JOAQUÍN SOROLLA Y BASTIDA, EL PINTOR DE LA LUZ.
Francisco Amillo Alegre
Hoy, 27 de febrero, se cumplen 150 años del nacimiento del gran pintor valenciano Joaquín Sorolla. Es un momento tan bueno o tan malo como otro cualquiera para hablar de él. Porque, en realidad, no hace falta buscar ninguna excusa: la excepcionalidad de su figura permite hablar de él en cualquier momento.
Pintor antaño infravalorado, en los últimos años se le ha restituido al importante lugar que se merece por su calidad pictórica.
En este resurgir de la valoración de Sorolla han contribuido muchos factores, pero hoy quiero resaltar, con mucha tristeza, la gran aportación de la extinta BANCAJA. Su obra cultural promocionó la restauración de las pinturas de la Hispanic Society y su exposición temporal en España, con un extraordinario éxito de público. Para colmo de dicha, la entrada era gratuita y algunos, como yo, pudimos ver tres veces la exposición y siempre encontrábamos algún detalle nuevo.
Hoy ha desaparecido BANCAJA al igual que muchas otras cajas. Con ellas la sociedad española ha perdido un importante mecenazgo cultural y unas atenciones sociales para personas desfavorecidas. Y todo por culpa de unos políticos que entraron a saco en sus consejos de administración y las hundieron. ¿Quien compensará a los españoles por estas cuantiosas pérdidas? Los culpables seguro que no. Al contrario, muchos de ellos han recibido fabulosas compensaciones o pensiones...
Se acaba de inaugurar una exposición sobre Sorolla en el MUBAG de Alicante, situado en la calle Gravina, 13 y su teléfono es 965 146 780. El título de la exposición es CLOTILDE SOROLLA, ya que el artista pinto a su esposa infinidad de veces. Fue un matrimonio muy feliz y muy fiel, algo poco habitual en el mundo de los grandes artistas.
Al final del tema tienes un enlace a una presentación de diapositivas. Todas las obras citadas en este post están allí, por lo que es sumamente conveniente su consulta.
Joaquín Sorolla y Bastida (1863-1923)
Sorolla fue un pintor muy apreciado en vida y fruto de ello fueron los numerosos premios nacionales e internacionales que recibió, llegando a ser nombrado por el gobierno francés Caballero de la Legión de Honor. Y aunque el dicho popular diga que “Nadie es profeta en su tierra” lo cierto es que Sorolla fue muy apreciado en su Valencia natal, que le nombró hijo predilecto y meritorio, dio su nombre a una calle. y recientemente a una moderna estación de ferrocarril.
Sin embargo poco después de su muerte su valoración fue decayendo, criticándose su falta de genialidad y el que su pintura fuera fruto de un esfuerzo y una técnica aprendidas. Se le consideró más un artesano que un artista por su supuesta falta de creatividad. También se le criticó la desconexión de su pintura con el mundo intelectual ya que estaba vinculada a lo popular y folclórico. En 1906 el crítico Louis Vauxcelles definía en vida del pintor lo que sería casi una norma después de su muerte:
“No pidamos a Sorolla que piense. Se le ha definido “una mano y un ojo”. El “cerebro” no tiene apenas lugar en esta prodigiosa producción.”
Sin embargo no faltaron voces autorizadas, como la del Marqués de Lozoya en 1963, que pusieron de manifiesto lo injusto de esta apreciación y cómo Sorolla propone una forma diferente de representación de la realidad superando con su pincelada y color los principios de la pintura realista del siglo XIX y superando también la frialdad del impresionismo con el gran amor a su tierra y a sus gentes que transpiran todas sus obras.
Actualmente Sorolla es un autor reconocido por los historiadores de arte como una de las grandes figuras pictóricas del siglo XIX español.
1. Etapas de la pintura de Sorolla:
a) Época de formación hasta 1889
Joaquín Sorolla nació el 27-2-1863 en el antiguo barrio de pescadores de Valencia, hecho que influiría en su pintura posterior por la recurrencia en la representación de este tema.
Sus padres tenían una tienda de productos textiles y murieron cuando Joaquín tenía dos años, durante la epidemia de cólera que azotó la ciudad en 1865. Joaquín y su hermana Concha fueron recogidos por su tía Isabel Bastida, hermana de su madre. Isabel había contraído matrimonio con José Piqueras, cerrajero de profesión, y no tenían hijos. Acogieron con gran cariño a los dos huérfanos y los cuidaron como si fuesen sus propios hijos.
Los primeros años.
Cuando Joaquín creció su tío intentó enseñarle el oficio de cerrajero y, aunque cumplía bien su trabajo, su interés se centraba más en el dibujo de los diseños que en el propio trabajo de cerrajería.
El interés por el dibujo se incrementó en el Instituto de Segunda Enseñanza donde cursó clases de esta materia y recibió un premio. La gran capacidad que demostraba indujo al director del centro a aconsejar a su padre adoptivo que lo matriculara en las clases nocturnas de la Escuela de Artesanos de Valencia.
Ingresó allí con trece años en 1876 y tuvo como profesor de dibujo al afamado escultor Cayetano Capuz. Compaginaba sus estudios artísticos con el trabajo en la cerrajería.
Sus buenas dotes para la pintura le animaron a matricularse en la Escuela Superior de Bellas Artes de Valencia, conocida como San Carlos y dependiente de la Real Academia de Bellas Artes de Madrid. A partir de este momento abandonó definitivamente el trabajo de cerrajería y se dedicó exclusivamente al estudio artístico, lo que causó gran preocupación a su tío que identificaba profesión de artista con hambre.
En esta etapa de formación Sorolla no fue un alumno de dotes extraordinarias ni intuiciones geniales. Pero sus profesores le reconocían un tesón y esfuerzo considerables que le llevó a dominar en poco tiempo la técnica pictórica. Antes de entrar en clase recorría Valencia y sus alrededores tomando notas a lápiz o en pequeños soportes al óleo de sus rincones más pintorescos. Sus obras poseían una tendencia realista como era lo usual en el momento.
La enseñanza de la Academia era muy convencional pero uno de sus profesores, Gonzalo Salvà Simbor (1845-1923) intentó modernizarla introduciendo el estudio de la pintura al aire libre según los postulados de la Escuela de Barbizon (Francia), lo que influyó en Sorolla.
En 1881 acabó sus estudios en San Carlos y ese mismo año conoció al pintor Ignacio Pinazo (1849-1916) que acababa de de regresar de Italia. Traía una nueva forma de tratar la luz basada en el tratamiento de la mancha que tenía en común con el impresionismo la búsqueda de los efectos luminosos. Sorolla adoptó este estilo y lo aplicó a la representación de temas costumbristas marineros, dos elementos que pasarán a su pintura posterior.
En la Academia había conocido a otro alumno, Juan Antonio García. Su padre, Antonio García, era un fotógrafo prestigioso y le dio trabajo como iluminador de fotografías. La relación del fotógrafo con el joven pintor fue muy cordial y tendría gran repercusión en la vida personal de Sorolla ya que en esa casa conoció a Clotilde García que más tarde se convertiría en su esposa.
Mientras trabajaba como iluminador de fotografías continuaba pintando y ese mismo año de 1881 envió a la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid tres marinas valencianas que no tuvieron éxito porque en aquellos momentos sólo interesaba la pintura histórica. Pero el viaje a Madrid le sirvió para conocer a Velazquez, sobre todo sus composiciones y su manera de representar los fondos.
En 1884 la Diputación Provincial de Valencia convocó un concurso de pintura para ser pensionado en Roma y perfeccionar estudios. El tema obligatorio era la Guerra de la Independencia de 1808 y Sorolla presentó El crit del Palleter que representa al héroe valenciano, cuyo nombre aludía a su profesión de vendedor de paja, animando al pueblo a sumarse a la insurrección contra Napoleón. En esta obra combina la luminosidad de Pinazo con el género histórico, que era la tendencia del momento en España y estaba realizado con el realismo minucioso que imperaba en Valencia.
El cuadro gustó al jurado con lo que obtuvo la pensión para estudios, trasladándose a Roma a principios de 1885.
Formación en Roma.
Allí pudo conocer los grandes maestros del Renacimiento italiano y también la obra de Mariano Fortuny, que aunque había muerto hacía 10 años, influyó en Sorolla con sus temas orientalistas y realistas lo que se evidencia en Moro con naranjas o en Árabe examinando una pistola.
Aprovechó la estancia en Roma para viajar por Italia haciendo incluso un viaje a París donde no le impactaron los impresionistas pero sí Jules Bastien-Lepage con su realismo, su denuncia social y un peculiar tratamiento de la luz. También conoció al alemán Adolf Menzel cuyos colores brillantes le impresionaron porque estaban en la línea de Salvà y Pinazo.
Al regresar de París continuó viajando por Italia y en Venecia adquirió la pincelada larga y pastosa que sería característica de su producción posterior, tal como podemos apreciar en Almendros de Asís. Este hecho se manifiesta en El entierro de Cristo, un cuadro criticado por sus contemporáneos por prestar más atención a la luz del atardecer que al drama sacro. No se conserva esta obra, sólo un pequeño esbozo preparatorio, porque fue destruida por Sorolla en un ataque de ira a causa de esas críticas que a él le parecieron infundadas.
También inició retratos de personajes populares como Cabeza de campesina italiana que marcan el inicio del costumbrismo que después sería una de sus características.
En 1888 consiguió que la Diputación de Valencia le prorrogase un año más su pensionado en Italia. Para ello envió la obra El padre Jofré protegiendo a un loco, tema impuesto por el tribunal. Representa la historia de fray Juan Gilabert Jofré fundador del valenciano “Hospital dels folls”, el primer manicomio de Europa. Desde un punto de vista técnico representa un retroceso respecto a sus obras anteriores pero trataba de complacer a las autoridades, que alabaron su dominio del color y aprobaron la prórroga.
Ese mismo año, en septiembre, Sorolla regresa a España para contraer matrimonio con Clotilde García del Castillo, hija del fotógrafo Antonio García que había sido su protector. Fruto de este matrimonio serían sus tres hijos: María Clotilde, Joaquín y Elena. La joven pareja regresó a Italia porque no había finalizado la pensión de la Diputación y permaneció en la ciudad de Asís hasta 1889, año en que finalizaba el pensionado.
b) La búsqueda de un estilo propio (1889-1911)
De regreso a España, el matrimonio Sorolla se instala en Valencia, en casa de Antonio García, pero por poco tiempo. Ese mismo año 1889 el matrimonio se instaló en Madrid buscando las mejores oportunidades artísticas que ofrecía la capital de la nación.
Allí Sorolla alcanzó muy pronto prestigio y renombre suficientes para vivir dignamente. Fue decisiva la ayuda del pintor paisajista Aureliano Beruete, amigo íntimo de la familia. Beruete introdujo a Sorolla en la alta sociedad madrileña, que empezó a solicitar sus servicios como retratista.
En el período de 1890-1899 se produjo su consolidación como artista. Para agradar al público realizó obras inspiradas en el estilo de Fortuny, aunque huyó de sus temas y prefirió representar interiores de iglesias con escenas costumbristas. Destaca El beso de la reliquia. Aunque la acción sucede en el interior de una iglesia, no se puede considerar escena religiosas sino costumbrista. Sorolla pintó pocos cuadros religiosos, todos en su primera época, y después ya no cultivó esta temática.
Otra obra importante de esta etapa madrileña es La otra Margarita, con la que consiguió la primera medalla de la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1892. Recrea una escena que el artista vio en un viaje y representa a una madre infanticida conducida a la prisión por una pareja de la Guardia Civil en un vagón de ferrocarril. El tema tiene un intenso dramatismo acentuado por las expresiones y gestos de los protagonistas, pero también efectos luminosos y compositivos muy logrados. Para realizar este cuadro alquiló un vagón de tren de tercera clase durante quince días.
Sorolla va definiendo su estilo pintando al aire libre, dominando la luz y representando escenas de la vida cotidiana y paisajes mediterráneos en los que transmite el brillo del sol con los reflejos del agua en las olas y la piel de los personajes mediante un colorido vibrante y un dibujo muy suelto.
1893 puede considerarse como el año del inicio de su costumbrismo reflejando la vida cotidiana de pescadores o campesinos en la huerta valenciana, como se ve en el cuadro En la huerta de Valencia (1893). Era un tipo de escenas que interesaban a la alta burguesía, lo que le valió ser un pintor conocido en España y en el extranjero. Con estas obras obtuvo importantes beneficios económicos, lo que explica que mantuviera esta temática hasta el final de sus días, aunque lógicamente con variantes.
La vuelta de la pesca, del verano de 1894, es un paradigma de esta nueva etapa, que obtuvo un premio en París y fue adquirida por el gobierno francés. Fue la primera gran escena de playa ya que es un cuadro de 4,03 x 2,64 m. Representa una pareja de bueyes arrastrando hasta la playa la barca de pesca. Como trabajo previo realizó quince estudios al óleo sobre bueyes, pescadores y la vela; dos de ellos muestran la totalidad de la composición.
Para conseguir un triunfo rápido Sorolla quería seguir participando en los grandes certámenes de pintura y para ello se adaptó al realismo social que se había puesto de moda en los certámenes oficiales, aunque mantuvo los temas costumbristas y añadió unos títulos enfáticos en los que radicaba la protesta social.
Pintó el cuadro ¡Aún dicen que el pescado es caro! con el que obtuvo la primera medalla de la Exposición Nacional de 1895 y que fue comprado por el Estado Español. La escena muestra a un joven pescador tendido en el interior de la barca ayudado por dos compañeros: uno lo sujeta por las axilas y el otro le limpia la herida con un paño. En esta obra abandona el estilo luminista y se adapta al realismo académico aunque mantiene importantes contrastes de luces y sombras. Los gestos de los pescadores son de gran expresividad. Los colores son oscuros y terrosos según la tradición aunque también introduce tonalidades verdosas y azuladas.
De la misma temática del realismo social es Trata de blancas que representa a unas muchachas durmiendo en una estación de ferrocarril, indiferentes a su destino. Al igual que en la obra anterior si no fuera por el título podría pasar por costumbrista.
En 1895 nació en Valencia su hija menor Elena, lo que le llevó a interesarse en por el tema de los niños, que a partir de este momento explotó de forma continuada con gran éxito. Madre representa a Clotilde y Elena, aunque el cuadro fue pintado en Madrid y el modelo fue en realidad su sobrino recién nacido. Es una composición muy sencilla pero muy efectiva, mostrando con los tonos azulados del rostro de Clotilde la fatiga tras el parto. La niña en cambio tiene tonalidades rosadas que producen un efecto de resplandor. La luminosidad proviene del lecho, una masa algodonosa de luz clara que se recorta sobre una pared gris claro. En el cuadro predomina una reducida gama de grises y para dar la sensación de volumen utilizó tonalidades amarillas y verdosas, técnica poco frecuente en su obra que suele tener más colorido. A partir de este momento las representaciones de su familia, en las distintas etapas de su vida, serán frecuentes como en Mi esposa y mis hijos, Mi familia.
Continuó el tema marinero en obras como Pescadores valencianos, Cosiendo la vela, Comiendo en la barca, etc.
También continuó presentándose a certámenes y en la Exposición Universal de París de 1900 el jurado internacional le concedió el Grand Prix de los pabellones español y portugués por su obra Triste herencia, de signo social en la línea de “¡Aún dicen que el pescado es caro!” Representa a unos niños lisiados bañándose en la playa con la ayuda de un fraile. También aquí el mayor dramatismo está en el título pues la preocupación por los elementos técnicos, como la luz o la composición, es evidente, sobre todo en los estudios previos.
Tras el éxito de París Sorolla cambió su forma de expresión, lo que se aprecia en Tejiendo las redes, 1901. La seguridad en sí mismo que le dio este reconocimiento internacional le permitió crear un estilo más personal con un colorido mucho más brillante y con la luz dominando el cuadro, dando muestras de una gran capacidad de observación de la realidad y un dominio de la técnica pictórica realmente magistral.
Al mismo tiempo se volvió un artista cosmopolita, viajando por Europa y relacionándose y trabando amistad con los grandes pintores del momento, incluyendo las vanguardias.
En Jávea veraneó tres años, y como era un trabajador infatigable aprovechó este tiempo de descanso dejándonos numerosas obras, entre las que destacan: Cabo de San Antonio, Isla del Cap Martí, Javea (1905), Nadadores, Encajonando pasas de 1901, Noria de Jávea, Naranjos de Alcira, Barca en la albufera, etc.
Su deseo de no estancarse en un único tema le llevó también a recorrer España buscando nuevos matices de luces y nuevos coloridos distintos de la playa de Valencia, cosa que realizó en los años siguientes tomando apuntes de tipos humanos y de paisajes muy variados: Paisaje asturiano, Árbol amarillo en la Granja, Campesinos leoneses, Puente viejo de Ávila, Piteras de Sevilla, Calle de Granada...
Tras estos viajes regresaba a su barrio valenciano del Cabanyal para continuar con los temas de pescadores y marineros. En estos años las escenas de playa dominan por completo su producción, incluyendo los temas de niños en Niños a la orilla del mar y Mediodía en la playa de Valencia. En 1903 pinta Sol de la tarde, que según Sorolla era el mejor de sus cuadros, y también Verano. Estas obras destacan por su luminosidad, colorido y fuerza expresiva. El color presenta fuertes contrastes de amarillos, azules ultramares y esmeraldas y crea sensación de gran realidad. Representaba las sombras mediante tonos azulados y violetas como los impresionistas pero no adoptó la pincelada corta ni renunció a la mezcla de colores en la paleta tal como puede apreciarse en El bote blanco.
Es una temporada muy fecunda porque era un trabajador infatigable. En sólo cinco meses de 1906 pintó diecisiete retratos. Entre los personajes que posaron para él estaba la familia real lo que demuestra cómo había crecido su popularidad. Los retratos de Maria Cristina de Habsburgo y su hijo el futuro Alfonso XIII los realizó por encargo del Ministerio de Asuntos Exteriores y en 1907, por petición de la propia familia real, realizó sus retratos en la Granja de San Ildefonso.
En estos años su estilo se consolidó. La gran fama que le habían dado sus temas costumbristas y sobre todo la luminosidad de sus cuadros, con el característico “blanco Sorolla” le llevaron a reproducirlos sin cesar. Obras interesantes de estas características son:
El Baño de la Reina, Valsaín (1907),
Saliendo del baño, (1908),
Niños en el mar. Playa de Valencia (1908),
Playa de Valencia (1908),
Las dos hermanas (1909),
El baño del caballo (1909),
Paseo por la playa (1909)
Niños en la playa (1910),
Niño en la playa (1908),
Bajo el toldo, playa de Zarauz (1910),
Estudio para una casa de la huerta de Valencia (1908)
Su éxito internacional iba en aumento y realizó exposiciones en París, Berlín y Londres. En 1909 embarcó rumbo a Estados Unidos para participar en una exposición en Nueva York ya que el millonario norteamericano Archer M. Huntington le animó a exponer allí tras haberlo conocido el año anterior en Londres. La exposición de 365 obras fue visitada por 160.000 personas y le dio una gran fama internacional y muchos encargos. Sus cuadros, especialmente “Sol de tarde” y “Nadadores”, fueron muy celebrados por la crítica por su tratamiento de la luz y el aire.
El dinero obtenido en estas exposiciones le permitió construirse una casa en el número 37 de la madrileña calle del General Martínez Campos, que era al mismo tiempo residencia familiar y estudio. Sorolla participó directamente en el diseño de la casa, corrigiendo algunos elementos del arquitecto. Sobre todo se centró en los jardines, inspirándose en los Reales Alcázares de Sevilla y en la Alhambra de Granada. Dicha casa se conserva en la actualidad tal como la dejó el pintor ya que a la muerte de su esposa se convirtió en el Museo Sorolla. Sorolla realizó numerosos retratos de ella, por ejemplo Mi mujer y mis hijas en el jardín y Rosal de la casa Sorolla expuestos en el Museo Sorolla.
c) Etapa final: 1911-1923.
En 1910 Archer M. Huntington, el magnate e hispanista fundador de la Hispanic Society of America de nueva York, le propuso decorar un salón destinado a biblioteca en la sede de la institución. Cuando en 1909 Sorolla expuso en Nueva York, se conocieron personalmente y Huntington le compró algunos cuadros que hoy forman parte de la colección de la Hispanic Society. La admiración de Huntington hacia Sorolla se materializó en la firma de un contrato en 1911 encargándole una serie de cuadros de gran formato sobre la cultura y las gentes de las diversas provincias de España y Portugal.
El salón destinado a biblioteca medía 70 m de longitud y 3,5 m de altura por lo que eran necesarios 14 paneles. Era un trabajo enorme pero Sorolla aceptó ya que los 150.000 dólares que le ofrecieron era una cantidad muy importante en aquellos años.
Trabajó en este proyecto con su habitual tenacidad entre 1912 y 1919, lo que le exigió un esfuerzo físico agotador. Además alternaba este trabajo con otras obras. Hubo de recorrer numerosas localidades de España para buscar los escenarios adecuados. Las grandes proporciones de los lienzos exigían figuras inmensas y eso le obligó a cambiar su estilo. Las figuras se hicieron más sintéticas, eliminando lo accesorio y buscando una nueva manera de interpretar la luz.
Las obras que realizó para la biblioteca de la Hispanic Society of America son:
- Castilla. La fiesta del pan, 1913. 351 x 1392 cm.
- Sevilla. Semana Santa: Los Nazarenos, 1914. 351 x 300,5 cm.
- Aragón. La Jota,1914. 349 x 300,5 cm.
- Navarra. Concejo del Roncal, 1914. 349 x 230 cm.
- Guipúzcoa. Los bolos, 1914. 350 x 231,5 cm.
- Andalucía. El Encierro, 1914. 351 x 762 cm.
- Sevilla. El baile (La Cruz de Mayo). 1914-1915. 351 x 302,5 cm.
- Sevilla. Los toreros, 1915. 350 x 231 cm.
- Galicia. La romería, 1915. 351 x 300 cm.
- Cataluña. El Pescado, 1915. 351 x 485 cm.
- Valencia. Las grupas, 1916. 351 x 301 cm.
- Extremadura. El mercado, 1917. 351 x 302 cm.
- Elche (Alicante). El Palmeral, 1918-1919. 350 x 321 cm.
- Ayamonte (Huelva). La pesca del atún, 1919. 349 x 485 cm.
Paralelamente a los murales de la Hispanic Society realizó un conjunto muy variado de cuadros sobre temas muy diversos:
- Los jardines de su casa, de gran intimismo.
- Escenas de playa y de costumbrismo marinero.
- Sus viajes por España se materializaron en nuevos cuadros sobre la Castilla, Andalucía o San Sebastián ciudad en la que se interesó por el paisaje marítimo del Cantábrico, tan diferente del de su Valencia natal.
Obras importantes de esta etapa final son:
Tipos de la Mancha, 1912
El boyero castellano, 1913
Calle de Buñol
Bueyes en la playa, 1914
Pescadoras, 1915
Pescadora valenciana, 1916
Niños en la playa, 1916
La bata rosa, 1916
La niña curiosa, 1916
Las velas, 1916
Rompeolas, San Sebastián, 1917
La siesta del niño, 1918
Playa de Valencia. Pescadoras, 1919
Niños buscando mariscos, 1919
En 1918 empezó a manifestar síntomas de cansancio y fuertes dolores de cabeza. Las cartas de su mujer le recordaban continuamente que debía descansar ya que se estaba agotando.
En 1920 sufrió un ataque de hemiplejia que le paralizó el costado izquierdo y mermó sus facultades mentales. La familia viajó a la sierra de Guadarrama, a la casa de su hija María en Cercedilla (Madrid), buscando un clima favorable. Pero no encontró la esperada mejoría.
Falleció en agosto de 1923. Fue enterrado en Valencia con honores de Capitán General.
En 1927 fallecía su esposa Clotilde.
2. Sorolla como retratista
Aunque Sorolla es recordado sobre todo por sus temas costumbristas y marineros, también son dignos de destacar sus retratos.
Fue su amigo Beruete quién le sugirió que trabajase como retratista porque podría obtener mucho éxito, y así sucedió. Gozó de gran prestigio y fue solicitado por personalidades del mundo de las finanzas, las artes, la política, etc., para que le hicieran retratos. Este fenómeno se produjo en los primeros años del siglo XX, que es cuando los retratos de Sorolla se ponen de moda en Madrid.
Son retratos caracterizados por la espontaneidad y escaso trabajo previo, confiando en su intuición. A pesar de ello son de notable calidad, captando no sólo los juegos de luces, tan característicos de su obra, sino la expresión del rostro como reflejo de cada individualidad.
La característica que define todos los retratos de Sorolla es la familiaridad con la que representa a sus modelos, mostrándolos al espectador como si éste le conociera. Siempre intenta que la atención se centre en el rostro, generalmente más iluminado para contrastar con el traje y el fondo. Existe una importante base dibujística pero la pincelada es suelta. Los detalles dejan paso a la luz y a la expresividad, como ya habían hecho los grandes maestro del barroco español, sobre todo Velazquez, cuya obra había estudiado con atención.
A estos retratos solicitados por los clientes particulares hay que añadir los de la Hispanic Society. Antes de pedirle “Las regiones de España”, Huntington había encargado a Sorolla una serie de retratos de españoles célebres para la biblioteca de la institución que había fundado. Este conjunto, que se conoce con el nombre de “Galería iconográfica de españoles ilustres”, fue incrementándose, entre 1909 y 1920, con óleos de personalidades contemporáneas a Sorolla vinculadas al mundo de las letras y de las ciencias, algunos de ellos destacados miembros de la Generación del 98.
3. La figura de Sorolla.
La figura de Sorolla está muy alejada del estereotipo del artista bohemio, de vida desordenada, que pinta sólo bajo el impulso de una fuerte inspiración. Al contrario, Sorolla fue un pintor de vida personal y social muy ordenada, que seguía los cánones de la moral burguesa entonces imperante y con una vida familiar muy importante. Fue un trabajador empedernido que vivió para pintar y triunfar, dedicando numerosas horas al día a esta actividad y sacrificando todo a su trabajo. Sus viajes de veraneo los aprovechaba para pintar los paisajes mediterráneos o atlánticos por lo que ni siquiera entonces se desvinculaba de la pintura. Por ello su producción es ingente y podía presentar en sus exposiciones de París o Berlín medio millar de obras. Es un ejemplo de cómo la laboriosidad, la constancia y el método riguroso conducen a un estilo personal que puede producir también obras geniales.
Fue el pintor de la burguesía y nunca pretendió atacarla ni cambiar el orden social establecido por el régimen conservador de la Restauración en el que vivió toda su vida adulta y cuyos personajes retrató. Aunque sus cuadros de mar denotan una vinculación a los más humildes, es más que nada nostalgia de su tierra y de su infancia, no preocupación social. En este aspecto es muy distinto a su paisano Blasco Ibáñez, que también sentía nostalgia por su Valencia natal.
Características del estilo de Sorolla.
El Impresionismo en España fue seguido de manera bastante personal por pintores como Santiago Rusiñol y Aureliano Beruete. Hasta hace unos años se incluía también en este grupo a Sorolla. Se basaban en que la pincelada suelta y la importancia de la luz las toma Sorolla de los impresionistas.
Pero la tendencia actual es, a pesar de reconocer en su técnica pictórica similitudes con el Impresionismo, apartarlo de este grupo por tres razones:
- Formación: Sorolla finaliza su etapa de formación en 1889 y viaja a París en los años siguientes cuando el impresionismo ya está consolidado pero no influye en su pintura. Lo que sí le influyó fue su profesor de Valencia Gonzalo Salvá que le abrió el camino hacia al pintura al aire libre. Posteriormente, conoció la pintura de los “manchistas” italianos, los macchiaioli, corriente coetánea del impresionismo, pero sin relación directa con él.
- Técnica: los impresionistas dan prioridad a las pinceladas muy cortas de colores puros. Sorolla emplea pinceladas largas y a veces mezcla los colores. Además utiliza el negro, considerado un “no color” por los impresionistas. Los contornos de las figuras se distorsionan en Sorolla menos que en los impresionistas.
- Tema: para los impresionistas lo único importante es la representación de la luz, siendo el tema totalmente insignificante, mientras que en Sorolla el tema costumbrista es fundamental. Sus descripciones de pescadores y gentes a la orilla del mar y en la huerta de Valencia son magistrales. Incluso tiene algunas obras de temática netamente social.
Sorolla fue muy sensible al color y la luz de su tierra, liberándose de escuelas y de preocupaciones estilísticas. Pintó obsesionado por la luz que difumina los objetos reduciendo la importancia del dibujo pero sin llegar a las audacias de los impresionistas.
Sus técnicas le acercan a los acuarelistas ingleses por los colores disueltos y las transparencias. También a los impresionistas por su pincelada gruesa y a menudo la espátula. Su preocupación por captar en un instante los efectos de la luz y la rapidez con que trataba de fijar las impresiones de unas imágenes etéreas contribuyó a que muchos lo definieran como impresionista.
Pero su propósito es diferente ya que da protagonismo a la luz más que a los cambios que ésta produce en los objetos. Es más un pintor ligado al naturalismo de finales del XIX que se vale de la luz y del color para ofrecernos la realidad.
Ofrece así una imagen mediterránea, luminosa y colorista de España, contrapuesta al perfil negro y dramático que popularizó simultáneamente el vasco Ignacio Zuloaga.
Según Sorolla “El arte no tiene nada que ver con lo que sea feo o triste. La luz es la vida de todo lo que toca, por tanto cuanto más luz en la pintura más vida, más verdad, más belleza.” El protagonismo lo tiene siempre la propia técnica luminista, y su dominio del dibujo y del color para producir efectos de luz. Su prodigiosa retentiva le permitía hacer obras de gran formato en las que retenía la luz y el movimiento de toda la escena de un momento fugaz.
Dada la importancia que tiene en Sorolla la representación de la luz intensa, brillante y colorista de los paisajes españoles, se le considera como autor de un estilo muy personal adscrito al luminismo.
El término “luminismo” fue creado en 1945 por John Baur, director del Museo Whitney de Nueva York, para calificar un tipo de pintura paisajística estadounidense de mediados del siglo XIX en la que es especialmente importante el estudio de la luz, por lo que algunos autores han propuesto el término “sorollismo” para calificar su obra.
Esta denominación surge también porque Sorolla introdujo una nota de modernidad en una pintura española anclada en el pasado por la influencia de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando que preconizaba, hasta bien a avanzado el siglo XIX, un arte basado en el dibujo y la perspectiva científica del Neoclasicismo. Por ello el Impresionismo tuvo en España escasa significación.
Estaba además la diferencia del paisaje. El aspecto cambiante y fugaz de la naturaleza, que interesó a Monet y a sus seguidores se entiende mejor en Bretaña, donde el tiempo tiene grandes alteraciones. En Cataluña y Valencia, que es donde se concentra en esta época la mayor cantidad de pintores españoles, se dan condiciones atmosféricas más estables con cielos azules y sin nubes.
Mientras los seguidores de Monet desintegran la forma en la busca de los efectos fugaces de luz y color en el paisaje, los hispanos no renuncian a la línea y el dibujo. El apego a la forma tradicional y la luz que todo lo impregna son las características de esta corriente en la que destacan, además de Sorolla, Ignacio Pinazo (1846 1916), José Navarro Llorens (1887 1923) y Dario Regoyos (1875 1951).
Por todo ello la tendencia actual es conservar el nombre de luminismo e incluir en el grupo a Sorolla y otros artistas como los norteamericanos Sargent y Chase, el alemán Liebermann o los italianos Boldini y De Nittis. Se considera no sólo un fenómeno del Mediterráneo español sino internacional, que tuvo lugar a lo largo de las décadas de finales del siglo XIX y principios del XX. Defendió un concepto de arte diferente del de las primeras vanguardias y tuvo un éxito y una popularidad formidables, aunque posteriormente se les ignoró. Hoy día los historiadores del Arte se planten la necesidad de reconsiderar la valoración tradicional de estos autores. La exposición Sargent-Sorolla organizada por el Thyssen y Caja Madrid en el último trimestre de 2006 ha puesto de relieve esta necesidad.
4. El Museo Sorolla.
Información sobre el museo y las obras de Sorolla en http://museosorolla.mcu.es/
“El actual edificio del Museo Sorolla se construye en 1911, sobre planos del arquitecto Enrique María de Repullés y Vargas (1845 - 1922). Situado en el Paseo General Martínez Campos, 37. El pintor intervino directamente en su organización, separando la vivienda familiar de la zona de trabajo, compuesta por tres estudios encadenados, y modificando el diseño de la fachada.
El Museo Sorolla se crea por disposición testamentaria de la viuda de Sorolla, Clotilde García del Castillo, en el año 1925. El Estado Español aceptó el legado por una Real Orden de 28 de marzo de 1931. Quedó inaugurado el 11 de junio de 1932, siendo su primer director el hijo de Sorolla, Joaquín Sorolla García, que al fallecer en 1948 incremento la colección donando todos sus bienes a la Fundación Museo Sorolla.
El Museo Sorolla es un ejemplo excepcional de casa museo, dado que no sólo conserva casi intacto el ambiente original de la vivienda y taller de Joaquín Sorolla y Bástida (1863 - 1923), sino que custodia la más rica colección de obras del pintor valenciano. El jardín es una creación de Sorolla, que se inspiró en los Reales Alcázares de Sevilla y El Generalife de Granada, con algunos detalles italianos. Hizo traer arrayanes de La Alhambra y plantó el mismo alguno de los árboles.”
Bibliografía:
- Garín Llombart, F. y otros: "Catálogo de la Exposición Sorolla. Visión de España". Fundación Bancaixa, 2007.
- Llodrà, J.M.: “Sorolla”, col. Los grandes genios del arte contemporáneo español. El siglo XX., nº 21. ·Ciro Ediciones, S.A. 2006.
- Santa-Ana, F.: "Guía de Museo Sorolla". Madrid, 1999
Puedes ver las obras citadas en este post (y alguna más) pinchando en el enlace siguiente:
http://es.slideshare.net/Franamillo/sorolla-16815872
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