Tomás Becket (1118-1170), arzobispo de Canterbury y víctima en el conflicto Iglesia-Estado.
Queridos amigos de Agorabén: el profesor Antonio Bravo García, especialista en literatura anglosajona, nos habló el pasado miércoles sobre un tema que domina: la historia medieval de Gran Bretaña. El tema elegido, el de las relaciones Iglesia-Estado, nos muestra un problema que ensangrentó la Edad Media (el propio Becket es un ejemplo) y continuó sin resolverse, o resuelto de manera discutida, en los siglos siguientes. En España es aún una asignatura pendiente para muchas personas que no entienden cómo un Estado que se define laico da un trato de favor a la Iglesia Católica.
Antonio Bravo es autor del texto. Las imágenes y sus comentarios las he puesto yo, así que sólo yo soy responsable de su oportunidad o inoportunidad. (Francisco Amillo Alegre).
Becket.
Antonio Bravo García
Tomás Becket, uno de los personajes más significativos de la Edad Media occidental, con el paso del tiempo se ha convertido en el símbolo de los enfrentamientos entre la Iglesia y el Estado por conseguir la primacía en el poder.
El Papa creyó resolver la cuestión del poder de los pontífices y los reyes mediante el tratado Dictatus Papae por el que se defiende que el Papa está por encima de cualquier otro poder en este mundo, pues éste está supeditado al poder de la Iglesia que gobierna en nombre de Dios, y a su vez se defendía que la Iglesia nunca se ha equivocado ni lo hará en el futuro.
Gregorio VII |
La Historia nos dice que Tomás Becket fue canciller y hombre de total confianza de Enrique II de Inglaterra, el soberano que más tierras tenía en su época debido, en parte, a su esposa Leonor de Aquitania.
Tomás fue un hombre rico y poderoso que llegó a tener su propio ejército con el que ayudó a su rey frente al soberano francés. Era de origen normando, como Enrique II (aunque el cine y el teatro le consideren sajón por razones nacionalistas y dramáticas), personaje ilustrado que había estudiado en Roma, y que abandonó su carrera eclesiástica por servir a su rey y a la corona como canciller.
Por aquel entonces Enrique II estaba enfrentado a los poderes de la Iglesia por la supremacía de los tribunales, y el rey quiso zanjar el problema nombrando a su canciller Becket como Primado de la Iglesia en Canterbury aunque no tuviera las órdenes sagradas, algo que logró en pocos días.
Miniatura de un manuscrito que muestra la muerte de Tomás Becket a manos de cuatro caballeros con cotas de malla.
Lo sorprendente de toda esta historia es que una vez que Becket llegó a ser Primado se pasó al bando de la Iglesia y se enfrentó a su amigo y soberano Enrique II, y estuvo dispuesto a defender los privilegios de la Iglesia aunque para ello tuviera que sufrir exilio y martirio.
Como no podía ser de otra manera, y teniendo en cuenta la personalidad de Enrique II y el contexto político y religioso de aquel tiempo, Tomás fue la víctima propiciatoria y terminó siendo mártir y santo pocos meses después de ser asesinado ante el altar de la catedral de Canterbury.
No sucederá así siglos más tarde, y tras el enfrentamiento de Enrique VIII con el papado aparecerá el cisma y la desmembración de la Iglesia de Roma. Pero el poder de la Iglesia siguió durante siglos en los países considerados tradicionalmente papistas, Italia, Francia, España, Polonia, Austria, Portugal e Irlanda entre otros, que mantuvieron concordatos favorables a la Iglesia hasta muy recientemente o que incluso permanecen hasta nuestros días.
Sin duda alguna, Tomás Becket es todo un símbolo y un santo que defendió los intereses de la Iglesia por encima de cualquier otro poder, acertada o equivocadamente.
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