domingo, 22 de junio de 2014

Tereo, Procne y Filomela o la parte perversa del corazón humano.



Francisco Amillo


Todo empezó cuando leí que la cantante china Dilber Yunus, una soprano de coloratura, había sido denominada la "Filomena de China", en referencia a la hija del mítico rey Pandión de Atenas, que se convirtió en un ruiseñor. Una búsqueda en el diccionario RAE me hizo conocer que filomena o filomela son palabras que se suelen utilizar a veces en poesía para designan al ruiseñor...




Dilber Yunus: Son Vergin Vezzosa


Pensando que el mito trataría de canciones y ruiseñores, del lado amable de la vida, busqué el relato mitológico. Cuando se trata de transformaciones como en este caso, una mujer convertida en ruiseñor, lo mejor es acudir a la Metamorfosis de Ovidio, obra de la que ya he hablado antes en este blog. También el Pseudo Apolodoro escribió sobre este mito y difiere en algunos detalles de Ovidio. Pero yo seguiré al gran escritor romano porque su relato es el más completo y elaborado.

En su libro VI encontré la historia de las dos hijas de Pandión, rey de Atenas. La mayor, Procne, estaba casada con Tereo, rey de Tracia. Se trató de un matrimonio de conveniencia. Atenas había sido atacada por "tropas bárbaras" según Ovidio, aunque otras versiones dicen que eran de Tebas. Por suerte para los atenienses "el tracio Tereo a ellas con sus auxiliares y armas había dispersado" con lo que ganó fama de héroe valeroso y aguerrido. Pandión, agradecido, entregó en matrimonio a su hija mayor, Procne, al nuevo héroe, al rey tracio.



1 Elizabeth Jane Gardner (1837-1922): "Filomela y Procne", óleo sobre lienzo. La autora  refleja el lado alegre del mito, la felicidad de las dos hermanas, antes del matrimonio de Procne.

Según Ovidio fue un matrimonio que no contó con la bendición de los dioses matrimoniales es decir de Juno, protectora de la mujer casada, y de las Gracias, relacionadas con la fertilidad. Pero sobre todo faltó Himeneo, cuya antorcha ardía en los matrimonios. Esta última ausencia era la más grave porque si Himeneo no acudía a un matrimonio, esa unión sería desastrosa. 



2 Pedro Pablo Rubens: "El jardín del amor", 1630. Óleo sobre lienzo de 198 cm × 283 cm. Museo del Prado. Pintado poco después del matrimonio con su segunda esposa Elena Fourment. Fiesta celebrada en la casa de Rubens, con un jardín idealizado. En la fuente Juno, protectora del matrimonio, lanza agua por sus pechos, símbolos de la fertilidad. A su lado las Tres Gracias, protectoras del matrimonio. En el centro, arriba, Himeneo  porta la antorcha nupcial y a la izquierda la pareja (Rubens y Elena) baila bajo la protección de Cupido, el Amor. 


Para desgracia de Procne, en lugar de Himeneo acudieron las tres Erinias o Furias, las terribles diosas de la venganza que se encarnizaban con los que habían cometido algún delito. Se las representaba como genios femeninos con serpientes enroscadas en sus cabellos, portando látigos y antorchas. Tanto pavor inspiraban que a menudo no se las denominaba por su verdadero nombre, sino por el de "las Euménides", y así lo hace Ovidio:
"Las Euménides sostuvieron esas antorchas, de un funeral robadas, las Euménides tendieron el diván y sobre su techo se recostó, profano, un búho, y del tálamo en el culmen se sentó. Con esta ave uniéronse Procne y Tereo, y padres con esa ave fueron."
El búho, ave nocturna, era un mal agüero y su presencia prefiguraba el final que les esperaba. Bajo él engendraron un hijo que al nacer recibió el nombre de Itis. 



3 Grabado del año 1581 para una edición del libro VI de Ovidio. Las Erinias o Furias, con cabellos de serpientes y antorchas robadas de un funeral asisten, a la consumación del matrimonio de Tereo y Procne. Arriba el búho, animal que daba mala suerte, avisaba del triste final de Itis, el hijo engendrado esa noche.

Durante cinco años la vida de esta joven familia transcurrió bajo el signo de una tranquila monotonía, sin nada que alterara sus cotidianos quehaceres. Aparentemente eran felices y nada hacía presagiar el horrible destino que les acechaba. 
Ajena a él, Procne cuidaba a su hijo, pero se sentía un poco sola y triste en aquella ruda Tracia, tierra de pastores curtidos en la soledad de ásperas montañas. ¡Qué distinta de Atenas, su culta, refinada y agradable ciudad natal, donde el arte de la conversación enriquecía mentes y corazones!
Añoraba sobre todo a su hermana Filomela. ¡Cuantas veces mutuamente se habían consolado, cuántas secretas confidencias habían intercambiado! ¡Que hermoso sería compartir con ella sus nuevos sentimientos de madre y esposa! ¡Qué placer enterarse de las novedades de Atenas, rica en artistas, dramaturgos y pensadores!

Durante mucho tiempo guardó esos pensamientos en lo más profundo de su corazón. Hasta que un día, la pena desbordó y se decidió a hablar con su esposo: "Si de verdad me quieres permíteme que vaya a Atenas a ver a mi hermana o si eso no es posible ve a buscarla y dile a mi padre que te la llevas por un corto espacio de tiempo. Ese sería el regalo más grande que hacerme podrías".

Tereo estimó más conveniente la segunda opción así que mandó preparar las naves y a remo y vela, sin perder nunca de vista el litoral, navegó hasta el Pireo, el puerto de Atenas. 



4 Dibujo de una nave de guerra griega en una cerámica. Se propulsaban a vela y remo y solían estar pintadas de vivos colores, sobre todo en la proa. 

Su suegro recibió efusivamente a Tereo, contento de tener noticias de su amada hija. Y mientras le refería el motivo de su visita "he aquí que llega Filomela, en gran pompa rica, pero  más rica en hermosura". Tan radiante y hermosa se presentó ante sus ojos que, al instante, un voraz fuego prendió en lo más profundo de su ser. Según Ovidio fue debido a "su innata lujuria [...] inclinada la raza de las regiones aquellas a Venus; arde por el vicio de su raza y el suyo propio."

Su suegro le hablaba pero él no oía sus palabras. Su mente cavilaba si sobornar con regalos a toda la corte de Filomela "y todo su reino dilapidar, o raptarla y con salvaje guerra raptada defenderla". Su ardiente lujuria era incontenible: "y nada hay que, cautivado por ese desenfrenado amor, no osara, y su pecho no abarca las llamas en él encerradas."
Pero estas dudas no duraron mucho y finalmente se impuso su carácter de avariento pastor tracio, decidido siempre a utilizar la astucia y el engaño. Descartó arruinarse con dádivas o enzarzarse en una costosa guerra. Fingió ser un complaciente esposo, sólo movido por la felicidad de Procne. "Y ya las demoras mal lleva y con deseosa boca se vuelve  a los encargos de Procne y hace sus votos por ella.  Elocuente lo hacía el amor, y cuantas veces rogaba  más allá de lo justo, que Procne así lo quería decía.  Añadió también lágrimas, como si las hubiese encargado también a ellas.

Y engañó a todos. Filomela ardía en deseos de ver a su hermana y rogaba encarecidamente a su padre, con abrazos y súplicas, que le permitiera ir a Tracia. Eso estimuló aún más la lujuria de Tereo. Sus ojos recorrían su hermoso cuerpo y deseaba su boca, su cuello, sus brazos, convertidos en "estímulos y antorchas y cebo de su furor y cuantas veces se abraza ella a su padre, ser su padre quisiera, pues no menos impío sería." Pero supo contenerse y, como hábil cazador, esperó el momento oportuno para cobrar su pieza.

Mientras, Pandión reaccionó como padre cariñoso y cedió a las insistentes súplicas de su hija, pensado en la alegría de las dos hermanas. "Vence al genitor la súplica de ambas: se goza y le da  ella al padre las gracias, y que ha salido bien para las dos  esto cree la infeliz, que será lúgubre para las dos."

Esa noche poco durmieron. Pandión por la pena de verse privado de Filomela, ésta por la impaciencia de ver a su hermana y Tereo porque le consumía su apetito sexual y su imaginación se desbocaba: "en ella arde, y recordando su faz y movimientos y manos cuales las quiere imagina las cosas que todavía no ha visto y los fuegos suyos él mismo nutre, mientras esa inquietud le aleja el sopor."

Al día siguiente llegó el momento de partir hacia Tracia. Pandión apartó de su mente un negro presagio que la recorría y encomendó su hija a Tereo diciéndole: "
"Puesto que un pío motivo, querido yerno, me fuerza a ello, como quisieron ambas, y también tú, Tereo, has querido, la pongo en tus manos, y, suplicándote por tu lealtad y el parentesco que nos une, te pido por los dioses que la protejas con el amor de un padre, y que me devuelvas en cuanto puedas este dulce consuelo de mi vejez: toda demora nos resultará larga".

Y después se dirigió a Filomela:
"También tu, en cuanto puedas (bastante es que ya esté lejos tu hermana), si hay algo de filial cariño, vuelve a mi lado, Filomela. Esto encargaba, y a la vez daba besos a su hija, y en medio de estos encargos caían de sus ojos lágrimas suaves."

Y así, acompañados por las lágrimas de Pandión, la alegre Filomela y el lujurioso Tereo embarcaron en la nave tracia. Pero cuando su  pintada quilla abandonó Atenas, Tereo cantó victoria y durante todo el viaje no apartó sus ojos de Filomela, imaginando y saboreando de antemano los placeres que pronto gozaría. 
Por eso nada más desembarcar, en vez de llevarla a su palacio la engañó y la encerró en un lejano establo, perdido en el bosque: "y allí, pálida y temblorosa, todo temiendo  y ya con lágrimas dónde esté su hermana preguntando, la encerró." No se sintió conmovido por su estupor, súplicas  y lágrimas ni sintió respeto por su virginidad. Sólo sentía el inmenso fuego de su lascivia y la violó repetidamente.   



 5 Grabado renacentista ilustrando la violación y reclusión de Filomela por Tereo.

Cuando por fin el cansancio venció a su violador, Filomela se sentía aún llena de miedo, como un cordero que ha sido herido por las fauces del lobo y no sabe cuando volverá a recibir una nueva dentellada. Luego, cuando el dolor remitió y volvió en sí, se vio ensangrentada por los golpes, con su hermoso vestido desgarrado, sus cabellos revueltos y sobre todo humillada, sucia... y enfurecida. 
Un furor que fue creciendo y estalló violentamente: "Bárbaro cruel, que no has atendido los encargos de un padre, ni los deseos de una esposa, ni mi virginidad, ni las matrimoniales leyes.  Todo lo has trastocado y me has convertido en rival de mi hermana y  tú en doble esposo. Me has tratado peor que a un enemigo cuando éramos de la misma familia. Espero que los dioses castiguen tu horrible crimen y yo, venciendo mi vergüenza y repugnancia, pregonaré a los cuatro vientos tu criminal conducta."

Tantos y tan fuertes fueron los gritos de Filomela que Tereo temió que alguno los oyese a pesar de los gruesos muros de su encierro. Sacó su espada y se dirigió hacia su cuñada. Ésta creyó que su muerte era inminente y sintió alivio pues le parecía un destino mejor que el de estar marcada por la ignominia para el resto de sus días. Invocó el nombre de su padre y en ese momento Tereo le agarró la legua, se la cortó con la espada y la arrojó al suelo. "La lengua yace en la tierra negra, a la que habla en susurros en medio de temblores, y,  como suele agitarse la cola de una mutilada culebra,  palpita, y busca en su agonía las huellas  de su dueña."

Tereo volvió junto a su esposa y le contó que no pudo cumplir su encargo porque Filomela había muerto: "mas él da unos gemidos fingidos y narra unos inventados funerales y sus lágrimas hicieron el crédito."
Procne sintió un dolor muy intenso. Rasgó sus vestiduras adornadas de reluciente oro y se cubrió de áspero vestido  negro. Encargó un monumento funerario, contrató plañideras que la llorasen  y ofreció sacrificios a los dioses manes, entre los que, pensaba, estaba su hermana.

Tereo en cambio no sintió ningún remordimiento. Es más, según Ovidio, después "de esta fechoría -apenas me atrevería a creerlo- se cuenta  que a menudo por su lujuria volvió a buscar el lacerado cuerpo" de Filomela.

¿Qué hacía Filomela? La huida le resultaba imposible. Siempre había un guardián en la puerta y los muros de los establos estaban tallados en sólida roca. Tampoco podía pedir ayuda porque la habían convertido en muda. Pero la necesidad aguza el ingenio y al fin, pasado un año de encierro, encontró una solución. 
Como todas las mujeres griegas era una experta tejedora y en su encierro le habían dejado un telar. Entonces confeccinó una tela con hilos blancos y con hilo rojo contó, bordada, su desgraciada historia. Al finalizar dobló cuidadosamente su tejido y lo entregó a una de las criadas que la atendían diciéndole con gestos y escritura que llevase ese obsequio a Procne. "Ella lo rogado  llevó hasta Procne: no sabe qué entrega en ello."

Al desenrollar el tejido y entender su mensaje Procne quedó aturdida. Fue un milagro que pudiera callar pero reprimió las terriblemente indignadas palabras que pugnaban por salir de su boca. Y en vez de lamentarse y llorar empezó a planear cómo libertaría a su hermana y qué venganza tomaría contra Tereo.

Aprovechó que se celebraban las bacanales, o sea las fiestas y sacrificios trienales en honor a Baco, Dionisos en griego, dios del vino. Las sacerdotisas organizadoras de la ceremonia se llamaban bacantes y era una fiesta en la que sobre todo participaban mujeres. Durante esos días, mejor dicho durante esas noches, las mujeres, bajo los efectos del licor de Baco, se lanzaban a un frenesí de danzas y desinhibición sexual. Para facilitar esta actitud libre solían disfrazarse parcialmente.



6 Ménade bailando. Copia romana de un relieve griego de fines del s. V a. C. Museo del Prado, Madrid. En una mano lleva el tirso o bastón y en la otra un trozo del animal sacrificado a Baco-Dionisos. El vino corría sin mesura en estas celebraciones y el comportamiento femenino era más libre de lo habitual

Noche, disfraces y el anonimato de una multitud. He ahí los tres ingredientes que facilitarían los planes de Procne: "de noche de su casa salió la reina y para los ritos del dios se equipa y coge de furia unas armas.  Con vid la cabeza se cubre, de su costado siniestro vellones  de ciervo penden, en su hombro una leve asta descansa. Precipitándose por las espesuras, de la multitud acompañada de las suyas,  terrible Procne, y por las furias agitada del dolor, Baco, las tuyas simula."

Y así pudo llegar sin que nadie la reconociese hasta los establos donde estaba encerrada Filomela. La liberó y la disfrazó también de bacante, tapando su rostro con hojas de hiedra. Huyeron caminando entre la multitud bailando y cantando el "Euhoé Ebán" que significa "Buen Hijo", el nombre que Júpiter había dado a Baco. Y llegaron a palacio, a los aposentos de Procne.



7 Tiziano: La Bacanal de los andrios, 1523-26. Óleo sobre lienzo de 175 × 193 cm. Museo del Prado. El colorido inigualable de la escuela veneciana al servicio de un tema clásico. Baco trajo el vino a la isla de Andros y al fondo vemos la nave en la que regresa a su morada. El vino aparece en el centro del cuadro en un jarrón de vidrio veneciano. Describe los efectos del vino: unos duermen, otros danzan, otros conversan animadamente... Las actitudes de las mujeres son libres, desenfadadas, como corresponde a la desinhibición que provoca el vino. Se ha dicho que la mujer que conversa recostada en el centro es Violante, la amante del pintor ya que  en su escote está su firma. A su lado, en una partitura, se lee: «Quien bebe y no vuelve a beber, no sabe lo que es beber» 

En palacio se quitaron los disfraces y Procne vio la cara horrorizada y avergonzada de su desgraciada hermana. Quiso abrazarla pero algo se interpuso en ese abrazo: de repente la sintió como su rival, la que la había deshonrado con su esposo. Su hermana no podía hablar, tenía los ojos fijos en el suelo. Por señas intentaba explicarle, poniendo a los dioses por testigos, que le había inferido aquella deshonra a la fuerza, contra su voluntad. Finalmente ambas se abrazaron llorando.

La ira de Procne no remitió. "Esto no se arregla con lágrimas sino con hierro" dijo. Y comenzó a urdir su venganza. Primero pensó incendiar el palacio y arrojar a Tereo a las llamas. Luego maquinó sacarle los ojos y cortarle la lengua y los miembros, tal como él había hecho a Filomela. Después matarlo con su espada, después...

No hubo después. En ese momento entró su hijo Itis. El niño la abrazó cariñosamente y al contacto de sus delicados bracitos una suave sensación recorrió su cuerpo, hasta ese momento campo de amargura. Las lágrimas desbordaron por sus ojos, rebosantes de amor a su niño. 
Pero esa sensación duró poco. Vio el rostro de su hermana y miró al niño: «Ah, cuán eres parecido a tu padre», dijo. Y al instante supo lo que iba a hacer.
Llevó al niño a una zona apartada de palacio. Algo extraño debió notar éste, pues tendió sus brazos a Procne diciendo "madre, madre". Y ella le clavó una espada en el costado y Filomela le cortó la garganta. 

Ovidio narra así esta macabra escena:
"No hay demora, coge a Itis, igual que del Ganges una tigresa  la cría lactante de una cierva por las espesuras opacas,  y cuando de la casa alta una parte alcanzaron remota  a él, tendiéndole sus manos y ya sus hados viendo  y «madre, madre» clamando y su cuello buscando, a espada hiere Procne, por donde al costado el pecho se une  [...] La garganta a hierro Filomela le tajó, y vivos aún y de aliento algo reteniendo sus miembros  le despedazan."



8 Procne y Filomela dan muerte a Itis. Dibujo de un kylis griego.

Muerto el niño, trocearon su cuerpo. Hirvieron en calderos una parte de sus miembros y otra la asaron. Y a la hora de la cena engañaron a Tereo para que se quedase solo y se las comiese. Le dijeron que iban a servirle carne de los animales sacrificados a Baco y que sólo él podía consumirla. Su séquito abandonó la sala y quedaron solos los esposos. El rey de Tracia comió con buen apetito y quedó muy satisfecho. Tanto que le apeteció jugar con su hijo. "Tráeme a Itis", dijo a su esposa.
Procne quiso saborear su venganza:
"Disimular no puede sus crueles goces Procne, y ya deseosa de erigirse en mensajera de su propia calamidad: «Dentro tienes a quien reclamas», dice. Alrededor mira él y ¿dónde está? pregunta mientras lo busca y de nuevo lo llama".

Entonces vio a Filomela llevando la cabeza de Itis y entendió todo: ¡había comido a su hijo! Se sintió terriblemente mal. Deseó poder abrirse las entrañas y sacar a su hijo de ellas. Lloraba y "a sí mismo se llama pira desgraciada de su nacido". 



9 Pedro Pablo Rubens: El banquete de Tereo, año 1636-7. Óleo sobre lienzo de 195 x 266 cm. Museo del Prado. Filomela sostiene la cabeza de Itis y Procne lleva el tirso de las bacantes, aludiendo a la estratagema utilizada. El barroquismo del siglo XVII se observa en el movimiento a través de las grandes diagonales de los personajes y los ropajes, la gesticulación exagerada de los protagonistas y la fuerte expresión de sus sentimientos. La suntuosidad típica de Rubens está en el marco arquitectónico y en los objetos volcados por el suelo. El desnudo femenino es también típico de este autor.


Tereo pasó del llanto a la furia incontenible. Sacó su espada y persiguió a las dos hermanas dispuesto a matarlas. Se inició una rapidísima carrera que nunca concluyó: los dioses, cansados de tanto horror, convirtieron a una en golondrina y a la otra en ruiseñor mientras que a Tereo lo transformaron en abubilla.

Está claro que los dioses no consideraron culpables a las mujeres y las salvaron de una muerte cierta. Tereo sí que fue castigado, al ser considerado responsable de toda la cadena de acontecimientos. Su conversión en abubilla era humillante: es un ave que huele mal y su cresta es un mal remedo de la espada de un soldado. Ovidio no dice cual de las dos hermanas se convirtió en ruiseñor pero en la tradición occidental se suele indicar que fue Filomela porque al haber perdido su voz, obtuvo en compensación un hermosísimo canto.

Para entender por qué los clásicos fueron tan condescendientes con el infanticidio de Procne y su hermana hay que tener presente que según sus normas el hijo era propiedad del marido, no de la madre, que sólo tenía el derecho a cuidarlo ya que la mujer carecía de todo. El matrimonio integraba a la mujer en el "genos" o familia del marido, perdiendo la suya y excluyéndola de la herencia de ambas familias. La dote que se entregaba en el momento de la boda pasaba al marido. Si era hija única, cuando su padre fallecía, podía administrar los bienes paternos sólo hasta que sus hijos fueran mayores de edad, ya que no eran suyos. 
Por tanto la muerte de Itis fue sólo un castigo para Tereo por la pérdida de su propiedad más valiosa con el agravante de no poder darle unos funerales dignos a causa de su canibalismo involuntario. En comparación, su conversión en abubilla fue un castigo menor. Procne, en cambio, no había perdido nada porque nada poseía y Filomela se tomó la revancha.


Los estudiosos de Ovidio señalan que, a pesar de su tema macabro, estamos ante uno de los relatos mejor elaborados de este autor. Indican que hay explicaciones míticas sobre el origen del ruiseñor, la golondrina y la abubilla. También han visto el conflicto entre civilización y barbarie, los problemas de los matrimonios exogámicos, las consecuencias de no saber refrenar una pasión desenfrenada, la utilización de la mujer como moneda de cambio en las relaciones entre naciones o la diferencia entre los hombres, que usan la fuerza física, y las mujeres, que usan la inteligencia.

Todas estas observaciones son ciertas pero yo quiero recalcar que, aunque en verdad es una historia horrible, muestra sin embargo algunos aspectos siniestros del comportamiento humano que siguen presentes entre nosotros. Lo peor es que si en este relato eliminamos diferencias culturales entre los clásicos y nosotros quedan algunos elementos comunes. Y entonces vemos que los mitos nos muestran aspectos profundamente enraizados en la conducta humana, que no han cambiado a pesar de haber transcurrido milenios. Por desgracia el incesto y la violación de familiares muy próximos no era privativo de los antiguos. Tampoco el infanticidio. Aún me impacta el recuerdo de un caso muy difundido por los medios de información, el de aquel padre que asesinó e incineró fríamente a sus dos hijos. Y por desgracia también recordamos algún caso de madres que mataron a sus niños. 

Los mitos nos retrataron a los humanos tal como somos. Con nuestro amor, altruismo y heroísmo y también con una gran capacidad para hacer el mal. Qué elige cada individuo, ese es el gran reto del ser humano y lo que nos diferencia a unos de otros...

2 comentarios:

  1. Hace muchos, muchos años que leí "Las mtamorfossis", y se quedan grabados los mitos más clásicos, los que solemos reconocer en la pintura cuando recorremos un museo, pero éste no lo recordaba. Es un libro prolijo, riquisímo. Así que, además de contarnos historias y de ilustrarlos con estas esculturas y cuadros maravillosos, refrescas nuestra memoria. Los lectores de literatura clásica (me refiero al Renacimiento y al Barroco), sabemos que el canto de la dulce filomena, como escribe Juan de la Cruz, es el del ruiseñor, que los poetas ingleses dicen que canta por la noche; pero seguramente muchos desconocíamos este trágico relato de Filomena y su hermana. He pensado, mientras leía tu entrada, que hay una perspectiva más profunda en la interpretación de estos mitos y el papel de las figuras femeninas, tan maltratadas en muchas ocasiones, pero también tan potentes, sobre todo en la tragedia clásica. Nos olvidamos del contexto, de que las mujeres no significaban socialmente nada en absoluto. Y menos todavía en Gracia. Este terrible final, como el de Medea, no es, en efecto, tanto fruto de una desnaturalización de la maternidad como del despojamiento, digámoslo así, de la misma relación de la madre con los hijos, como propiedad del marido. Es esa propiedad por la que se mata en terrible venganza, arrebatando, al menos simbólicamente, la continuación natural de la estirpe, pues el varón puede procrear de nuevo pero la pérdida del primogénito significa tal vez una suerte de extinción. En este caso, la venganza es mucho más espantosa que la de Medea, porque le hace comer al propio hijo. No sé mucho de rituales de canibalismo, pero tengo entendido a través de algunos estudios de antropología que lo que se come es a los muertos, incorporándolos a uno mismo. Una manera de recibir en cierto modo un legado y hacerlo propio, simplificando mucho, claro. Aquí el horror proviene de lo contrario: es la destrucción propia de manera absoluta al realizar el espantoso acto invertido.
    Todos los personajes, menos Filomena, que es la víctima, salen muy, pero que muy desfavorecidos. Papeles innobles para el hombre y la mujer. Y está bien que Ovidio recuente estas historias, y que, a su vez, nos las recuentes, porque, en efecto, nada nuevo bajo el sol. Los instintos primarios de posesión y de venganza tenemos, en consecuencia, que repensarlos. Y más que eso, controlarlos mucho mucho. Destruyen siempre.
    Así que gracias siempre.
    Esperanza Rodríguez.

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  2. Esperanza, este mito debe ser uno de los menos conocidos. Es horrible porque hay rapto, violación, mutilación, infanticidio, canibalismo... y sus víctimas son los seres más indefensos: el niño y la jovencita Filomela. Por eso se ha difundido muy poco. Y eso ha pasado en todas las épocas. En otros mitos había tantas obras de Arte con que ilustrarlos que el problema era cuales rechazaba. Aquí ha sido encontrarlas. Y como señalas, sólo ha perdurado el nombre de Filomela como sinónimo de ruiseñor de dulce canto, es decir lo único amable de este relato. Me imagino que el horror que a lo largo de los siglos ha suscitado no ha sido por los actos en sí, sino por contra quién se dirigen. Como dice Filomela "Me tratas como a una enemiga no como alguien de tu familia". Era frecuente hasta el siglo XVIII que los soldados raptasen, violasen y matasen incluso mujeres y niños. Lo horrible del mito de Tereo era que socavaba con sus actos la institución de la familia y como castigo la acaba destruyendo. Hoy día nuestra sensibilidad moral va más allá y esos actos nos resultan muchísimo más repugnantes, son intrínsecamente malos independientemente de la persona que los reciba. Por eso creo este mito hoy día se hará aún más desconocido. No nos gusta que nuestra parte oscura y brutal salga a la luz, preferimos ver un mundo de bondad y buenos deseos. Y luego en la prensa te enteras de crímenes brutales contra niños y queda patente que es inútil ocultar nuestro lado oscuro: siempre acaba saliendo a flote. Afortunadamente en poquísimos casos, pero los suficientes como para ver que el mal sigue ahí latente...

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