venus es, cisne de Juno.
Purpúreas rosas sobre Galatea
la Alba entre lilios cándidos deshoja:
duda el Amor cuál más su color sea,
o púrpura nevada, o nieve roja.
De su frente la perla es, eritrea,
émula vana. El ciego dios se enoja,
y, condenado su esplendor, la deja
pender en oro al nácar de su oreja."
Resulta difícil imaginar cómo dos personajes tan dispares, más bien opuestos, Polifemo y Galatea, pudieron verse involucrados en una relación amorosa. Uno era la encarnación de la fealdad y el mal y la otra de la belleza y la bondad... De hecho tales amores se planten por primera vez a finales del siglo V a.C. por obra y gracia de un poeta despechado por una rivalidad poética y sentimental. Se trata de Filóxeno de Citera y es imprescindible contar brevemente su biografía para entender los cambios que introdujo en el mito clásico.
Filóxeno (435-380 a.C.) había nacido en la isla de Citera. De joven había sido vendido como esclavo en Atenas. Fue una consecuencia de la Guerra del Peloponeso (426-410). Los atenienses ocuparon la isla y muchos de sus habitantes fueron esclavos de guerra. Su suerte fue que lo comprara el poeta ditirámbico Melanípides. Este autor le trató como un igual, le enseñó su arte y finalmente le dio la libertad. Gracias a él Filóxeno se convirtió en un apreciado autor de ditirambos que superó a su maestro.
El ditirambo era un poema cantado, compuesto originariamente en honor a Dionisos, en el que la música y la danza eran tan importantes como el texto. Era una composición laudatoria. Durante nuestro Siglo de Oro se escribieron muchos ditirambos a la manera griega, exagerando tanto la admiración que ditirambo se convirtió en sinónimo de alabanza exagerada.
Buscando mejores oportunidades Filóxeno abandonó Atenas y marchó a Siracusa, a la corte del tirano Dionisio I. Este gobernante era un mecenas de científicos y artistas. Además le gustaba componer poemas que todos sus protegidos aplaudían a rabiar. ¿Todos? No: Filóxeno le decía siempre la verdad, que sus versos no tenían valor alguno.
El tirano estaba resentido por esa falta de adulación, pero no se decidía a actuar contra él. La oportunidad de venganza le vino cuando Filóxeno cometió otro error: trató de seducir a Galatea, una flautista de la corte por la que el tirano sentía también un gran interés. Y ocurrió lo inevitable: Dionisio lo condenó a trabajos forzados en la terrible cárcel de las Latomías de Siracusa. Según Cicerón esta prisión, antigua cantera, era una "obra grandiosa, magnífica, de reyes y tiranos, excavada íntegramente en la roca por obra de muchos operarios, hasta una extraordinaria profundidad. No existe ni se puede imaginar nada tan cerrado por todas partes y seguro contra cualquier tentativa de evasión. " (In Verrem II, 5, 68).
Según algunos autores antiguos, a pesar de la dificultad de evasión, Filóxeno logró escapar de Sicilia y viajó por todo el mundo griego recitando sus ditirambos hasta que la muerte le llegó en Éfeso.
Pero según otros, como por ejemplo Diodoro de Sicilia, en realidad no huyó: Dionisio le había preguntado de nuevo cómo eran sus poemas y Filóxeno le contestó con una palabra de doble sentido que podía significar al mismo tiempo "llenos de sentimiento" o "lamentables". Dionisio la entendió en el primer sentido y le dio la libertad. El tirano dejaba patente su ignorancia literaria ante Filóxeno y ante toda Grecia.
Para nosotros el episodio de su encarcelamiento fue una suerte porque en prisión compuso su obra más conocida, el ditirambo "Cíclope" también llamado "Galatea" en honor de su fracasada conquista amorosa.
El poema fue compuesto hacia el 390 a.C. Filóxeno se vengó del tirano Dionisio presentándolo como el cíclope Polifemo basándose en que tenía un ojo con pésima visión o incluso, según algunos, en que era tuerto. Siguiendo por esa vía de la sátira hace que el coro de la obra fueran las ovejas y cabras del Cíclope, el cual lo dirigía y tocaba la cítara.
Partiendo del relato de la Odisea, que todos conocían a la perfección, hablaba del cíclope Polifemo que vivía en una cueva con sus ovejas y se enfrentó a Ulises. Pero Filóxeno añade un detalle nuevo: se enamoró de la nereida Galatea, trasunto literario de la flautista causante de su desgracia. Y Ulises, personaje astuto y hábil que había seducido a Galatea, era en realidad el propio autor.
En el poema Polifemo, no correspondido, se consuela de su mal de amores cantando con el acompañamiento de una lira. Era un instrumento musical no habitual en este tipo de poesía ya que se acompañaba con el aulós o flauta doble, que tan magistralmente tocaba Galatea. Al mismo tiempo encargaba a los delfines que informaran a Galatea de cómo aliviaba su dolor por ella mediante la poesía y el canto.
Desconocemos como acaba esta historia porque el poema no se ha conservado íntegro. Siglos más tarde el historiador Apiano, en el siglo II d.C. daba un dato del que se puede deducir un final feliz para Polifemo: "Y cuentan que el país tomó el nombre de Ilirio, el hijo de Polifemo, pues el cíclope Polifemo y Galatea tuvieron tres hijos: Celto, Ilirio y Gala, que emigraron desde Sicilia y gobernaron sobre los celtas, ilirios y gálatas, llamados así por su causa."
Así que tenemos derecho a imaginar el final siguiente: Ulises acabó abandonando Sicilia y a su amante Galatea, marchando a Ítaca donde le esperaba su Penélope. Y el cíclope acabó conquistando a Galatea no por la fuerza física que le caracterizaba sino por su constancia en el amor y en el cultivo de las bellas artes. El amor había transformado al rudo gigante caníbal en un tierno enamorado y le inspiraba bellas melodías y dolientes poemas.
El dolor causado por el abandono de Ulises fue remitiendo en Galatea y se iba sustituyendo por un interés nacido de la contemplación del dolor de Polifemo y del sentimiento conmovedor y sincero de poemas. Y así fue como el amor volvió a renacer en el corazón de Galatea, acunado por hermosos versos y dulces melodías. Desde siempre las palabras hermosas han sido la llave que ha abierto el corazón de las mujeres...
Ya he indicado que apenas se conservan unos pocos fragmentos del poema de Filóxeno, no más de doce versos. Pero en su época fue muy conocido y sirvió de base para crear otros relatos sobre la relación amorosa de Polifemo y Galatea. Esta transformación del horrendo Polifemo en un tierno enamorado daría más tarde pie al cuento de la bella y la bestia.
Este poema de Filóxeno dio también lugar a una nueva tradición literaria, la bucólica, de gran éxito. La figura del pastor que canta su mal de amores por los bosques acabó siendo un tópico literario muchos siglos después, en el Renacimiento y el Barroco. Un ejemplo es el gran Garcilaso de la Vega (1501-1536) que en su Égloga I nos dice que va a contar las penas de amor de los pastores Salicio y Nemoroso. El texto y la música melodiosa de sus lamentos hacen que hasta las ovejas dejen de pacer y escuchen absortas sus tristes y dulces cantos:
"El dulce lamentar de dos pastores,
Salicio juntamente y Nemoroso,
he de contar, sus quejas imitando;
cuyas ovejas al cantar sabroso
estaban muy atentas, los amores,
(de pacer olvidadas) escuchando."
Otro autor muy importante para entender el mito de Polifemo y Galatea fue Ovidio. Lo narró en su obra "Las Metamorfosis" (libro XIII), acabada el año 8 d.C. Pero introdujo un nuevo personaje, el pastor Acis, el gran amor de Galatea, lo que tendría una enorme transcendencia literaria y artística. Ovidio cita a Ulises pero sin mantener relación amorosa con Galatea.
Su relato adopta la forma de confesión femenina íntima: la también hermosa ninfa Escila peina a Galatea y esta se lamenta, entre lágrimas, de que a pesar de ser diosa no pudo rechazar a Polifemo más que a costa de enorme dolor. Los textos que cito a continuación proceden de la traducción de Las Metamorfosis que publicó el Consejo Superior de Investigaciones Científicas en 1994.
Según contaba Galatea llena de dolor: “Fruto de Fauno y de la ninfa Simétide fue Acis, gozo inmenso de su padre y de su madre, pero mayor aún para mí, pues sólo a mí se unió él. Hermoso, [...] llevaba las tiernas mejillas marcadas por un tenue bozo: a él buscaba yo y a mí el Cíclope, sin punto de reposo. Mira, si me preguntas qué era en mí más apasionado, si el odio al Cíclope o el amor a Acis, te lo diré: ambos eran iguales."
Polifemo se esforzaba seriamente en agradar a Galatea y por eso empezó a cuidar su aspecto físico, aunque de una manera muy peculiar. Según seguía contando Galatea: "¡Oh, cuan grande es el poder de Venus bienhechora! Porque aquel ser bestial, espantable hasta para las mismas selvas, a quien ningún extraño pudo ver impunemente y despreciador del gran Olimpo, y con él de sus dioses, supo lo que es el amor, y preso de violenta pasión arde en ella, olvidado de sus ganados y de sus cuevas. Y ya te preocupas de tu figura, y ya tratas de agradar, ya peinas con un rastrillo, Polifemo, tus cabellos tiesos, ya te place recortarte con una hoz la erizada barba, y contemplar en el agua tu rostro feroz y acicalarlo; cesan tu afición a la matanza, tu salvajismo y tu sed infinita de sangre, y llegan ya y se marchan sin peligro los bajeles."
Está claro, según Ovidio, el gran el poder del amor, que a todos transforma, dioses y humanos, ricos y pobres: todos sucumben ante él. Y se vuelven ciegos ante lo evidente. Porque Polifemo no quiso comprender el aviso que le daba el adivino Télemo: "... ‘el ojo único que llevas en medio de la frente, te lo arrebatará Ulises. Se echó a reír y habló así: ‘Oh el más necio de los adivinos, te engañas; otra me lo ha arrebatado ya’. Así desdeña él vanamente a quien le anuncia la verdad."
Un día, sigue contando Galatea, el cíclope se acercó hasta el mar y se sentó en una roca cuyos flancos lamían las olas. Dejó su cayado de pastor, grande como el mástil de un velero, y empezó a tocar una enorme flauta de Pan, hecha con cien cañas.
Ella y Acis estaban escondidos bajo otra roca, también junto al mar, entregándose al placer del amor. Y Galatea pudo escuchar estas palabras del cíclope: "Oh, Galatea, más blanca que las hojas de la nevada alheña, más florida que los prados, más espigada que el estirado sauce, más brillante que el cristal, más juguetona que el cabrito, más pulida que las conchas que el agua continua desgasta, más agradable que los soles del invierno, que la sombra del verano, más noble que las manzanas, más distinguida que el plátano alto, más resplandeciente que el hielo, más dulce que la uva madura, más blanda que las plumas del cisne y la leche cuajada, y sí no me huyeras, más hermosa que un jardín regado."
Pero a estas alabanzas siguieron los lamentos por su desdén: "Y al mismo tiempo, Galatea, más cruel que los novillos sin doma, más dura que una encina añosa, más falsa que el agua, más escurridiza que las ramas del sauce y las vides blancas, más inconmovible que estos peñascos, más impetuosa que los ríos, más orgullosa que el alabado pavo real, más cruel que el fuego, más erizada que las espinas, más salvaje que la osa preñada, más sorda que los mares, más furiosa que una serpiente a la que se ha pisado."
Pero también habían palabras de esperanza en los lamentos del cíclope: "... si me conocieras bien, sentirías haber huido de mí, censurarías tú misma tu propia tardanza y te esforzarías por retenerme."
Y finalmente le indicó cuales eran sus posesiones, las que Galatea disfrutaría si se unía a él: "poseo una cueva [...] en la cual ni se nota el sol en pleno verano ni se nota el invierno; poseo frutas que cargan sus ramas; poseo uvas semejantes al oro en prolongadas viñas, y también otras de color purpúreo: para ti las reservo, unas y otras. Tú misma con tus manos cogerás blandas fresas brotadas en las sombras del bosque, tú misma cerezas silvestres de otoño, y ciruelas, no sólo las que por su negro jugo presentan un tono cárdeno, sino también las de clase superior, y que semejan cera reciente. Siendo yo tu esposo no te faltarán ni castañas ni frutos del madroño: todos los árboles estarán a tu servicio. Este ganado es todo mío; y muchas son las cabras que andan por los valles, muchas las que oculta la selva, muchas las que se recogen en las cuevas; y no podría yo, si acaso me lo preguntaras, decirte cuántas hay; propio de pobres es contar el ganado. [...] Siempre dispongo de leche como la nieve; de ella conservo una parte para beber, y el resto lo solidifica el líquido cuajo. Y no dispondrás sólo de placeres ordinarios y obsequios vulgares, como gamos, liebres y cabras, o un par de palomas, o un nido arrancado de la copa de un árbol. Descubrí dos cachorros gemelos de una peluda osa, que podrían jugar contigo, y tan parecidos que difícilmente se los distinguiría. Los descubrí y dije: ‘ésos los guardaré para mi dueña’. Y ahora, saca ya del mar azul tu espléndida cabeza, ven ya, Galatea, y no desdeñes mis obsequios. [...] Añade que en vuestro mar es rey mi padre; a él te doy por suegro. Sólo te pido que te apiades de mí, que escuches mis humildes súplicas; porque sólo a ti me rindo yo; y yo, que desprecio a Júpiter y al cielo y al rayo destructor, a ti te venero, Nereida".
Y finalmente entraron en juego los celos: "Para mí sería más tolerable este desdén tuyo, si fueras esquiva para todos; mas ¿por qué, rechazando al Cíclope, amas a Acis y a mis abrazos juzgas preferible a Acis?"
Y al proferir estas palabras una enorme furia inundó el corazón del cíclope, una furia similar a la lava del Etna, a punto de desbordarse: "Porque estoy ardiendo, y el fuego, agitado, se desborda con más violencia, y me parece que se ha trasladado y llevo en mi corazón el Etna con sus fuegos; y tú, Galatea, no te conmueves."
El cíclope se levantó y desde su enorme altura vio abrazados a Acis y Galatea. El grito que lanzó fue horrible y resonó por toda la montaña: "Os he visto y os aseguro que éste va a ser vuestro último encuentro de amor."
Galatea, aterrorizada, se sumergió en el mar y Acis intentó escapar corriendo con todas sus fuerzas. Y aunque la desesperación da alas, la fuerza de Polifemo era tan descomunal que arrancó un enorme peñasco y lo lanzó lejos, alcanzando de lleno a Acis. Un enorme río de sangre empezó a brotar de su cuerpo herido.
Galatea lo vio todo e imploró a los dioses. Entonces la sangre cambió de color y se transformó en un río de agua. En sus orillas crecieron cañas. Y según seguía relatando Galatea: "De pronto, ¡oh prodigio!, surge hasta la cintura un joven ceñido de juncos entrelazados en sus nacientes cuernos. De no ser porque era más grande y su cara de un color azul de mar, aquel joven era Acis. Pero así y todo era Acis convertido en río, y sus aguas conservaron su antiguo nombre”.
Los dioses habían atendido los ruegos de la bondadosa Galatea y habían transformado a Acis en río. En la mitología griega y romana todos los ríos tenían un dios, y ese había sido el destino de Acis: convertirse en un dios y ser por tanto inmortal. La furia de Polifemo nada podía ya contra él.
Pero en este mundo todo tiene un precio y la inmortalidad de Acis también lo tuvo: Galatea y él ya no podrían amarse nunca más. Ambos arrastrarían el dolor de ese amor imposible durante toda la eternidad...
Eso es lo que una doliente Galatea le había contado a la hermosa Escila mientras peinaba su bellísísima cabellera y la adornaba con flores y rojos corales.
¿Y Polifemo? Su final queda muy bien definido por Ovidio a pesar de que sólo lo sugiere. Volvió a ser el gigante cruel y amargado de siempre. Cuando Ulises recaló en sus costas no le ofreció la sagrada hospitalidad y se comió a varios de sus compañeros. Por eso ideó la estratagema de emborracharlo y cegarle su único ojo con un enorme tronco cumpliéndose así el vaticinio del adivino.
Polifemo ya nunca más podría admirar la deslumbrante belleza de Galatea. Ese fue su castigo eterno por su falta de respeto a los dioses.
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