martes, 26 de marzo de 2013


EL CÓDICE CALIXTINO 



Adrián Herrero Casla


Charla del 20 de marzo del 2013, sobre el Códice Calixtino. Un manuscrito iluminado de mediados del siglo XII, con gran importancia en la peregrinación a Compostela, que hace unos años, al margen de su valor artístico y cultural, estuvo en los medios de comunicación por su robo de la Catedral Compostelana.   


Aunque también es conocido como Liber Sancti Jacobi o Libro del Apóstol Santiago, en realidad, el Liber y el Códice, son dos documentos diferentes. El Liber es el libro principal, del cual se hicieron varias copias manuscritas. La primera y más importante, con deslumbrantes miniaturas e iniciales coloreadas, obras de extraordinario valor tanto cultural como artístico, es el códice, o libro, del que vamos a hablar. En la primera página, dibujado en la panza de la letra inicial “C”, aparece el Papa Calixto II sentado en el solio pontificio, redactando el Códice. Por ello, en atención a su persona, se conoce como Códice Calixtino, quien, además de haber sido su principal valedor, redactó algunas de sus páginas. Otras copias se encuentran en la Biblioteca Real, en el Vaticano y en el British Museo.



Está dividido en 5 libros, una introducción o prólogo, del Papa del momento de su publicación, Calixto II, y dos apéndices. Todo su contenido: liturgia, literatura y música está relacionado con el Apóstol Santiago, primer  predicador, según la tradición, de la palabra de Jesucristo en Hispania, cuyas reliquias, como todos sabéis,  se encuentra en la Catedral de Compostela.  
Tiene un total de 225 folios de pergamino de 295 x 214 m/m, escritos por ambas caras, y salvo excepciones, en una sola columna con 34 líneas por página. El número de páginas escritas es de 442, y se dice que los 27 cuadernos de que está formado fueron copiados, al menos, por cuatro personas diferentes. En el año 1609 el libro IV, donde se narran las hazañas del emperador Carlomagno en España, conocido también por la “Crónica de Turpin”, fue separado del manuscrito original, aunque, posteriormente, en una nueva restauración y encuadernación, del año 1966, se incorporó, nuevamente, al códice. 

Las anotaciones marginales de los canónigos de la Catedral Compostelana demuestran que fue muy usado, al menos hasta el siglo XVI, cayendo luego en el olvido por un largo periodo de tiempo. Posteriormente, en el XIX, algunos estudiosos volvieron a interesarse por él y se puso de actualidad; tanto por parte de los canónigos de la catedral como por historiadores y eruditos. Como de todos es conocido, el día 5 de julio del año 2011, los archiveros de la catedral lo echaron en falta. Autor del robo, un antiguo electricista del recinto sagrado que además, poco a poco, había ido sustrayendo otras obras de arte y documentos. Gracias a Dios, la policía, un año después, el 4 de julio del 2012, lo recuperó sin ningún deterioro. Este documento, con 800 años de historia, se encontraba, junto con el restos de las obras robadas, en un elementan garaje, sin ningún tipo de protección y cuidado. Hoy su protección es máxima en cámara acorazada con la temperatura y humedad apropiadas.De los cinco libros, el primero está dedicado a  la liturgia jacobea; el segundo relata los milagros del Apóstol Santiago; el tercero se refiere a la muerte y traslación del cuerpo del Apóstol a Galicia; el cuarto habla de las hazañas y conquistas de Carlomagno en España; y el quinto se puede considerar como una guía para peregrinos. Además del prólogo-carta de introducción y de los cinco libros, tiene dos apéndices, el primero con obras polifónicas y el segundo, escrito con posterioridad, con diversos temas.





El prólogo, escrito en forma de carta por el Papa Calixto II, además de hacer hincapié en los testimonios referentes a los milagros del Apóstol, dedica la obra a: “la muy santa asamblea de la basílica de Cluny y a Diego Gelmirez, arzobispo de Compostela”. Dos estamentos de gran importancia en la vida religiosa y política de Europa, en aquel momento. Por un lado, la orden benedictina de Cluny que dominaba entonces toda la cristiandad a través de sus monasterios repartidos por el mundo entero, y por el otro, Diego Gelmirez dueño y señor de Compostela y Galicia. No olvidemos que el Papa Calixto II, quien hace la dedicatoria, era de origen borgoñés, hermano del conde de Galicia, cuyo hijo independizó Portugal, y del marido de la reina doña Urraca, hija de Alfonso VI, y, por lo tanto tío, del rey-emperador, Alfonso VII, quien reinaba entonces en Castilla y León. Hay que destacar que también, este Papa, fue quien instituyó en el año 1122 el Jubileo o Año Santo Compostelano, que tanta importancia tuvo y tiene, en la peregrinación jacobea. Su adelanto fue tal que Roma no tendría año jubilar hasta unos siglos después, hasta el año 1500.   


¿Pero qué es lo que contiene cada uno de los libros?


El libro I. Sobre liturgias. El más amplio del códice, con 31 capítulos contiene, siempre en referencia a Santiago, 17 sermones para sus fiestas, 2 relatos de su martirio, 2 oficios, diversas instrucciones para las Misas, una Misa para la fiesta de los milagros y otra para el día de la traslación de su cuerpo a Galicia, 30 de diciembre. También marca las fechas para honrar a Santiago: 25 de marzo la de su martirio, que coincide con la fiesta de la Anunciación de María de su maternidad; 25 de julio la del traslado de su cuerpo a Galicia; y 30 de diciembre la de su sepultura en tierras gallegas. Antiguamente, en la cristiandad, había dos fechas diferentes para honrar a Santiago: en el rito Mozárabe o Visigodo, propio de España, el 30 de diciembre, y en el Romano el 25 de julio. Unificados los dos ritos a principio del siglo XII, el 25 de julio quedó como fiesta mayor de Santiago y el 30 de diciembre como conmemoración del traslado de su cuerpo a Galicia. 

      

El libro II. Contiene los milagros atribuidos al Apóstol Santiago. Con 22 capítulos. Uno por cada milagro, algunos escritos por el propio papa Calixto II. Tomaremos como referencia el número II, que recoge el espíritu de penitencia y perdón de los pecados que en aquellos tiempos tenía la peregrinación compostelana, y que puede que, para algunos, hoy aún se mantenga. Lleva por título: “Del hombre a quien le fue borrada la nota de un pecado por disposición divina sobre el altar de Santiago”. Dice así:
"En tiempos del bienaventurado Teodomiro, obispo de Compostela, hubo un italiano que apenas se atrevió a confesar a su sacerdote y párroco cierta gran fechoría que una vez había cometido. Oída ésta, el párroco, aterrado de tan grave culpa, no se atreve a imponerle penitencia; pero movido a compasión envía al pecador, por tal motivo, al sepulcro de Santiago con una esquela donde estaba escrito su pecado, ordenándole que implorase de todo corazón los auxilios del santo Apóstol y se sometiese al juicio del obispo de la apostólica basílica. Sin tardanza, pues, el pecador acudió a Santiago en Galicia, y sobre su venerable antealtar, arrepintiéndose de haber cometido falta tan grande y pidiendo perdón a Dios y al Apóstol con sollozos y lágrimas, el día de Santiago, o sea el veinticinco de julio, a primera hora, puso el manuscrito con su acusación”. 
Continúa la narración contando que en el altar, una vez enterado de su procedencia, “el santo obispo abrió la esquela y, como si jamás hubiese sido escrita, nada halló en ella”. Entendiendo que el perdón había venido de Dios por intercesión de Santiago, le mandó a su tierra, absuelto de sus pecados, sin otra penitencia que ayunar los viernes.
Como se puede ver, una buena lección para aquellos años de teocracia, donde salvar el alma era la principal preocupación del cristiano, al tiempo de apuntar la intervención de Santiago en el perdón de las culpas. Cosa que tiene su máximo exponente, en los años jubilares o de la Gran Perdonanza, para todos los peregrinos que acudan a Compostela. No sé si esta es la razón de que en los Años Santos el número de peregrinos aumenta considerablemente.  

El libro III. Relata la traslación del cuerpo del Apóstol desde Palestina y del descubrimiento de su tumba. Está formado por 4 capítulos en los que se cuenta como el cuerpo de Santiago rescatado por sus discípulos de las manos de sus martirizadores y embarcado en una nave en el puerto de Haifa, una nave de piedra sin velas ni timón, llegó milagrosamente, en una singladura de 7 días, a las costas gallegas. Relata también las peripecias y problemas de sus discípulos para encontrar un lugar digno donde depositar su cuerpo, y del milagro del descubrimiento de su tumba, gracias a las visiones del monje Pelagio, que vio durante varias noches una nube de estrellas caer sobre un lugar que luego se llamaría Compostela, “Campo de Estrellas”. Según la versión popular. Cosa que ocurrió ocho o nueve siglos después de su enterramiento.  



El libro IV. Describe las conquistas y andanzas del Emperador Carlomagno en España. Llamado también, “Crónica del Arzobispo Turpín”, o “Pseudo Turpín”, es el libro más largo del códice, después del de la liturgia, con por 26 capítulos. Fue redactado por un clérigo francés, aunque atribuido a Turpín antiguo monje y tesorero de Saint Dennis que llegó a ser arzobispo de Reims, posiblemente para dar mayor valor histórico al relato. En él se narran, poniendo de manifiesto como algo histórico una mera leyenda para mayor gloria de Francia y del Emperador Carlomagno, las legendarias hazañas de éste en la España musulmana, la batalla de Roncesvalles y la muerte del héroe Roldán. Al tiempo de propagar el culto a Santiago. Una incursión por España durante unos 14 años, embellecida, distorsionada y exagerada con unos temas y en un estilo más propio de las novelas de caballería que de la historia. Tal es así que desde el año 1609 al 1966 estuvo separada del manuscrito principal. 


Esto cuenta la crónica sobre la llamada del Apóstol Santiago a Carlomagno para viniera a Hispania, a liberarla del poder musulmán: 
…Y enseguida vio en el cielo un camino de estrellas que empezaba en el mar de Frisia y, extendiéndose por Alemania e Italia, entre Galia y Aquitania, pasaba directamente a Gascuña, Vasconia e Hispania hasta Galicia, en donde se ocultaba, entonces desconocido, el cuerpo de Santiago. 
Y como Carlomagno lo mirase algunas noches, comenzó a pensar con gran frecuencia qué significaría. Y mientras con gran interés pensaba en esto, un caballero de apariencia espléndida y mucho más hermoso de los que decirse puede, se le apareció en un sueño durante la noche diciéndole: 
…El Camino de estrellas que viste en el cielo significa que desde estas tierras hasta Galicia has de ir con un gran ejército a combatir a las pérfidas gentes paganas y a liberar mi camino y mi tierra, y a visitar mi basílica y mi sarcófago. Y después de ti irán allí peregrinando todos los pueblos, de mar a mar, pidiendo perdón por sus pecados y pregonando las alabanzas del Señor, sus virtudes y maravillas que obró, y en verdad irán desde tus tiempos hasta el fin de la presente edad…



De los hechos narrados en la crónica algunas historias aún se siguen recordando. Siempre con el estilo de novela de caballería. Una de ellas habla de que cerca de Nájera, en el alto de San Antón habitaba un forzudo caballero musulmán de nombre Fegarrut que retaba y vencía  a cuanto caballero cristiano del séquito de Carlomagno luchara contra él. También lo hizo Roldán, el más querido y preclaro caballero del Emperador, sin que después de varios días de lucha hubiera vencedor. La camaradería y el buen hacer entre caballeros derivó en confidencias y Fegarrut dio a conocer a Roldán donde estaba su punto vulnerable: en el ombligo. Y llegó el día del combate final, planteado como un Juicio de Dios ante dos religiones antagónicas, el Islam y el Cristianismo, para dilucidar cuál de las dos era la verdadera. Por descontado que el vencedor fue Roldán, con la ayuda de Dios más el conocimiento de la debilidad del contrincante.

Aparte de lo que la crónica comenta, la verdad histórica es que Carlomagno vino a España, acaso llamado por los reinos musulmanes del norte de la península, descontentos con el poder de Córdoba, para conquistar Zaragoza, sin conseguirlo. De allí, en su retirada, pasó por Pamplona que arrasó. A su regreso por Roncesvalles, el día 15 de agosto del año 778, la retaguardia de sus tropas fue atacada por los navarros y vascones, posiblemente en represalia a su desgraciada actuación en Pamplona, infligiéndole una fuerte derrota. Algunos autores apuntan que fue una simple escaramuza, mientras en la crónica de Turpín se relata con una épica batalla con participación de huestes de vascones, navarros y sarracenos. También cuenta la crónica que las murallas de Pamplona se desplomaron por decisión divina y no por la acción de los que la asediaban. 



Según la Crónica, en Roncesvalles murió Roldán y los 12 pares de Francia. De hecho hoy, allí existe un monumento a la memoria de Roldán y un edificio del siglo XII, conocido como el Silo de Carlomagno donde se supone están enterrados los 12 pares de Francia. Como podéis ver, muchas cosas del camino de Santiago se mueven entre la tradición, la leyenda y la historia. Carlomagno nació entre los años 742 y 748 y murió en el 814, cuando todavía no se había descubierto la tumba de Santiago, que como primer año se cita el 820.          




El libro V. Guía para peregrinos. Está formado por 11 capítulos y considerado como la primera guía del Camino, y con este fin, según parece, fue redactado por el clérigo Francés Aymerich Picaud. Si no fuera por ciertas exageraciones y chauvinismo, incluso, a pesar de ello, es un buen retrato de las tierras y de las gentes del Camino, tanto de España como de Francia, en aquella época. Excepto en el capítulo que habla de los santos a los que hay que visitar, hoy, en general, con poco interés, el resto nada tiene de religioso. Podemos decir que es un espejo del siglo XII dividido en los siguientes capítulos:  


En el capítulo I- “De los itinerarios hacia Santiago”, se destacan las cuatro rutas o vías que cruzan Francia, uniéndose tres de ellas al norte de Roncesvalles. La cuarta, la más oriental, atraviesa los pirineos por el Somport, Huesca, para unirse con las anteriores en Puente la Reina y juntas llegar a Santiago. Rutas o caminos que se mantienen en nuestros días. 


En el capítulo II, “Las jornadas del Camino de Santiago”. Para el autor, en territorio español, 13, indicando los lugares donde pernoctó. Número, claramente insuficientes. Una proeza solamente realizable con buenas caballerías. Hoy un peregrino de a pie y ducho en el caminar no emplea menos de 25 etapas. Siempre habrá algún exagerado que lo haga en menos. 

En el capítulo III-Los nombres de las villas del Camino. Enumera las villas o pueblos a pie del camino, más o menos las actuales, indicando en algunas, someramente, sus excelencias o defectos. Dice que lo hace para que los peregrinos se provean de lo necesario, incluido el dinero, que van a necesitar mientras peregrinan.

  
En el capítulo IV-Los tres hospitales más importantes del mundo. Para él son: el Hospital de Jerusalén, el de Mont Joux y el de Santa Cristina en el Somport. No conozco los dos primeros pero del tercero sólo queda las ruinas de sus cimientos que hoy se pueden contemplar, aunque no hace unos muchos años las zarzas lo cubrían todo.   

En el capitulo V-Nombres de algunos restauradores del Camino, enumera, sin que explique el motivo, sólo los del tramo desde Rabanal hasta Portomarín. Primero  los gobernantes del momento: Diego Gelmirez arzobispo de Santiago, el emperador Alfonso VII y el Papa Calixto II, luego los varios arquitectos y constructores que trabajaron en él, tanto en templos como en calzadas y puentes.  


En el capítulo VI-Ríos Buenos y malos en el Camino. Hace un relato exhaustivo de todos los ríos incluso de los de pequeño caudal, describiendo la calidad de sus aguas y de sus peces. Los pequeños, en general, según él, mortíferos. Esto dice de algunos: 

Por Estella pasa el Ega, de agua dulce sana y extraordinaria. Por la villa de Los Arcos discurre una corriente de agua mortífera, y después de Los Arcos, junto al primer hospital, pasa una corriente de agua mortífera para las caballerías y los hombres que la beben (…)  Por Logroño pasa un río enorme llamado Ebro, de agua sana y rico en peces. Todos los ríos entre Estella y Logroño son malsanos para beber las personas y animales, y sus peces son nocivos. Si en España y Galicia comes alguna vez el pescado vulgarmente llamado Barbo, o te mueres o te pones malo (…) Tanto el pescado como la carne de vaca y de cerdo en España y Galicia, producen enfermedades a los extranjeros”. Lo que no dice, es que en aquellos tiempos, también esos extranjeros venían al Hospital de Castrojeriz a curarse el mal llamado “Fuego de San Antón”. Una dolencia que después se supo era producida por el cornezuelo del centeno. Aquí se curaban, principalmente, comiendo pan de trigo.       
Hablando de los ríos comienza la inquina contra los navarros. Esto dice de uno de sus ríos: “Por el lugar llamado Lorca. Por la zona oriental, discurre el río llamado Salado: ¡cuidado con beber ni tú ni tu caballo, pues es un río mortífero! Camino de Santiago, sentados a su orilla, encontramos a dos navarros afilando sus cuchillos con los que solían desollar las caballerías de los peregrinos que bebían aquel agua y moría. Les preguntamos y nos respondieron mintiendo, que aquel agua era potable, por lo que dimos a beber a nuestros caballos, de los que al punto murieron dos, que los navarros desollaron allí mismo



En el capítulo VII- Nombres de las regiones y características de las gentes del Camino. Se une la parte más larga con la más jugosa del libro V, donde poco tiene desperdicio. Dedica gran atención a los navarros, hablando mal, yo diría muy mal de ellos, como ya apuntó con anterioridad. No se sabe porqué ocupa más atención a los navarros que a castellanos y gallegos. Incluso, también, mayor que a las gentes del territorio galo. De la parte francesa, aunque cuenta poco, habla, sin embargo de una circunstancia muy  importante de la peregrinación de aquellos días: el paso de los ríos. Esto dice sobre ello:  

 “A la salida de este territorio, se refiere a Gascuña, en el Camino de Santiago, pasan dos ríos junto a la villa de San Juan (…) y no pueden cruzarse más que en barca. Los barqueros merecen la más absoluta condena, pues aunque son ríos estrechos, por cada persona que pasan, sea rico o pobre, cobran de tarifa una moneda, y cuatro que reclaman violenta y abusivamente por las caballerías. Además tienen una barca pequeña, construida de un tronco de árbol, en la que apenas caben los caballos; una vez montados, hay que andar con cuidado para no caerse al agua. 
En consecuencia, será mejor que lleves el caballo fuera de la barca, por la corriente del río, arrastrándole por el freno. Por eso, monta en la barca con pocos, pues si se cargan en exceso, pronto zozobrará. Además. Muchas veces los barqueros suben tal masa de peregrinos, tras cobrarles el billete, que la nave vuelca, y los peregrinos se ahogan en las aguas, de los que se alegran macabramente, porque así se apoderan de los despojos de los náufragos”.         
De los navarros, entre otras cosas dice: Hay algunos párrafos un poco escabrosos pero ahí están. Espero que nadie se escandalice. 
Pasado el valle viene la tierra de los navarros, rica en pan, vino, leche y ganados. Los navarros se visten con ropas negras y cortas hasta las rodillas como los escoceses y usan un tipo de calzado llamados abarcas, hechas de cuero con el pelo sin curtir, atadas al pie con correas y que sólo envuelven las plantas de los pies dejando al descubierto el resto. Gastan en cambio unos mantos negros de lana que les llega hasta los codos, con orlas, parecidos a un capote, y a los que llama sayas.   Como se ve, visten mal, lo mismo que comen y beben también mal, pues en casa de un navarro se tiene la costumbre de comer toda la familia, lo mismo el criado que el amo, la sirviente que la señora, mezclando todos los platos en una sola cazuela, y nada de cucharas, sino con las propias manos y beben todos del mismo jarro. Y oyéndoles hablar, te recuerdan los ladridos de los perros, por lo bárbaro de su lengua”. 
Son un pueblo bárbaro, diferente a los demás en sus costumbres y naturaleza, colmados de maldades, de color negro, aspecto innoble, malvados, perversos, pérfidos, lujuriosos, borrachos, agresivos, feroces y salvajes, desalmados y réprobos, impíos y rudos, crueles y pendencieros, desprovistos de cualquier virtud y enseñados a toda clase de vicios e iniquidades, parejos en maldad a los Getas y a los sarracenos y enemigos mortales de nuestra nación gala. Por una simple moneda, un navarro o un vasco liquida, como pueda, a un francés. En algunas comarcas, en Vizcaya o en Álava por ejemplo, los navarros, mientras se calientan, se enseñan sus partes, el hombre a la mujer y la mujer al hombre. Además, los navarros fornican incestuosamente al ganado. Y cuentan también que el navarro coloca en las ancas de su mula o su yegua una protección, para que nos las pueda acceder más que él. Además da lujuriosos besos a la vulva de su mujer y de su mula. Por todo ello, las personas con formación no pueden por menos de reprobar a los navarros. 
Sin embargo, se les considera valientes en el campo de batalla, esforzados en el asalto, cumplidores en el pago de diezmos y perseverantes en sus ofrendas al altar. El navarro cuando va  la iglesia, ofrece a Dios pan, vino, trigo o cualquier ofrenda. Donde quiera que vaya un navarro o un vasco cuelga del cuello un cuerno como un cazador, y acostumbra a llevar dos o tres jabalinas que ellos llaman acuonas. Cuando entra o vuelve a casa silba como un milano. Y cuando emboscado para asaltar a su presa, quiere llamar sigilosamente a sus compañeros, canta como el búho o aúlla como un lobo”.  
Del resto de España poco dice. Se limita a lo que sigue, sin que falte el toque chauvinista, tan propio del autor: 
Pasados los Montes de Oca, en dirección a Burgos, continúa el territorio español de Castilla y Campos. Es una tierra llena de tesoros, de oro, plata, rica en paños y vigorosos caballos, abundante en pan, vino, carne, pescado, leche y miel. Sin embargo, carece de arbolado y está llena de hombres malos y viciosos. 
Viene luego la tierra de los gallegos, pasados los confines de León y los puertos de los montes Irago y Cebrero. Es una tierra frondosa, con ríos y prados de extraordinarios vergeles, buenos frutos y clarísimas fuentes; pero escasa de ciudades, villas y tierras de labor. Es escasa en pan de trigo y vino, pero abundante en pan de centeno y sidra, bien abastecida en ganados y caballerías, en leche y miel, y en pescados de mar, grandes y pequeños; rica en oro, plata, telas, en pieles salvajes y otras riquezas, y hasta muy abundante en valiosas mercancías sarracénicas. Los gallegos son el pueblo que, entre los demás pueblos incultos de España, más se asemeja a nuestra nación gala, sino fuera porque son muy iracundos y litigiosos”.    
    
El capítulo VIII- Cuerpos de santos que descansan en el Camino y que han de visitar los peregrinos. El más largo del libro V. De las 21 páginas de las que formado el dicho libro, 9 de ellas hablan de las visitas a los cuerpos de los santos. Sin embargo, todos, o casi todos, son santos franceses o en territorio francés, sobre  los santos españoles, aún con alguna alusión francesa, solamente dice:  
A continuación, en España, hay que visitar el cuerpo de Santo Domingo, confesor que construyó el tramo de calzada en el que reposa, entre la ciudad de Nájera y Redecilla del Camino, (Santo domingo de la Calzada no está en este tramo. Hay que visitar también los cuerpos de los santos mártires Facundo y Primitivo, (en Sahagún), cuya basílica construyó Carlomagno. Junto a la villa se encuentra la alameda en la que se dice que reverdecieron las astas de las lanzas de los guerreros, clavadas en el cielo. Su solemnidad se celebra el 27 de noviembre. Finalmente, en la ciudad de Santiago, se ha de visitar con sumo cuidado y devoción el cuerpo dignísimo del Apóstol Santiago”.     
         
En el capitulo IX, bajo el título- “Características de la ciudad y de la basílica de Santiago Apóstol en Galicia", Sitúa geográficamente la ciudad, al tiempo de describir sus 10 iglesias entre las que se encuentra la catedral, todavía en construcción. Sobre el templo catedralicio da toda suerte de detalles: dimensiones, ventanas, pórticos, puertas con su decoración, torres y altares; en especial en el que se veneran las reliquias de Santiago. Curiosamente, también, habla de un mercado llamado el Paraíso de la Ciudad, anexo a la catedral, del que dice: “Detrás de la fuente, (hoy se encuentra en el claustro), está, según dijimos, el Paraíso (atrio), pavimentado de piedra, en el que, entre los emblemas de Santiago, se venden las conchas a los peregrinos. Se venden allí también botas de vino, zapatos, mochilas de piel de ciervo, bolsas, correas, cinturones y hierbas medicinales de todo tipo y demás especias, así como otros muchos productos. Los cambistas, mesoneros y otros mercaderes están en la Rúa Francígena. La extensión del paraíso es de un tiro de piedra por cada lado”. 
La fuente recibe loas, de las pocas que da, como esta: “Al concluir la escalera de este atrio, hay una admirable fuente que no tiene pareja en el mundo (…) Se asienta esta fuente sobre tres escalones de piedra que sostienen una taza de forma circular y cóncava, a manera de cubeta o cuenco, de tal tamaño que yo calculo que pueden bañarse, cómodamente, en ella quince personas”.   
   

 En el capitulo X- “De  la distribución de las limosnas del altar de Santiago y del número de canónigos de la catedral”. Comenta:  

 “Tiene además esta iglesia siguiendo, según es tradición, la serie y denominación de los 72 discípulos de Cristo, 72 canónigos que siguen la regla de San Isidoro, doctor de la iglesia española. Entre ellos se reparten por semanas las ofrendas del altar de Santiago. Se dan al primero un tercio de las de la primera semana, al segundo las de las segunda, al tercero las de la tercera y así sucesivamente se reparten hasta el último. Los dos tercios restantes se vuelven a dividir en tres partes; una para el sustento de los canónigos, otra para la fábrica de la basílica y la tercera para el arzobispo. Pero las ofrendas de la semana que va del domingo de Ramos a Pascua, deben de entregarse reglamentariamente a los peregrinos pobres del hospital. Es más, si se quiere cumplir con la justicia divina, en cualquier época de año hay que entregar la décima parte de las ofrendas del altar de Santiago a los pobres que lleguen al hospital. Pues todos los peregrinos pobres, la noche del día que lleguen al altar de Santiago deben recibir en el hospital, por amor de Dios y del Apóstol, hospitalidad completa”. 

Por último en el capítulo XI- De la acogida que hay que brindar a los peregrinos a Santiago. Escribe:     

 “Todo el mundo debe recibir con caridad y respeto a los peregrinos, ricos o pobres, que vuelven o se dirigen al solar de Santiago, pues todo el que los reciba y hospede con esmero, tendrá como huésped, no sólo a Santiago, sino también al mismo Señor, según sus palabras en el evangelio: “El que a vosotros recibe, a Mí me recibe”. Hubo antaño muchos que incurrieron en la ira de Dios por haberse negado a acoger a los pobres y a los peregrinos de Santiago”.
Continúa con unos ejemplos, como el de un comerciante que por no dar limosna a un peregrino a Santiago se le rasgó el paño que tenía en la mano, o el de una señora que negó el pan que estaba cociendo a un peregrino. Éste le dijo ¡Ojalá que el pan que tienes se te convierta en piedras! Cuando la señora fue a coger el pan lo que encontró fueron piedras incandescentes.
   
Para terminar este comentario sobre el contenido del libro V, decir que muchas han sido las interpretaciones del trato que el sr. Aymeric Picaud da, en su relato, a los navarros y en general de los españoles. Unos dicen que sus opiniones no hay que tomarla al pie de la letra, fue mucho el territorio recorrido en pocos días, y posiblemente recogió rumores y habladurías que no se molestó en comprobar. Lo que sí parece cierto es que los prejuicios del autor condicionan el escrito: acaso debido al resabio por los abusos de los peajes y paso de los ríos a que se vio sometido, aunque estos, especialmente el paso de ríos, no fuera en Navarra. Otra razón pudiera venir del desarrollo de la batalla de Roncesvalles, donde el famoso ejército de Carlomagno fue derrotado por unos pobres e incultos indígenas. Según un autor: “en este capítulo asoma por primera vez en la guía, la animadversión a la gente navarra, hostilidad ligada a los orígenes de la épica francesa en la génesis de las gestas carolingias”.
Se puede decir, que el sr, Aymerid Picad habla mal de todos los pueblos que no sean el suyo, yo diría que hasta los lugares y ríos en los que habitan gentes de su país se salvan de este juicio sin nada peyorativo. Por ejemplo Estella, donde parece que habitaban muchos francos, su río, el Ega, tiene la consideración “de agua dulce, sana y extraordinaria”. Sin embargo, Castilla está llena de “hombres malos y viciosos”, y “los gallegos se acomodan más perfectamente que las demás poblaciones españolas de atrasadas costumbres, a nuestro pueblo galo, pero son iracundos y muy litigiosos”. 
También habla mal de algunas regiones francesas, por ejemplo de la Gascuña, pero asignándoles alguna cualidad, con los que parece querer redimirlas: “Los gascones son ligeros de palabra, parlanchines, burlones, libidinosos, borrachines, comilones y desastrados, pero hechos a la guerra y significados por su hospitalidad con los necesitados”.

Apéndice I. obra polifónica. En 6 folios. Con 22 composiciones en honor de Santiago. de lo que poco os puedo hablar.  


Y terminamos con el Apéndice II. Añadido posteriormente. Contiene una bula de Inocencio II e himnos y otros milagros atribuidos a Santiago. En la bula se da a entender que el códice fue escrito por el monje cluniacense Aymeric Picaud acompañante del pontífice Calixto II en su peregrinación a Compostela, de la cual al menos yo no tengo noticias, depositando el códice, el primer ejemplar del Liber, en la catedral de Santiago en el año 1140. Cosa que muchos historiadores dudan, ya que el bifolio, donde está este apéndice, que contiene la bula, no formaba parte del códice original.    


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